LVII: Malvada

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Cinco días y una semana desde que Denébola atacó Nymeria y logró apoderarse de ella.

Cinco días viviendo en aquel campamento a costa de Lenor, alimentándose de poca comida y repartiéndose el agua caliente.

Casi tres semanas de que Louis partió.

Cinco días sin saber de Viggo y Zimo.

Harry blandió su espada y la estrelló contra la de Libelle. Repitiendo mentalmente aquellas palabras. Aquel conteo de días interminable. No sabía si agradecer que la bruja no moviera sus cartas estos días o preocuparse porque estaba en silencio. Como si no existiera. Algo, muy lejos, le advertía que esta tranquilidad muy pronto estallaría.

Ivory, a pesar de no haber nombrado a Zimo, miraba a la lejanía con la esperanza de encontrarlo. Harry había hablado con él días atrás. Él le declaró con voz temblorosa que temía por él y Viggo. Y que no había noche en la que no orara para que ellos regresaran con vida de su misión. Harry le prometió que ellos volverían, que su tarea no era nada grave. Solo espiar y traer un informe del panorama. Sin embargo... No podían pasar por alto que ambos habían tardado en volver.

Libelle le golpeó la cadera con una patada y golpeó con su espada después simulando haberla enterrado en su pecho, pero poniendo el filo sobre su hombro. Las piernas de Harry temblaron y le hicieron caer al suelo tras el golpe. Cayó de espaldas al césped escarchado mientras el agua humedecía su ropa. Jadeó y dejó los brazos a los costados de su cuerpo, viendo su vaho salir de su boca tan blanco como una nube. 

—Te gané. Otra vez. —Libelle puso la espada en el centro de su pecho — ¿Por qué?

—No tengo ánimo —musitó, dejando caer la cabeza al suelo —, esta tranquilidad... no puede ser buena.

—Lo sé. También me incómoda —Libelle le tendió una mano, la cual Harry aceptó para ponerse en pie —, pero debemos agradecer que no haya enviado a un grupo de Rebeldes a asesinarnos.

Asintió, no muy convencido de estar agradecido. Denébola en cualquier momento soltaría su veneno sobre ellos. Harry limpió sus pantalones y enfundó a bestia en la funda de su pantalón. Miró al campamento, visualizando a Cyra ayudando a un anciano a caminar. Ella sonreía como si todo estuviera bien, pero en su rostro, en las ojeras, pudo visualizar su intranquilidad claramente. Se sentía en el aire incluso, que Denébola estaba tramando algo y que su silencio no era nada más que una advertencia.

Harry miró al horizonte, a donde Nymeria debía estar. El viaje de Lenor a la capital duraba un día. Menos si no se dejaba de andar a caballo. No había nada en el cielo más que nubes. No habían aves, ni insectos. Todo estaba tan en paz en el mundo ahora congelado...

—Vamos a descansar —ofreció Libelle —, Quizás estén cocinando algo rico para el almuerzo.

No respondió, pero siguió a Libelle en dirección al campamento. Al internarse, varios desviaron sus miradas, pero, al contrario de otros días, no hubo ningún murmuro acusatorio o burlesco hacia él.

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Tres días.

Tres días y ninguna noticia de Viggo, Zimo o de Denébola. Tampoco de Louis. Ninguna misiva.

Harry no sabía si su alfa había recibido la noticia siquiera de que su reino había sido tomado por el enemigo. No quería pensarlo, pero la sensación de que, no saber nada de Louis se debía meramente a que estaba enfadado y decepcionado, le roía las entrañas, el estómago y el corazón. Todo él se entumecía de solo imaginar que había decepcionado al único que creyó en él.

The king's heart (l.s) #2Where stories live. Discover now