XII: Orígenes

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Urayama era tan alto como lo fue Louis en vida y, a pesar de que la vejez hacia acto de presencia en las líneas de expresión en su escuálido rostro, no existía aquel peso en sus hombros que la mayoría de ancianos poseía. El cuerpo de Urayama estaba erguido como si tuviera apenas quince años. Su columna lucía perfectamente estirada.

Harry pasó velozmente su mirada por el cuerpo del hombre y vio que las manos de Urayama eran grandes y elegantes a pesar de la notoria vejez. Las orejas eran puntiagudas en el arco, con un lóbulo pequeño abajo el cual era adornado con los pendientes que centelleaban bajo la luz natural de la tarde. Harry comenzó a sentirse ansioso mientras lo seguía colina arriba, pisando la dura nieve de las alturas. Días pasados había sentido la extraña atracción a ese sitio, pero ahora que estaba ahí... Sus manos sudaron.

Presentía que algo no saldría bien o que algo que él no quería ver o escuchar ocurriría. No era la presencia en sí de Urayama. El anciano vestido de negro continuaba caminando mientras su cabello blanco y largo flameaba junto al viento. No había un aura maligna a su alrededor, o algo que le indicara a Harry que era un hombre del cual temer. Más bien, se veía sabio y risueño a la vez, pero el sitio en donde vivía... tan alejado... Eso... eso era justamente lo que hizo que su estómago comenzara a contraerse.

Había partículas de olor a vinagre en el aire como si recién se hubiera destapado una botella de vino antiguo combinado con polvo y tierra húmeda. Harry arrugó imperceptiblemente la nariz mientras miraba cuesta arriba, a su sorpresa, no subieron hasta la cima como supuso. Cuando Urayama se detuvo, Momoru y su gente aún se podían avistar. Las farolas envueltas en papeles amarillentos resplandecían como pequeñas luciérnagas, mientras el techo en punta de la casa real se alzaba entre la neblina. 

—Lamento que no esté ordenado, nunca espero visitas. En mi estado y edad, es difícil que me vengan a ver —habló Urayama, abriendo la puerta principal de su cabaña.

Harry contempló el exterior. Era exactamente igual a las otras casas de la avenida. Su techo estaba un poco curvado hacia arriba y desde las esquinas colgaban amuletos. Demasiados a decir verdad. Las ventanas eran cubiertas por cortinas oscuras, mientras que en el antejardín una silla de madera yacía puesta en medio. Urayama debía sentarse ahí durante las tardes pensó Harry, para mirar los atardeceres fríos del continente Icicle.

—No es problema.

—¿Te apetece una taza de té?

Harry redujo la velocidad de sus pasos cuando estuvo cerca del umbral y miró a Urayama con los ojos abiertos. En los meses que estuvo fuera, aprendió lo suficiente como para dudar del ofrecimiento de una taza de té. El veneno o brebajes... no se percibían ahí. Urayama sonrió con astucia cuando contempló aquel frágil pensamiento en el rostro de Harry. Y rio, negando para sí mismo mientras descansaba uno de sus brazos detrás de su espalda e ingresaba a la cabaña.

—No voy a envenenarte. Estoy en medio de la aldea. Mi señora sería la primera en enterarse que ha habido un acto de maldad en contra de uno de sus huéspedes.

—Yo...

—Y si lo hiciera ¿Qué podría obtener de ti? Solo eres un compuesto de huesos, sangre y músculos. No tienes nada interesante de lo que me pueda beneficiar como sería en el caso de una planta o una gema creada en la punta de una montaña.

Harry no habló.

¿Qué podría decir? El anciano tenía razón. No era nada más que otro cuerpo humano moribundo y vacío intentando sobrevivir en aquel plano mortal. Era solo... un compuesto de carne que ahora lloraba la perdida de otro compuesto de carne.

Entró a la casa y cerró la puerta. A su sorpresa, el interior era cálido y un olor a incienso navegaba por los aires. La chimenea tenía un fuego vivo y una cantidad extrema de lámparas yacían puestas por todas partes, iluminando toda la sala principal de manera impresionante. Harry había esperado encontrar una casa como la de la profeta, llena de huesos en las paredes, frascos con corazones latentes, pero la casa de ese anciano era casi similar a la casa real. Incluso más acogedora al ser pequeña.

The king's heart (l.s) #2Where stories live. Discover now