XIII: Invisible

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La casa real estaba bajo un tranquilo silencio cuando regresó. Las pasarelas en la entrada eran bañadas por la luz de las farolas que iluminaban el camino. La sombra de los árboles se dibujaba en la madera mientras Harry avanzaba a rápidos pasos por ella, con su propia sombra también siguiéndolo fielmente. Sus botas produjeron toscos ecos por cada paso que daba y su respiración emanó de su nariz ruidosamente tras haber corrido desde la colina a la casa real. Su boca picaba. Después de oír el pasado de Denébola, de conocer más de lo que Louis le mencionó de ella, no había otro camino más claro para Harry. Pero antes de empezar a crear un plan de ataque, de embarcarse a Nymeria, a su mala suerte, debía comentárselo a Viggo.

Porque él no sabía cómo iba a matar a esa mujer. Según Urayama, una diosa antigua no podía derramar su sangre en suelo mortal, y Harry por alguna razón le creyó, aunque no del todo. Parecía ridículo e imposible. Una muerte que no implicase sangre de por medio no era una muerte, pero esperaba que su padre le diera alguna respuesta. Mientras corría por el pequeño muelle, esperó a que su padre estuviera cerca para advertirle del rotundo cambio de los acontecimientos.

Y esperaba que no le negara esto. Que no le negara volver a Nymeria para salvar a sus amigos.

El lugar donde nació su alfa.

Al ingresar a la casa real, no había nadie en el interior, pero el murmullo de voces se pudo oír en una de las habitaciones. Harry miró hacia las salas siguientes de la principal y caminó a través de las grandes puertas mientras intentaba regularizar su respiración. Sin embargo, se detuvo cuando alguien lo jaló por el brazo repentinamente. El toque fue familiar, así que no encontró motivo para alterarse. Se giró y vio a Ivory mirándolo con los ojos abiertos y asustados.

—¡Te estuve buscando por todas partes! ¿Dónde te fuiste a meter ahora?

Harry rodeó la muñeca de Ivory con delicadeza y lo zafó de su brazo.

—Después de explico —prometió, pasando saliva —¿Viggo?

—No lo sé —Ivory miró de pies a cabeza a Harry. Su cabello estaba desordenado y las mejillas las tenía más rojas que dos tomates —¿Corriste?

—Sí.

—¿Por qué? ¿Alguien te hizo daño?

—No, Ivy. No siempre estaré en peligro. Necesito a mi padre.

Ivory hizo una mueca. Se notó a leguas que las palabras de Harry no sirvieron de consuelo.

—Seguramente está con la señora Novalie en el jardín.

—Bien.

—¿Pasó algo?

—Lo sabrás pronto.

Harry se giró y volvió a caminar a través del pasillo, pero esta vez, Ivory le siguió las pisadas de cerca.

Buscó a su padre habitación tras habitación, hasta que su voz ronca le envió corriente al cuerpo. Hablaba con calma y pesar. Harry se detuvo a unos metros de la puerta y escuchó lo que conversaba, sorprendiéndose de que... hablara de él y no de una mala manera como habría esperado. Sintió la mano de Ivory sobre su hombro, mientras ambos ponían atención a las palabras de Viggo.

—Sé que para él es difícil de aceptar que su alfa murió. Yo tampoco logro aceptar que Didiane y mi hermano lo están, pero la infelicidad es mucho más común que la felicidad Novalie ¿Quién le dijo a Harry que podía ser feliz? Lo crie y preparé para que enfrentara sus responsabilidades fríamente. Para que no sufriera como sufre ahora. Llegó a una edad en donde debe ser responsable de las cosas que la vida le pone ante sus ojos. Cuando yo tenía su edad tenía muchos amigos. Todos nosotros teníamos muchos amigos y todos ellos están muertos ahora. La felicidad no está aquí ni allá y Harry tendrá que acostumbrarse a la infelicidad continua, porque si sigue cayéndose a pedazos cuando algo que él no quiere pasa, no creo que siga vivo para cuando cumpla sus veinte años.

The king's heart (l.s) #2Where stories live. Discover now