LIV: Frialdad

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El campamento se logró construir durante la noche. No se comparaba al que él logró habitar en compañía de Louis cuando fueron atrapados el año anterior, pero servía a su propósito. Las personas más heridas fueron trasladadas hacía el centro curativo que Erix mencionó, mientras que los demás permanecieron en las distintas tiendas que se levantaron. Las primeras y cercanas al pueblo, fueron destinadas a los ancianos y niños enfermos en conjunto con la de Harry y las princesas.

Ellas miraron de mala gana el lugar donde dormirían, pero considerando el momento crítico que se vivía, no mencionaron palabra alguna. Harry les había pedido disculpas, con el rostro apenas siendo de un color natural ante la vergüenza. Las princesas aceptaron sus palabras, pero en cuanto abandonó la tienda, escuchó como se burlaban de él. Como Violette esperaba regresar a Valera pronto para no vincularse más con él y su gente.

No la culpaba.

No podía hacerlo cuando la comprendía y él deseaba regresar a palacio también. Pero de haber tenido las agallas, les habría pedido comprensión, empatía y ayuda. Puesto que Libelle apenas descansaba pensando más en los necesitados que en sí mismas... ellas podrían contribuir también.

Su tienda era un poco más grande que las demás, de un color marrón claro. Dentro, Erix ordenó poner una alfombra negra con decoraciones rojas y blancas para ocultar el césped y aplacar el frío. Le había ofrecido quedarse en su casa, pero Harry prefirió dejar a Libelle en ella. La cama eran montones de colchas y frazadas y una mesa pequeña de madera fue puesta cerca de ella, en donde las velas iluminaban tenuemente en interior. Se había quitado las prendas sucias y tomado un baño rápido, el cual se basó en pasar un paño húmedo por todo su cuerpo. Se enfundó después en una camisa de algodón, seguido de pantalones holgados, poco elegantes y un abrigo cortesía de Erix. Al acabar, salió de su tienda y contempló el cielo: Las nubes cubrían todo el firmamento, tan negras como si una tormenta se fuera a desatar en ese instante.

Y el viento... sacudía hasta el más mínimo vello de su cuerpo de lo frío y fuerte que se tornaba cada día que transcurría. Pero no era el frío lo que le preocupaba, él estaba acostumbrado a él y su cuerpo parecía aceptarlo como si fuera propio, el problema era que el frío se sentía como si filosas cuchillas acariciaran su piel.

—Aquí estás.

Se sobresaltó cuando Zimo apareció por el costado de su tienda. Al igual que todos, se había lavado y cambiado de ropa. Llevaba sus dos espadas detrás de su espalda, sus ojos de distinto color llenos de preocupación y cansancio. Apenas llevaban dos días metidos ahí. Dos días de quizás cuantos más.

—¿Sucedió algo?

Zimo suspiró, como si le costara hablar.

—Han muerto tres personas.

Harry tensó la espalda, sus manos se convirtieron en puños y tuvo que cruzarse de brazos para disimularlo.

—¿Qué?

—Han perdido mucha sangre... Ese Bruno se comunicó conmigo. Los más heridos no pasaron la noche.

Asintió lentamente. La muerte ya casi se convertía en la conversación de cada hora. Muertos...

Todos estaban muriendo.

—Entiérralos dignamente, por favor.

—Sí, majestad.

Zimo hizo ademán de volver al centro curativo, pero Harry rodeó su muñeca antes de que se fuera.

—Dile a Ivory que descanse. No ha parado desde anoche.

Zimo miró fijamente sus ojos, un simple asentimiento de cabeza, como si ambos pensaran lo mismo, bastó para que Harry lo soltara y se quedara en paz. Aparte de ser su consejero personal, Ivory había tomado la responsabilidad por voluntad propia de ayudar a los heridos y a quienes necesitaban más atención, como era el caso de las mujeres embarazadas que pudieron escapar. Harry lo había visto ir de un lado a otro, apenas pudiendo descansar o comer. Si no se detenía, tendría que ordenárselo.

The king's heart (l.s) #2Where stories live. Discover now