Luz de vela.

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Al mismo tiempo en una mesa de un restaurante de una de las mejores zonas de aquella ciudad, un hombre de cabello negro como las alas de un cuervo, alto, pálido y uno rubio, de piel rosada, fuerte y no tan alto como su acompañante, fingían comer un filete, un jugoso trozo de carne que únicamente cortaban, pero no consumían. 

-Llevamos mucho tiempo sin vernos, hasta comienzo a pensar que ya no te intereso, Radamanthys. 

Era una de sus juntas semestrales, un viernes, en donde el tenia que ir a verlo, para explicarle cómo iba su misión y en ocasiones, conversar de su matrimonio, el que se había visto truncado, cuando inició esa locura, puesto, que Kanon, por alguna razón, pensaba que se trataba de su esposo.

Que toda su vida habían estado juntos, que construyeron un futuro brillante, cuando no era así, él estuvo con Kanon un año, estudiando bajo su tutela, pero, después se marchó, dejándolo solo, no solo, en compañía de su director, quien se preocupaba por él, o al menos, eso pensaba en el pasado, ya no estaba tan seguro. 

-Es solo por la misión que me entregaste, el favor que me pediste, no puedo alejarme de él, lo sabes.

Así que trataba de no hacerle enojar, a su verdadero esposo, el director de la escuela donde estudio, la única razón por la cual no fue echado de ella, además, de que casi al empezar el tercer año empezó a compartir su lecho. 

Después de que Kanon se marchara, aunque él era uno de sus alumnos, en algún momento en que intentó ser un maestro de escuela, le ayudó a pasar un examen, pero no volvieron a verse, sin embargo, Kanon por alguna razón que no entendía, recordaba haber pasado una vida completa a su lado, confundiendolos demasiado. 

-Por eso ries con el, bailas y juegas, comienzo a pensar que te gustan los deportes.

Le gustaba ir a los partidos de temporada con su esposo ficticio, pero, únicamente porque le trataba con ternura, de una forma en que nadie antes lo había hecho, besando sus mejillas, comprando cada cosa que deseaba, esperando que le explicara las jugadas, hasta llevaba una camiseta con su número, era su mayor admirador. 

-Me gustan, ya no tanto como antes, pero si me divierten, además, vivo con el, debo mantenerlo vigilado, así que duermo con él, me baño con él, como con el, hago lo que sea para mantener mi fachada, para cumplir tus órdenes...

Hacer el amor con su objetivo era agradable, bailar con el, vivir con el, no lo negaría, pero al mismo tiempo sabía que le haría daño apenas comprendiera que no se trataba de otra cosa más que una misión, una elaborada mentira. 

-¿Te has enamorado de él?

Era el hombre más dulce que había conocido, pero no podía enamorarse de él, porque en ese momento, cuando despertara, porque sabía que lo haría, lo mataría con demasiada facilidad, haciéndole temer por su vida, por la de Kanon y por su futuro, uno que se imaginó brillante, pero se daba cuenta de que los sueños no se volvían realidad. 

-No quiero que despierte y entonces me mate, porque lo hará, cuando sepa quien soy yo.

Sabía que se trataba del mejor agente que tenía el Santuario, la Atlántida, entrenado por Shion en persona, un asesino eficiente, ágil, astuto, lo que cualquiera de los suyos aspiraba a ser, suponía, un demonio, o mejor dicho, aquel al que mandabas para destruir al mismo demonio. 

En su mundo ninguno era tan bueno como Kanon, asi que sabia que tarde o temprano sería asesinado por su esposo ficticio, porque bien sabía que no era tan hábil como él, aunque fue entrenado por Hades y fue su mejor alumno, era letal con algunas armas, pero no era la muerte caminando como lo era el dulce Dragón Marino. 

Sueño de Quimeras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora