XXXIV: Prueba

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Golpes diagonales, directos, circulares, improvisados y firmes, fueron lo único que habitó en la cabeza de Harry por las mañanas. Después del incidente con Davian, el entrenador mantuvo sus manos a los costados de su cuerpo y no las usó para nada más que corregir posturas que Harry hacía mal. Como alzar más el codo, rodar las caderas, posicionar correctamente su tobillo. Y el cambio de como lo había tocado ese día fue notorio.

La espada dejó de sentirse pesada en sus manos y Harry la empezó a mover como si toda su vida hubiera nacido para hacer esto. No podía decir que la había dominado del todo, porque cuando llegaba a la casa real, Louis estaba en el jardín entrenando a solas. A veces con Darko. Y ambos estrellaban sus espadas de una manera bruta y perfecta. El filo siempre cortaba el viento y lanzaba chispas por los aires. Louis no temía de Darko. Al menos mostraba tener cierta confianza al permitirle entrenar con él cuerpo a cuerpo.

Darko le había comentado después de las cenas, cuando ambos se cruzaban y sentaban a charlar mientras veían el jardín, que Louis era un buen guerrero. Que su gen de alfa lo beneficiaba. Era un buen rey. Y que tenía su lealtad. No por él, no porque Louis fuera su amigo, sino porque Harry lo quería. Louis, para Darko, era el alfa de Harry, no al revés. Esa noche Harry lo abrazó y agradeció que aceptara un poco a Louis a pesar de lo que para Darko significaba. Habían sido dos días después del incidente con Davian.

Darko acarició su cabello con sus manos. Su corazón latía frenético en su pecho, pero Harry lo ignoró. Prefirió concentrarse en como las cosas encajaban en su sitio por fin.

Sus días, el de ambos y todos, ahora se basaban en esperar a que un barco llegara, a que los sacos y barriles fueran llenados con comida. Que el agua recolectada fuera limpiada para poder transportarla y mantenerla sana durante tres semanas.

—Gracias por aceptarlo —le dijo Harry esa noche a Darko, refiriéndose a Louis.

Darko se encogió de hombros.

—Es parte de ti. Tenía que dejar las diferencias a un lado. 

—No necesariamente. No tiene que caerte bien.

—Es el rey. Un rey que comandará la guerra. Tenemos que llevarnos bien. Soy un guerrero sin aldea. Ya no pertenezco a ningún sitio más que seguirte. Podría ser tu comandante oficial.

Harry carcajeó, separándose de él y dejando un mechón rizado detrás de su oreja. Pero era cierto... ninguno de los dos, al menos Darko y Ivory, ya no tenían donde vivir. Tampoco su padre. Si volvían a Sekgda...

No podrían estar en Sekgda teniendo en mente que todos se fueron con Denébola y que, en la guerra, tendrían que enfrentarlos. Era un tema que aún no se hablaba. Algo que les perforaba por dentro.

Harry no tenía agallas para asesinar a su propia aldea.

—No es una mala idea que seas mi comandante privado. Así como Louis tiene a Calian. Se lo comentaré a Louis.

—Bien. Así podré cuidarte aunque no me lo pidas.

Harry volvió a carcajear y apoyó su cabeza en el hombro de Darko mientras se cruzaba de brazos y observaba el jardín. Ambos miraron la luna menguante esa noche, por horas, hablando sobre la infancia de ambos. Como Harry le lanzó piedras al creer que era un alfa igual a los demás y como Darko después salvó a Ivory. Hablaron sobre Viggo también...

Pero Harry no podría perdonarlo.

No todavía.

Su padre debía entender que, dejar morir a Alden, no era algo por lo cual él podía dar su perdón tan fácilmente.

The king's heart (l.s) #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora