XVIII: Promesas

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El agua caliente pronto trajo consuelo a su cuerpo adolorido. El vapor tibio provocó que su pulmones se relajaran y le permitieran respirar más profundamente que antes, pero... más que eso, era la presencia de Harry la que le ayudó a relajarse por completo. Su omega estaba fuera de la bañera junto a él, ayudándolo a limpiar sus brazos con un paño húmedo.

Harry limpiaba sus extremidades como si se fuera a romper. Contorneaba sus dedos ahora más dorados con gentileza, e iba hacia el interior del codo con la mirada fija en las venas brillantes. Sin dirigirse a él en ningún momento. Quería demostrar ante un ser invisible que él podía estar bajo control durante un duro momento como el de hora. Que sus ojos ya no desparramarían más lágrimas de angustia y que ahora solo estaba en control. Como un buen adulto, como un buen omega. Pero se delataba a sí mismo cuando mordisqueaba su mejilla interna al momento de limpiar cortes pequeños en la piel de Louis, cuando pestañaba repetidas veces para apartar las lágrimas. Y Louis conocía bastante bien a su omega como para ver que nuevamente se escudaba detrás de una armadura fría.

Quizás era culpa suya que recurriera a su coraza otra vez, después de haber pasado minutos prolongados acariciándose y besando en la cama. Quizás... Sí. Era completamente su culpa.

Porque había sido cruel y desconfiado en un momento que no lo requería.

Sin embargo, no sacó a colación aquel delicado tema que se refería a la batalla de Sekgda y su abrupto rompimiento, el cual ninguno de los dos pudo solucionar correctamente. A cambio, Louis contempló detenidamente a Harry. Había adelgazado, su cabello se hallaba más largo y con los rizos definidos. Louis movió los dedos de su mano contraria para detener el impulso de enredarlos en esa cabellera castaña y brillante. Sus mejillas lucían sonrojadas ante el calor de la chimenea y el agua, pero fuera de eso... Harry seguía hermoso. Tan hermoso como lo conoció el día que él llegó a Sekgda a arrebatarle la felicidad.

Mientras Harry seguía sacando manchas de lodo y limpiando algunas herias por el hielo, Louis acarició su mejilla con los nudillos de su mano, el contacto el erizó la piel y le robó un suspiro. Harry, como si fuera un llamado íntimo, conectó su verde mirada con la suya. En ella habitaba halos de desconsuelo, curiosidad y miedo, que se hacían notar de un color grisáceo. Louis podía advertir a qué iba ese sentimiento en Harry. Su cuerpo no era el mismo de la última vez. Después de despertar en medio de la nieve... el oro se extendió por sus brazos, pecho, espalda y manos, cubriendo su piel en una capa dura y centellante de oro puro. Haciéndola parecer lo más cercano a una armadura. Sabía por qué, pero no quería decírselo a Harry aun.

No todavía.

Había asuntos más importantes que discutir y no eran precisamente políticos.

Le quitó el paño húmedo de sus manos temblorosas y besó los nudillos en muestra de agradecimiento. El agua había dejado de ser cristalina, pero a pesar de la suciedad, Louis no se avergonzó. Esto era la cruda prueba de que no había dejado de caminar por los árboles blanquecinos, de cruzar el rio gélido, de... arrepentirse.

Él se arrepentía.

Después de todo el mal que provocó en su reino y en su gente. Haber rompido a Harry ese día en la colina era una de sus peores frustraciones y arrepentimientos que lo albergaban ahora. Necesitaba deshacerse de la opresión en su pecho, la piedra que pesaba en su estómago, el manto que mantenía sus hombros encovados.

—Voy a quitarte esta barba —avisó Harry, poniéndose de pie y caminando hacia la mesa dispuesta junto a la bañera, donde una navaja descansaba impávida cerca de un paño limpio. Harry secó sus ojos para no llorar antes de tomarla y prepararla —, y cuidaré de las quemadura en tus mejillas. Takumi, el médico, me dio un aceite especial.

The king's heart (l.s) #2Where stories live. Discover now