Capítulo 8 - Eres Tan Malicioso

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Marco Méndez

Como todos las mañanas me levanto a la hora exacta y me preparo para ir a la empresa. Ya listo acomodo mi corbata y rocío un poco de perfume en mi cuello. Me doy una última mirada en el espejo asegurándome de estar bien arreglado y camino hasta la puerta para salir. Bajo por las escaleras para dirigirme a la cocina.

Al llegar frunzo mi entrecejo al ver a mi abuelo tratando de alcanzar sus medicamentos desde su silla de ruedas. Este al sentir mi presencia se estabilizó en su silla y se giró hacia mí con una sonrisa algo tímida.

Sabe que lo que estaba haciendo era muy peligroso. Una vez tratando de alcanzar sus medicamentos se resbaló la silla de ruedas y el calló al suelo haciéndose daño. Sabe que por esa razón se le pidió contratar a la sirvienta esa para que lo atienda en situaciones como estas.

-¡Marco, hijo! ¿Qué haces levantado tan temprano? -dijo indiferente. Lo mire serio.

-Siempre me levanto a estas horas abuelo, ni más ni menos. -caminé hacia él -Tú dime ¿Qué hacías?.

Lo vi vacilar un poco en responder, -Sólo iba a tomar mis medicamentos que están ahí muy altos. -señaló unos gabinetes -No los alcanzo, pero ya le iba a pedir a Rocío que me los pase.

¿Rocío?, Rocío es una de las empleadas que mantiene limpia esta casa, siempre se la pasa ocupada como para atenderlo. ¿Para qué está su empleadita?.

-Rocío no es la empleada que contrataste para que te ayude en estas cosas, abuelo. ¿Por qué no le dices a la maleducada de tu nueva empleada que te ayude?, ¿para eso se contrató, no?.

-Se llama Jane, Marco. -dijo sereno. ¡Y me importa una mierda su nombre!. -Sí, sí, como sea . ¿Por qué no está aquí contigo?.

Mi abuelo se queda callado por un momento como si pensara lo que va a decir.

-La mandé a comprar unos tabacos... Seguro no tarda en llegar. -Lo miro incrédulo. Esa es la mentira más grande que pudo haber dicho. ¿De cuando a donde él fuma?, tengo entendido que los únicos que fumamos en esta casa somos mi padre y yo.

Lo miro con mi entrecejo de lo más fruncido y lo vi tensarse.

-No fumas, abuelo. ¿Para qué querrías tabacos?. Además si fumaras no tendrías que mandar a comprarlos porque de eso sobra en la oficina de mi padre.

Lo veo posar su mirada en un punto fijo en el suelo. Y se que va a buscar otra excusa por la que la castaña esa no ha llegado. ¿Tanto le agradó cómo para defenderla?.

-No he dicho que son para mí, Marco. Mandé a comprar esos tabacos pensando que ya se les habían acabado a tu padre. -¿Es enserio?, ¿va a seguir cubriéndola?.

-Abuelo, mientes y es mejor que me vayas diciendo desde ahora porqué tu sirvienta no ha llegado. -dije molesto.

Lo vi soltar el aire que al parecer contenía y me miró.

-Estoy seguro que ya casi llega, no tengo prisa para tomar mis pastillas, no es malo tomárselas después de una hora. -Lo sabía, mentía. -¡Por Dios, abuelo! Tienes que tomar tus medicamentos a la hora exacta que te pidió el doctor. ¿Prefieres enfermar por estar esperando a la impuntual de tu empleada a que llegue a la hora que le de su gana?. -empiezo a alterarme.

-No es para tanto Marco, aún es temprano.

-No me importa lo temprano que esté, no puedes pasar la hora que se te estableció. Y todo esto es culpa de esa.. -iba a decir una grosería, pero estoy delante de mi abuelo. No quiero que piense que el maleducado soy yo.

-A ver Marco, tranquilízate. No haces nada con enojarte, tal vez se le presentó algún inconveniente o puede ser que.. -¡No es excusa!, abuelo. Si en realidad le hubiese pasado eso, hubiese avisado ¿no?. -dije furioso.

Bajo Tus Encantos © Where stories live. Discover now