LIII: En las profundidades

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Harry se cubrió la boca con la mano para amortiguar su sorpresa y el imposible vomito que apenas pudo contener. Zimo los había conducido hacia las profundidades del bosque, donde las setas luminosas ya se habían acabado y daban paso a los frondosos arbustos y troncos cubiertos de musgo. El aroma herbal combinado con el gélido de la neblina, de la magia... hizo que los ojos de Harry se cristalizaran y el estómago hiciera lo suyo.

Retrocedió de la roca en donde estaba oculto y vomitó lo poco que había consumido en la travesía. El sonido fue amortiguado por la distancia, pero a pesar de estar escondidos y lejos, el terror de ser encontrado le erizó cada vello del cuerpo y alertó sus sentidos. Se obligó a detener las náuseas, inhalando profundamente mientras notaba la mano de Viggo sobre su hombro.

Pero...

Pero no podría quitarse jamás de la cabeza lo que había presenciado. Lo que Zimo encontró.

—Hay que regresar —dijo Viggo, con voz trémula y lo más baja posible.

Harry limpió su boca con la manga de la bata, sus ojos vidriosos se dirigieron al otro lado de la roca, donde... donde estaban Los Rebeldes. Los soldados de Louis, enviados a proteger las fronteras, siendo convertidos. Uno a uno, era tocado, era obligado, era matado. Había reconocido algunos rostros, pero fue el hecho de verlos atados y amordazados para que no gritaran, lo que desencadenó sus temblores.

—Quiero volver —confesó. Omitiendo el hecho de que quería volver a Sekgda, irse a un sitio lejano en donde nadie corriera peligro.

Que quería a Louis y ser envuelto en sus brazos para olvidar lo que había visto.

Zimo aun miraba, atento. Su cuerpo se confundía entre las sombras de los árboles.

—Hay unas criaturas —avisó el guerrero, mirando por sobre el hombro —, pero no sé qué son.

A cuestas, Harry volvió a arrastrarse hacia la roca y miró la distancia, al campamento que apenas se podía contemplar con la escases de luz. Con las pocas antorchas encendidas pudo visualizar un animal grande y peludo encadenado a uno de los árboles que se movía de un lado, mientras que, a su lado, igual encadenado, había un ruiner. Su cuerpo grande y escamoso, el cabello largo y negro... le trajo el recuerdo de Kamari. ¿Sería aquel una persona convertida?

El ruiner se movió y comenzó a olfatear el aire, para luego rugir y golpear el suelo con sus patas y la larga cola. Harry pasó saliva, percibiendo el sudor crearse en su espalda. Esto... esto era malo. Era demasiado malo.

Un rebelde se acercó al ruiner y al otro animal, el cual ya no cargaba aquel pelaje sobre su cuerpo robusto parecido al de un oso, sino que ahora llevaba una piel pálida, sus dientes crecieron y se convirtieron en unos colmillos largos y filosos que sobresalían de su labio inferior.

Un loggak. Sin duda era un cambia forma.

—Ya, aquí tienes. Cierra la boca.

El alfa con las ropas de Bridim, vació ante ellos una enorme bolsa de tela, la cual chorreaba y tiñó las manos del hombre en un color oscuro. Harry enfocó la vista, quedando sin aire cuando pudo distinguir los restos humanos allá abajo. Entrañas, órganos, manos, desparramadas en el suelo a modo de comida. Ambas criaturas se lanzaron a ellos y devoraron todo. Absolutamente todo. Mientras sus hocicos se teñían de la sangre.

El labio inferior de Harry tembló, sus manos se tornaron frías y sus ojos no pudieron dejar de ver como esas cosas comían con tanta ferocidad.

Los cuerpos que había visto abiertos en palacio, sin nada dentro de ellos, habían sido profanados por los mismos rebeldes para alimentar a sus criaturas. Aquel anciano de Haze... ahora no era nada más que comida para el ruiner, así como todos lo serían si no hacían algo pronto. Harry retrocedió por el césped húmedo y las ramas, respirando por la boca.

The king's heart (l.s) #2Where stories live. Discover now