Capítulo 38 - Deja De Mentir

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—¿De qué estás hablando?.—digo incrédulo.

—Lo que escuchaste—responde haciendo una mueca mientras acaricia uno de sus hombros.

Por un momento me distraje a pensar en que hace unos momentos estuve presionandola contra la pared y me sentí como un auténtico hijo de puta por haberle hecho daño. Ver como sus hermosos ojos me miraban con miedo hizo que algo dentro de mí se estrujara.

Vuelvo a la realidad luego de unos segundos y sus palabras se repiten una y otra vez en mi mente.

¿Va a renunciar?

—No puedes hacer eso...—de repente no reconozco mi voz.

—Oh sí que puedo, me veo en la obligación de dejarlo—Suspira mirando a la chimenea—. Necesito el trabajo... Pero necesito más que eso alejarme cuanto antes de tí—dice volviendo a fijar su mirada triste en mí.

Odio verla así, y todo es por mi culpa.

Y pensar que hace tan poco estuvimos entregándonos el uno al otro, ardiendo de placer. Yo maravillandome con la hermosura de su cuerpo, con sus mejillas sonrojadas por el deseo, con la forma exquisita con la que gemía, con tan sólo ver como su toque me volvía jodidamente loco...

Y ahora... Ahora todo es una mierda.

Sé que fui un cobarde al escapar de esa habitación. Pero sabía que si me quedaba, iba a rendirme ante ella y revelarle todo lo que causa en mí. Tenía miedo de contarle aquellos sentimientos que nunca me atreví a confesarle a nadie en la vida. Y sí, me he enamorado antes... Pero nunca he tenido el valor de confesar mis sentimientos, por lo cual termino rompiendo a esa persona en pedazos, porque sé que no soy ese tipo de hombres que se entrega por completo a una mujer...

–No lleves las cosas a ese punto...–hago una corta pausa–No tienes porqué renunciar.

–¡Y sí tengo porqué hacerlo! ¿Acaso crees que estando cerca de tí después de lo qué pasó entre nosotros estaré como si nada?. Tal vez para tí sea de lo más fácil, porque sólo sería una más de las que están en tu lista de "folladas", pero para mí, desgraciadamente sería totalmente... diferente–casi no dice la última palabra.

¿Cómo diferente?

–¿Quieres decir que lo que pasó entre los dos significó algo para tí?–digo con voz esperanzada. Es lo único que logro pensar.

Jane menea la cabeza de un lado a otro.

–No, no es así–dijo firmemente, con mirada indescifrable.

Es que no puedo aceptar que ella no sienta lo mismo que yo...

–¿Entonces por qué no quieres estar cerca de mí? Algo te provoco, algo causo en tí, no me lo niegues... sé qué estás loca por mí–digo acercándome a pasos lentos hacia ella. Pero ella me detiene abruptamente con sus palabras.

–Me provocas asco...–sus palabras fueron como un puñal clavado en mi piel. Ladeo una sonrisa, pero es imposible fingir que no me ha dolido.

–Vamos, deja de mentir, si te provocara asco no te hubieses entregado a mí en aquella cama.

Su serenidad me causa gran desconcierto.

–Por eso siento asco, por haberme entregado a tí. Nunca pensé que podría sentir tanto asco por alguien, me siento tan sucia y lo que más desearía en estos momentos es devolver el tiempo para no sentirme de esta manera–escupe fulminándome con esos ojos cristalinos.

Me quedo sin palabras, por una vez en la vida no encuentro mi voz... sus palabras parecían tan verdaderas, sus ojos parecían llenos de desprecio. Me quedo tan estupefacto que no dejo de mirarla a los ojos, deseando que todas y cada una de sus palabras no sean nada más que una vil mentira.

Un silencio se instala. Sólo la veo y ella a mí, pero su mirada es fría. Nunca había sentido esto, nunca pensé que unas cuantas palabras ofensivas podrían herirme... Si tan sólo no hubiesen venido de sus labios. Cualquiera podría habérmelo dicho y me importaría un comino.. ¿pero ella?.

La veo cruzarse de brazos, y desvía sus ojos a los muebles cerca de la chimenea. Esta camina y se sienta.

Supongo que no quiere que la moleste. Me encantaría poder ser adivino, y saber todo lo qué pasa por su mente.. aún no puedo asimilar lo que me dijo hace poco. Las ganas de tomar su hermoso rostro y hacerla decirme que siente lo mismo que yo, es tan tentativa...

¡Por un demonio! No es posible que sólo yo sienta esto... ¡No, ella miente!.

–Sé que es tu casa, pero te pido por favor, que me dejes a solas–dice con voz calmada.

–¿Piensas quedarte ahí?–murmuro. No sé a dónde se ha ido mi orgullo.

Jane suspira.

–Es el único lugar donde soportaría estar toda la noche...–no me mira en ningún momento.

–Por lo menos duerme en una de las habitaciones, te vas a morir de frío aquí fuera.

Ella sólo señala la chimenea y luego vuelve a cruzarse de brazos.

Entiendo... quiere que me aleje.

Creo que es lo mejor que puedo hacer... alejarme, aunque para mí sea el mayor esfuerzo de mi vida.

Asiento y me giro para subir las escaleras, pero me detengo y me vuelvo a girar hacia ella.

–¿De verdad piensas renunciar?...–pregunté.

–Mañana mismo–dijo con su mirada perdida en el fuego.

Pero cuando digo las siguientes palabras me mira con un brillo en sus ojos.

–No es necesario, puedes estar tranquila, me iré de mi casa...

Dicho esto, me giro, y cabizbajo me dirijo a la habitación.

La noche que creí que sería la mejor, resultó ser la peor de todas...

Bajo Tus Encantos © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora