XLVIII: Rey

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Louis no durmió.

Sostuvo a Harry entre sus brazos en las largas horas de la noche y se convirtió en el vigía de sus sueños, como solía hacerlo cuando la luna se apiadaba de su espera. Se asesoró de que estuviera bien arropado con el cobertor y que el viento que entraba por el ventanal, frío y marino, no le enfriara la piel. Los rizos de Harry decoraban el pecho de Louis, se esparcían sobre él como la miel. Sus labios ya con su color natural y no hinchados, se mantenían entreabiertos. La respiración emanaba de ellos con suavidad y tranquilidad, remeciendo los vellos de su piel en un vaivén sutil.

Algunas notas del olor del aceite permanecía en el aire, en sus cuerpos, junto con los otros fluidos ya secos. Louis acarició el hombro de su esposo mientras dejaba descansar el brazo contrario debajo de su cabeza y contemplaba el cielo. Harry se movió, pero volvió a acomodarse hasta quedar pegado a su costilla. Las comisuras de la boca de Louis se curvaron hacia arriba con aquel gesto tan íntimo. Confiado.

Las horas continuaron pasando y él miró como el cielo lentamente cambiaba de tonalidades. Las aves volar entre la bruma marina. Cerró los ojos, solo unos segundos y escuchó la respiración tranquila de la persona que tenía junto a él. El chico que... le hizo abrir la cortina ante sus ojos y hacerle comprender que por muy oscuro fueran los días, las soluciones existían.

Se acomodó más abajo y plantó un beso en su coronilla, oliendo su perfume, su esencia mezclada con la propia, en el cabello de su omega. Frotó la punta de su respingada nariz en esas hebras aterciopeladas, embriagándose del olor de ambos. Su omega durmió tranquilamente ahí, a salvo, con el calor de su cuerpo, la marca abierta, su semilla saliendo de su interior y escurriéndose entre las piernas y sábanas. Louis se dedicó a observarlo bajo la luz amarillentas de las velas. A comprender que ahora quien yacía a su lado era su igual y no un rehén. Harry era su rey. Harry...

No había más palabras. No había nada más que eso. Ni maneras de expresar lo que su corazón guardaba y tomaba como motor para continuar latiendo.

Harry.

Harry.

Su único amor como dijo él.

La lengua de Louis picaba por expresar todo lo que sentía siempre, pero no había manera algunas más que una y esa era pronunciar el nombre de su esposo, quien antes había sido motivo de odio.

—Harry —volvió a acomodarse y rozó sus labios sobre los de él, haciendo propia la emoción de estar casado —, te amo.

—Yo a ti.

Louis sonrió cuando la voz de Harry resonó en el silencio. Dejó otro beso sobre su boca y apartó largos hilos de su cabello de su rostro. Sin embargo, Harry se apoyó en un codo y tomó su mentón con la mano. Dio inicio a un beso dulce, ardiente. Los chasquidos de sus labios hizo eco en la enormidad de la habitación.

Louis rodeó la cintura de su omega, mientras seguía el compás de su beso a la vez que la mano de Harry se escabullía por las sábanas y acariciaba su cadera, su miembro.

—Tesoro...

—Es nuestra noche de bodas —pronunció en un jadeo, besando su mejilla y deslizándose hacia su cuello. Louis cerró los ojos, relamiendo sus labios cuando los dedos de su esposo rozaron la ingle —, y soñé que volvías a tomarme.

Harry se inclinó a su boca nuevamente y lo besó con tanto cuidado y ardor, que Louis no pudo resistirse. Bajó la mano de su cabeza y tomó una de las piernas de Harry. Deslizó la mano por su muslo desnudo, permitiendo a su omega pasarla por sobre el cuerpo y recostarse sobre él, con ambas piernas a cada costado del regazo. Harry puso sus brazos sobre el pecho de Louis y compartió dulces besos. Louis siguió cada uno, acariciando sus glúteos firmes con ambas manos, apretándolos, repasando sus curvas, separándolos.

The king's heart (l.s) #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora