IX: Pérdida de control

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Sorprendentemente, en los dos días transcurridos, Viggo y la señora Novalie no le pidieron a Harry hablar sobre la bruja, la batalla, Melaquias o Nymeria. Ambos lo dejaron en paz. Harry sospechaba que esto solo se debía a Novalie, pues su padre nunca habría tomado una decisión de dejarlo tranquilo por voluntad propia.

El día anterior no había salido con Ivory como le prometió. El resfriado que cogió le impidió salir de cama, y para Harry no fue más que la excusa perfecta para quedarse escondido de todas las miradas curiosas y lastimeras. De todos los olores dominantes y del bullicio. Se mantuvo todo el día bajo las mantas, contemplando la nieve que volvía a caer en el jardín.

En el silencio se imaginó como aquella aldea podía verse en verano, con la higüera llena de frutos y hojas meciéndose dulcemente. Sin embargo, imaginar eso, solo le confirmó la necesidad irrefutable de regresar a Nymeria. Harry sabía que en Icicle el verano nunca llegaba. La nieve se derretía y solo un sol frio los acompañaba sin cesar, mientras que en Emperor el calor calentaba hasta los huesos. Aquí, en su continente, el verano era lo mismo que el invierno. La única diferencia era que la nieve dejaba de caer y traía consigo una lluvia suave que alimentaba los suelos verdes. Pero el frio permanecía, testarudo. Como el frio que Harry palpaba debajo de su piel a pesar de la cantidad de ropa que traía puesta.

Mientras miraba ese jardín, arropado con una manta sobre sus hombros, se permitió abrir aquel lado de su pecho para sentir el lazo que estuvo siempre tirante y con vida cuando conoció a Louis. La única cosa que lo conectó a tierra e impidió que su mal humor le hiciera perderse en el disgusto. Louis y él habían tenido muy poco tiempo para conocerse del todo, pero fue el tiempo suficiente para generar una conexión que él simplemente no lograba comprender pero que sin duda lo llenaba y le hacía vivir.

Ese lazo que latió desde la primera mirada, fue suficiente para conocer a Louis. Las muecas, las situaciones que lo enojaban, las personas que no le agradaban, la comida que, disimuladamente, dejaba a un lado. Pero el lazo, como si hubiera muerto, apenas se meció dentro de él. Harry llevó una mano al centro de su pecho e inhaló hasta que sus puntiagudos hombros se elevaron y acariciaron sus rizos. Lo notaba enterrado y en la espera de que otra luz tomara el otro extremo para poder volver a enredarse, pero con solo la idea de entregarse a otra persona...  A Harry le hacía erizar los vellos de los brazos.

Tras haber probado una sola caricia de esos dedos que todo el mundo temía, que él mismo temió, pero que pudo ver, no eran más que dedos inofensivos y obedientes a la piel que tocaban, él no podía imaginarse al lado de otro hombre, de otra mujer. Y si de no morir ahora, debía permanecer solo, vagando en la tierra mientras veía a todo el mundo renacer y reconstruir sus hogares, él lo iba a hacer. Porque nada, absolutamente nada, reemplazaría la conexión diferente y furiosa que tuvo con Louis.

Harry había conocido la peor parte de ese hombre. Había visto al rey y al hombre, a ambos peleando uno contra otro para decidir entre el amor y el deber. Se había comprometido con el monarca y con Louis, para al final... solo quedarse con recuerdos amargos.

Aun así, una sombría sonrisa siempre aparecía cuando recordaba los primeros días en el barco, los días en las mazamorras subterráneas, cuando se dio cuenta que Louis era su alfa. Aunque no quería, siempre suspiraba enamorado y permitía ese recuerdo abrigarlo. Ambos fueron tan rudos y tercos, tan gobernados por el deber, que desperdiciaron demasiados días, demasiadas lunas. Si Harry pedía un deseo ahora, no sería más que regresar a ese tiempo para evitar cada mala decisión.

Se durmió con los recuerdos y los abrazó hasta que sus brazos dolieron y el pecho dejó pasar otro cosquilleo, como queriendo calmarle el escozor permanente que habitaba ahí. Pero no soñó con Louis como quiso, ni con Alden o su madre. No soñó con nada. Ningún sitio seguro, ningún rostro conocido más que la oscuridad. Y cuando despertó, no hubo ningún cambio. Se levantó, se bañó y, al terminar, se dirigió a la habitación. Ivory no estaba en ella, pero su pijama estaba doblado a los pies de la cama al igual que el de Anika.

The king's heart (l.s) #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora