EPILOGO

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El clamor dentro de la taberna hizo a Harry carcajear. Miraba a los hombres y tarareaba las canciones que ellos gritaban al compás de los violines y tambores. Cantaban historias sobre el mar, sobre las hadas, sobre amores perdidos y de mundos mágicos. La cerveza que había estado en su vaso desapareció pero dejó un sutil y delicioso color rojizo en sus mejillas, que ahora dolían de tanto sonreír. Un hombre se subió a la mesa, usaba un sombrero de mimbre y bailó arriba, alzando las piernas y aplaudiendo. Una mujer le siguió y bailó con él. Harry aplaudió, volviendo a reír mientras todos animaban a la pareja.

Jamás había creído que ir a las tabernas al costado del puerto sería tan divertido. Eran sitios grandes y las casas de dos pisos. Algunas tenían habitaciones arriba para quienes necesitaban dormir. A pesar de tener guardias en las puertas, alrededor de la mesa y otros más rondando en el sector, el ambiente era cálido y amigable.

—La estás pasando muy bien.

Se volteó a ver a Louis cuando su voz sonó cerca de su oreja, haciéndole cosquillas. Él lo contemplaba con un brillo divertido en sus ojos azules. El cabello castaño estaba ligeramente desordenado. Obra de él de tanto acariciarlo.

—Quiero bailar —confesó, inclinándose hacia Louis y plantando un beso en sus labios. Louis le sonrió tan embelesado como un adolescente experimentando el amor —, baila conmigo.

—¿Sabes bailar siquiera la música de cantina?

—Siempre hay una primera vez.

Louis rio, miró a los hombres que seguían parloteando y cantando. Sin embargo, Harry percibió la negación antes de que la dijera. Debió haberlo previsto. Louis no es de los que bailan este tipo de música en público. Dudaba en privado también. Harry ocultó una sonrisa y apoyó un codo en la mesa mientras sostenía su cabeza contra la mano. Al pestañear, percibió el efecto del licor.

—No quieres.

Las comisuras en los labios de Louis se curvaron ligeramente en una mueca, para luego volver a su expresión neutral.

—Bueno... —comenzó a decir —, no sé hacerlo. Pero si tú quieres, ve.

—¿Puedo? —se enderezó, sus ojos verdes brillaron —¿No te molestarás?

—¿Por qué me molestaría?

—Quizás baile con otro hombre.

Louis gruñó por lo bajo, volvió a mirar a los trabajadores del puerto, pero acabó encogiéndose de hombros.

—Ve a divertirte. Ya es tarde y hay que regresar a palacio.

Harry hizo un puchero.

—No quiero volver. No todavía.

Louis clavó su mirada en la suya. Fijamente. Su mano ahora sana se alzó y acarició su mejilla.

—Está bien, yo tampoco quiero volver todavía. Te llevaré a otro sitio.

Harry rio y se levantó de la silla. Besó la mejilla de Louis y fue a mezclarse con los demás hombres y mujeres que bailaban en la pista de manera salvaje y libre. La música penetró en sus músculos, haciéndolos mover por cuenta propia. Harry rio, girando sobre sí mismo y alzando los brazos. Por un momento, todo el trabajo que había estado realizando durante los tres meses que pasaron desde la guerra, quedaron atrás. Los dolores de cabeza, los insomnios, las quejas. El consejo. Iain. Aquel hombre tan insufrible que apenas le dejaba respirar, quedó atrás.

Amaba cuando Louis proponía escapar de las responsabilidades para aparentar que solo eran dos amantes visitando una ciudad desconocida. Cuando lo dejaba curiosear, aprender, divertirse. Hasta el momento, habían recorrido los bosques, dormido en ellos. Habían ido a la cima de una colina para ver las estrellas, habían visitado ferias y mercados. En unos meses irían a Sekgda para visitar a Darko. Quien, según las cartas que ha enviado y las de Ivory, relataban la llegada de una curiosa chica que, definitivamente, robó el corazón de su amigo.

The king's heart (l.s) #2Where stories live. Discover now