LX: Lamento

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El sonido del agua lo despertó. Abrió los ojos con lentitud y miró a Cyra que estaba inclinada hacia él. La luz de las velas iluminaba solo una porción de su rostro fino, enmarcando las ojeras con crueldad. Harry la vio mojar un paño en una fuente que yacía sobre el escritorio y llevarlo a su torso desnudo. Apenas se inmutó cuando ella limpió los costados de la herida ahora cerrada. Miró el techo, intentando oír algo allá afuera, pero el ruido en el exterior era el mismo. Pisadas, murmullos, llantos. ¿Cuántos habían muerto por su culpa?

Cyra alzó la vista y dio un respingo al verlo despierto. Una sonrisa se instaló en su rostro al instante.

—¿Has despertado recién?

Harry negó. No sonrió, tampoco tuvo el impulso. Cyra tensó sus labios al no obtener respuesta de su parte como la que esperaba y se acercó con el bol a su cama. Harry la vio estrujar el paño y acercarlo a su piel otra vez. Con toques suaves limpió la sangre de su torso y alrededor de la herida inflamada.

—Libelle está en su tienda hablando con los ancianos de Haze. Zimo está a salvo por si te interesa saber, ahora Ivory lo está observando. No tiene huesos rotos, pero lo han azotado. Libelle llegó justo a tiempo me relató. Varios soldados han sobrevivido. Me contó que te desmayaste, pero que lograron escapar. Tu herida no es profunda. En unos días sanará.

Harry no respondió. Algo le decía que si pronunciaba una palabra rompería en llanto otra vez.

Cyra continuó limpiando. Su rostro siendo un manto de lastima.

—Lo lamento mucho —susurró ella. Harry giró la cabeza y se encontró con que el mentón de Cyra temblaba —, Viggo no merecía este horrendo final.

Cerró los ojos y regresó su cabeza a su sitio anterior, respirando hondo para no llorar, para no recordar la imagen de su padre tirado en las cerámicas del suelo. El deseo tan profundo de él por verlo muerto tal como Alden lo estaba.

Quería hundirse en este dolor. Pudrirse en él y no saber nada de nadie. Nada de guerras, nada de llantos, nada de desesperanza. Quería regresar a Sekgda y volver a ser un chico común con el deseo de sobresalir en algo. Pero estaba encadenado. Estaba obligado a levantarse.

Cyra comenzó a llorar mientras lo limpiaba. Y Harry no pudo pedirle que parara. Comprendía su miedo. La incertidumbre de no saber si podría regresar a su hogar.

—Denébola es peligrosa —dijo a la nada —, hizo regresar a Alden de la muerte, usando el cuerpo de un hombre común. Hizo un trato con Ethel.

—¿Qué?

—Su magia se la dio él, por eso el mundo se está congelando. Trajo a mi hermano de la muerte para que me uniera a ella y el mundo ahora se convierte en un segundo inframundo. El collar... es el collar la vía. Para matarla hay que enterrar una espada de plata en su corazón. Urayama estaba equivocado.

Cyra hipó y secó sus ojos, sopesando esa información. Harry la vio pestañear rápidamente y fruncir el ceño. Afuera de la tienda sombras empezaron a moverse y las voces de los soldados se agitaron, rompiendo la poca tranquilidad en el interior de la tienda. Sus pisadas retumbaron en el suelo. Gritaban sobre el retorno de alguien y corrían en una misma dirección. Harry alzó levemente la cabeza y vio como ellos pasaban veloz por afuera. Gritos ser dados. Victoriosos.

—Iré a ver qué ocurre. No te muevas.

Ella se levantó y dejó la fuente con agua a un lado, cubrió a Harry con una manta y secó sus ojos mientras se acomodaba el cabello y salía de la tienda. Harry la vio caminar en la misma dirección en la que se fueron los soldados mientras el eco de relinchos de caballos se esparcía por el aire. El inconfundible lazo y presencia de Louis se hizo presente y fue todo lo que Harry necesitó para llorar.

Llevó una de sus manos a su pecho, haciendo círculos para calmarse y con la otra cubrió la marca, mientras el crudo recuerdo de haber estado inmovilizado por el poder de Denébola regresaba. Aquel fuego quemándole por dentro, convirtiendo su sangre en algo denso. La imposibilidad de respirar. Jamás había sentido un miedo tan frío como aquel, una desesperación tan incontrolable. Harry sollozó en silencio mientras yacía acostado y escuchaba.

Esto lo merecía. Merecía este dolor y el estar tumbado en la cama. Estar sufriendo. Merecía la muerte de su padre por haber dejado que Denébola se apoderara de Nymeria.

Cerró los ojos y sorbió por la nariz.

¿Cuántos habían muerto? ¿Cuántos estaban heridos?

Merecía el odio. Merecía que todos le dieran la espalda.

Los soldados allá afuera gritaron en victoria cuando el relincho de los caballos cesó. Harry pudo percibir la voz de Libelle y la de lord Elías. Los ancianos de Haze.

—¡Gracias a nuestros dioses por traerlos sanos y salvos! —dijo Iain —¡Hay que hacer una ceremonia de agradecimiento!

—¡Dónde está mi esposo!

Aquel era Louis. Iain apenas había acabado de hablar cuando él exclamó a viva voz en el campamento por su presencia. Harry se sobresaltó en la cama y cerró aún más los ojos. No quería que lo viera así. No quería que llegara la tienda. Porque Louis querría abrazarlo, porque se enojaría, porque comprendería la magnitud del problema y se pondría tan furioso...

—¡Dónde está mi esposo!

El ruido de afuera se esparció y sombras se proyectaron en la tienda. Los soldados iban detrás de Louis, mientras el abrigo de él se movía con cada pisada. Harry vio como avanzaba furioso e Iain intentaba detenerlo afuera. Harry a cuestas se sentó, envolviendo su cintura con un brazo. No veía a Louis desde la boda. Hace tres semanas exactamente. La luna aun no estaba sobre ellos.

—Su majestad Harry, ha sufrido graves heridas. No creo que sea propicio molestarlo ahora.

—Aléjate, Iain —ordenó Louis.

—¡Por su culpa estamos aquí! —gritó alguien afuera, lejano.

—¡Nos llevó a la ruina!

Louis gruñó.

—¡Aléjate ahora!

Iain, con solo aquel grito mezclado con un gruñido, se hizo a un lado y Louis entró a la tienda. Harry conectó su mirada con la de él. Los ojos de Louis brillaban como los de Denébola, polvo dorado danzaba dentro de sus pupilas azules. Y la pregunta de si Denébola lo había convertido en algo igual a ella, con la intención de que Louis fuera parte de su ejército no evitó aparecer. Harry sorbió por la nariz. No dijo nada, pero su cuerpo tembloroso lo delató, la necesidad de estar cerca de su alfa viajó por el lazo. Todo lo que retenía detrás de su escudo pasó por el lazo y llegó a Louis.

Él contempló su cuerpo, sus heridas y una furia fría pintó su rasgos.

Harry reparó en que la barba le había crecido, en que manchones de tierra ensuciaban su frente y cuello. Las armas colgaban aun de su cintura.

—Estas vivo —dijo Louis —, estas vivo.

Lo vio acercarse y caer de rodillas junto a la cama. Apoyó la frente en el borde de la cama y respiró profundamente. Sus hombros se relajaron como si un peso invisible se hubiera caído.

—Estas vivo.

Harry miró al frente, Cyra y Libelle las miraban desde la entrada. Libelle no sonrió. El enojo estaba enmarcado en sus facciones. Estaba enojada con él por no haber oído. Por no haber escuchado lo que habría sido mejor. Merecía ese trato también. Merecía todo esto por ser impulsivo. Por ser un rey inepto.

Louis alzó la cabeza y con la mano enguantada tocó su pierna, acarició hacia arriba, llegando a su muslo hasta poder tomar su mano. Harry mordió su labio inferior, reteniendo el impulso de desarmarse ahí. De gritar, de pedirle a Louis que no se enojara con él. Pero su alfa, en vez de pedirle una explicación, de pedirle información, lo único que hizo fue apretar su mano y respirar con alivio.

—He vuelto como te lo prometí.

The king's heart (l.s) #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora