VI: La condesa

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Suaves golpes en la puerta despertaron a Harry por la mañana. Cuando abrió los ojos, sintió su cuerpo adolorido y la cabeza pesada, como si le estuvieran golpeando reiteradas veces con un martillo. Se giró en la cama, dejando ir un quejido cuando se percató que estaba sudando y que su cuerpo se estremecía por oleadas de escalofríos. Ivory se estaba levantando en la cama contraría a la suya, pero al escucharlo, no tardó en acercarse. Su cabello rojizo estaba desordenado y sus ojos tenían el leve rastro de haber dormido como un bebé durante la noche. Puso una mano en la cabeza de Harry, jadeando en frustración al sentir la temperatura alta.

—Es solo un resfrío —habló Anika, poniéndose de pie para avanzar hacia Harry e Ivory. Sus ropas blancas contrastadas con su cabello pálido le hicieron ver como un ser fuera del mundo mortal —. Sus defensas bajaron. Su cuerpo está expresando su dolor interno.

Ivory miró a Anika con las cejas fruncidas y una expresión en el rostro para nada simpática. Anika lo ignoró.

—¿Entonces? —preguntó Ivory —¿Qué hago?

—Nada. Harry debe descansar y comer. Una infusión lo ayudará.

—No quiero comer —susurró Harry, pasando una mano por su frente para quitar rastros de sudor. Pensar en la comida le hacía sentir nauseas. Su estómago inevitablemente se retorcía y dolía.

—No has comido nada —intervino Ivory, volviendo a poner una mano en la frente de Harry —. Estas hirviendo y muy pálido. No dejaré que enfermes más.

Harry no respondió. Cerró los ojos y se giró hacia la ventana, donde la luz de la mañana apenas iluminó la habitación. Le dio la espalda a Ivory y Anika, esperando que ellos entendieran que quería estar en paz y en silencio. No necesitaba la lástima o ayuda de nadie. Si era un resfrío, este se iría de la misma manera en que llegó, y si moría, era mucho mejor, de esa manera no lidiaría con los problemas que su padre ocasionó solo por su gran ambición. No tendría que lidiar con Nymeria o Denébola. Y aunque pensaran que era un cobarde por rendirse... El mundo debía entender que él solo era un chico de diecinueve años y estaba cansado.

Golpearon la puerta otra vez. Ivory caminó hacia ella y la abrió. Harry no vio quien había ido, pero por la voz, supo que era una sirvienta.

—Mi señora los invita a desayunar con ella en la mesa. Pero antes deben asearse y cambiar de ropa. Una vez terminen, podrán disfrutar de sus comidas calientes. Su baño será preparado en el piso de abajo. Una sirvienta los vendrá a buscar.

—Gracias. Bajaremos ahora.

Ivory cerró la puerta otra vez y se acercó a la cama de Harry. Con cuidado, apartó las mantas. Su amigo estaba encogido debajo de ellas, temblando como si estuvieran bajo la nieve otra vez. Sus labios no tenían color, el cabello se pegaba a sus mejillas rojas, mientras que las uñas de sus manos permanecían en un tono morado.

—Oye, vamos a asearnos para que puedas comer. —No obtuvo ninguna respuesta por parte de Harry —. No seas terco. Tienes fiebre y estas debilitado. Necesitas mejorar.

—Y para qué —musitó Harry, cerrando los ojos con fuerza. Un jadeo adolorido se escapó desde su garganta. Sentía pinchazos por todas partes —¿Para qué mi padre pueda juzgar mis actos otra vez en mi cara?

Ivory apretó sus labios, buscando en lo profundo de su cabeza algo que hiciera a Harry ponerse de pie y seguir adelante. Seguir peleando por este mundo y su gente. Pero no encontró nada. Harry lo había perdido todo en cuestión de segundos. Todos a quien amaba abandonaron esta tierra ante sus ojos, dejándolo solo con un padre que si bien lo quería, no lo demostraba de la mejor manera. Pedirle que continuara peleando después de haber sido secuestrado, golpeado, humillado... era una crueldad. Harry necesitaba tiempo, espacio, pero aunque Ivory quería dárselo como un año atrás... temía de que Harry perdiera el juicio. El miedo de que Harry cometiera una locura era mucho mayor.

The king's heart (l.s) #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora