XLVII: Noche de bodas

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La fiesta continuó hasta altas horas de la noche. El vino venía y se iba, los invitados bailaban y reían a carcajadas, pero, tras el último vals, Louis anunció que se retiraría a sus aposentos. Las ovaciones regresaron mientras ambos subían las escaleras, resguardados de los guardias. Lord Calian y Enid encabezaban la fila. Al hacer ingreso al salón, Louis se giró hacia ellos.

—Triplique la guardia para hoy, mañana y el siguiente día, Lord Calian —ordenó al comandante de cabellos blancos —, Enid, resguarda mis aposentos y el pasillo. Si alguien necesita de mí de manera urgente, golpea la puerta. De no ser así, no quiero interrupciones.

Lord Calian hizo una reverencia y se volteó, caminó hacia afuera nuevamente, dejando a los otros guardias con ellos. Louis alzó su brazo e invitó de manera silenciosa a Harry para que lo tomara, su omega encajó su brazo con el suyo, el movimiento reveló su aroma dulce, que siempre le recordaba a estas tardes de verano, y comenzaron a caminar tomando el camino hacia la habitación.

La energía del baile aún no menguaba del cuerpo de Louis. Su corazón golpeaba con fuerza en su pecho y aquel no se tranquilizaba al percibir los propios nervios de Harry. El vals... no podría explicar con palabras lo que había significado, lo que habían creado. Como si ellos mismos hubieran invocado el lazo y lo hicieran algo tangible. A pesar de que Harry recién aprendía los pasos y las costumbres, había lucido como un lucero en medio de la noche. Eclipsó a todos con su energía, sus movimientos, su rostro. Esa mirada que prometía arrebatarte hasta el más misero puñado de vida. El orgullo embargaba toda su alma. De eso estaba seguro, pero no pronunció ninguna palabra mientras el calor del vals intentaba menguar.

Mientras su omega le dedicaba breves miradas y sonrisas tímidas, como si supiera lo que estaba por venir. Louis intentó mantener una expresión impasible, pero por dentro los nervios lo arañaban. No porque acostarse con su esposo le suponía eso, sino... el recuerdo de los últimos acontecimientos. El fruto que habían creado con la marca y que Denébola les arrebató.

Al llegar al pasillo, su corazón dio un vuelco y latió más deprisa. Harry pareció notarlo, pues con su mano contraria cubrió la suya y la acarició mientras descansaba su cabeza en los comienzos de su hombro.

Los guardias que estaban frente a las puertas se enderezaron ante su llegada. Louis no los saludó. Puso una mano en la manilla y ladeó una sonrisa. Había preparado una sorpresa para Harry. Algo pequeño, pero sabía le haría feliz. Se giró a mirarlo y su omega, ya familiarizado con sus expresiones, supo que tramaba algo.

Se cruzó de brazos y alzó una ceja.

—¿Louis?

—Tengo una sorpresa —confesó él. Alzando el mentón con orgullo —, cierra los ojos.

Harry lo hizo.

Louis abrió la puerta de par en par y le tomó las manos para guiarlo al interior. Le hizo parar en medio de la habitación e hizo una seña con su mano al guardia para que cerrara la puerta. Cuando el chasquido del seguro hizo eco dentro, se paró detrás de su omega.

—Ábrelos.

La cama estaba cubierta por pétalos de distintas flores que él mismo ordenó sacar a las sirvientas ese mismo día por la mañana, las cuáles continuaban en el piso y decoraban la habitación. En el escritorio donde antes había estado el mapa y los cofres con timbres, ahora había una canasta llena de vino, aceites, fruta. Todo preparado para esa noche. Las velas yacían ordenadas en cada mueble, todas encendidas para proporcionar aquella luz cálida y amarillenta que solo ellas podían entregar. Ningún candelabro o farola estaba encendida.

Vio a Harry cubrir su boca con ambas manos y dar un paso, sus ojos verdes, que parecieron haber robado el color de los árboles y el césped, en primavera, contemplaron con maravilla cada detalle, cada obsequio. Sus brazos temblaron al igual que sus piernas. El pecho de Louis se hinchó de orgullo.

The king's heart (l.s) #2Where stories live. Discover now