Capítulo 9 - No Le Permito Que Me Vuelva A Tocar Así

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Siento algo húmedo en mi frente y es relajante. Me muevo un poco al sentir comodidad. Nunca antes mi cama había estado tan cómoda. ¿Mi cama?. Abro los ojos lentamente y por un momento me molestó la luz que entra a la habitación. Pero luego alguien se movió a mi lado y cerró al parecer las cortinas.

Abro más mis ojos y observo a mi alrededor. Me levanto bruscamente de la cama al ver que no estoy en mi habitación, cayó al suelo un pequeña toalla blanca húmeda, de inmediato sentí una pulsación en mi cabeza y un peso se instaló al instante. Por un momento mis piernas flaquearon, y mi estómago dio un giro terrible.

Aún confundida miro a mi alrededor y veo salir de lo que parece ser un baño a una mujer joven de pelo rubio y lacio. Su mirada se encuentra con la mía y sonríe tiernamente.

—Al fin despiertas. ¿Te encuentras bien?. —la miro confundida sin saber que decir. Esta ve mi confusión y se acerca a mí.

—Te desmayaste, preciosa. —y ahí recuerdo todo. Hasta de las dos palabras clavándose en mi adolorida cabeza.

Estás despedida.

¿Entonces me desmayé? ¿Estoy en la casa de los Méndez?. Observo otra vez a mi alrededor y la habitación es muy hermosa. Sentí una punzada en mi estómago y hice una mueca de dolor. Al tocar mi abdomen sentí lo suave que era el vestido, pero al observarme bien me di cuenta que no llevo el vestido de trabajar sino una bata blanca.

Todas mis alarmas se disparan.

—¿Cómo llegué a esta habitación? ¿Y quien me cambió de ropa?. —pienso lo peor. ¿Y si fue Hugo o algún otro guardaespaldas de la casa?.

—Tranquila, quien te trajo a la habitación fue el señor Marco y.. —¿¡Cómo!? ¿Qué? ¿¡Marco!?. —Admito que estoy sorprendida al saber que fue él quien me trajo a la habitación. Pero mi sangre se acumula en mis mejillas al imaginarme a Marco quitarme la ropa.

—Hermosa, tranquilízate. Él sólo te trajo a la habitación y se marchó, Don Jetro me ordenó venir a atenderte y a quitarte el vestido que tenías puesto y húmedo de sudor, para ponerte esa bata que tienes puesta. Tranquila he sido yo. —rió al ver mi cara de alivio. Solté un largo suspiro al saber que no fue Marco.

Miré a la joven mujer apenada.

—Disculpa, es que pensé que había sido.. el señor. —Tranquila, no pasa nada. —sonrió.

Unos golpes en la puerta nos hicieron girar y Rocío se encaminó a abrir. Al abrirla aparece detrás de esta Don Jetro y al verme sonríe.

—¡Hija mía! ¿Te encuentras bien? —sonreí. No es muy común que alguien me llame de esa manera —"Hija mía"— Sentí una punzada al pensar en mi padre y odio por él porque a pesar de todo lo extraño.

—Sí eso creo, es solo que me duele un poco la cabeza y el estómago. Pero ya pasará. —mentira, no me duele un poco, creo que hasta se me va a explorar la cabeza y volarán mi sesos por todos lados. Okey no, soy muy dramática. Pero en realidad no soporto el dolor.

—Me alegro que estés mejor, y le pedí a Rocío que te traiga unas aspirinas y medicamentos para lo del dolor de barriga. —dijo amablemente. En ese mismo momento me acordé de los jodidos medicamentos que les toca tomar al señor Jetro y los que no se tomó a la hora exacta de la mañana por mi culpa.. Joder.. estoy perdida.

—¿¡Señor Jetro, se tomó sus medicamentos a la hora que le pidió el doctor!? ¡Discúlpeme por haber llegado tarde y no haber podido darle sus medicamentos!. Es - es que me quedé sin combustible y - y pues no llevaba mi celular y tuve que venir a pies y pues.. —¡Tranquila hija! no pasa nada, se que no lo hiciste a propósito, a todos le ha pasado prácticamente lo mismo que a ti —sonríe— Y sobre lo de las pastillas que tenía que tomar esta mañana, las tomé, tranquila. —volvió a sonreír.

Bajo Tus Encantos © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora