LXXV: Confiado

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Una sola vez Harry había experimentado lo que era despertar sobre el pecho de otra persona. Una sola vez, como un sueño lejano, sintió el calor de un sol frio entibiarle la cabeza y parte de sus hombros pero, aunque lo había vivido apenas dos años atrás, esta vez pareció ser la primera vez. Porque ahora no era un sol frio el que pegaba justo en su cabeza, no había viento frio que le erizara la piel, no existía el olor de la nieve.

No.

Ese frío se había ido. El hielo que se alojó dentro de él y enjauló sus órganos, el espíritu, a pesar de continuar ahí dentro, ahora se había fusionado con el calor, con el dulce, con la calidez de un pecho fuerte, vivo y libre. No quiso abrir los ojos cuando despertó. Tampoco lo quiso hacer para asegurarse que lo que vivía no era un sueño. Lo hizo porque así se le placía. Porque podía. Porque desde ahora, ya no tenía motivos para temer a que un mañana no llegase.

Inhaló profundamente, saboreando el calor del sol veraniego en su rostro, el viento que entraba por la ventana meciéndole el cabello. El silencio y el canto de las aves marinas que volaban sobre el mar. Nada se comparaba a esto. A esta vida. Y desde ahora sus días serían así.

Pensarlo le hizo sonreír sobre el pecho de Louis, quien deslizó una mano por su espalda, reteniendo un quejido. Al oírlo, Harry alzó la cabeza, viendo en él una mueca de dolor.

—¿Todo bien?

Louis asintió apenas, pestañeando para borrar el sueño.

—Necesito... moverme —intentó sentarse, pero al no poder hacer mucha fuerza por el hombro, Harry se sentó a su lado y acomodó los almohadones detrás de él mientras lo ayudaba a sentarse como quería. Louis suspiró —, así está mejor.

—Es porque me hiciste dormir sobre ti. Ahora apenas podrás moverte por mi culpa.

Louis chasqueó la lengua, volviendo a cerrar los ojos.

—¿No crees que es muy temprano para regañarme?

Bufó y se recostó de espaldas otra vez, dejando los pies sobre los almohadones, con los brazos extendidos a cada costado suyo. La cama era tan grande, que fácilmente podrían caer seis personas en ella. Miró el techo, la profundidad de ella. Hoy era el día en donde la antigua reina y todos los caídos, partirían a reunirse con Aeris a través de un honorable funeral. Louis no había tocado el tema, ni siquiera por la noche. Y Harry no se atrevía a hacerlo tampoco. Pero debían arreglarse para desayunar. Él debía arreglarse para la reunión.

Sin embargo, una mano se extendió por la cama y agarró su tobillo, se apoyó sobre los codos y vio a Louis moviendo sus dedos en la planta de su pie. Una sensación magnifica le nubló la vista e hizo estirar la cabeza. Un masaje de pies... jamás se lo habían dado.

—¿Te gusta? —consultó Louis, moviendo el dedo pulgar circularmente.

—Sí. —Harry volvió a mirarlo, contemplando sus facciones adormiladas, ya descansadas. Joder, era tan perfecto —¿Dormiste bien?

—Lo hice. No dormía así desde... ya sabes.

No respondió. Sabía a lo que se refería, al dolor y las pesadillas. Él también había dormido bien, pero a veces lo asaltaban recuerdos de su padre, de la batalla, de cuando vio a Louis herido y desmayarse a sus pies. Las noches pasadas había soñado con eso. Una pesadilla, pero esta noche curiosamente no lo había hecho. Atribuía el tener el calor de Louis a que estos sueños no aparecieran. A su olor dominante empapándolo de pies a cabeza.

—Me alegra ayudarte a dormir.

—Espero no tener pesadillas más adelante, aunque estoy seguro pasará.

The king's heart (l.s) #2Where stories live. Discover now