Escapatoria.

141 13 2
                                    

La fiesta seguía su curso y en algún momento de la noche se había convertido en una orgía, en la cual, él no iba a participar, lo sabía, porque nadie se atrevió a acercarse a él, suponía que gracias a que Kanon era su dueño.

Milo poseía a Camus arriba de un piano, de vez en cuando golpeando sus nalgas, escuchando quejidos, en vez de gemidos, no disfrutaba de aquellas caricias, pero debía soportarlas. 

Al otro lado del salón, Afrodita se besaba con los que Kanon decía eran sus amos, un albino y un sujeto de cabello negro, pero, a diferencia de Milo y Camus, parecía que los tres eran iguales.

Kanon aún discutía con su hermano supuso, estaba solo, y nadie le prestaba atención, ni siquiera los sirvientes, era esa la única ocasión en la cual no estaría vigilado, se dijo, en silencio, levantándose con cuidado de no ser visto por nadie.

Milo tenía que vigilar al cachorrito que como un buen niño no se movía del sillón, y como un mojigato, trataba de ignorar la diversión que transcurría a su alrededor, esperando por su amo. 

Camus no había dejado de ver a Radamanthys, que intentaba escapar de Kanon, y antes de que Milo se diera cuenta de sus intenciones, beso con pasión al jefe de policía, asesino de su amado, el que se decía su dueño.

Acercándose a la puerta de servicio, buscando la forma de abrirla, pero ni siquiera tenía llave, nadie planeaba escapar, supuso, lo que no sabía era que Afrodita la había dejado abierta, para darle la oportunidad que nunca tuvo. 

Notando que había un uniforme regado en el suelo y varios gemidos de placer, ni siquiera los empleados estaban libres de aquella locura. 

Era ropa de hombre, que le quedó a la perfección, con una cofia con la cual pudo esconder su cabello, buscando la cocina, caminando despacio, para no llamar la atención, recordando las ocasiones en que huyó de sus hogares sustitutos, de los internados y una que otra vez, de un separó. 

Escuchando por pura suerte, las quejas de dos muchachas jóvenes en el baño de los vestidores de los empleados en donde estaba escondido, las que estaban recogiendo sus mochilas, para regresar a sus casas en un camión privado, buscando en su pantalón alguna credencial, encontrandola, no se parecía al mesero, pero según sus experiencia, la seguridad pesada estaba siempre en la entrada, nunca en la salida.

Había dos policías atentos a la salida de los empleados, una docena, tal vez más, a quienes revisaban sus mochilas, y hacían caminar por unos rayos x, para buscar alguna pieza de valor que pudieran robar.

Con el no se tardaron mucho, no llevaba nada sospechoso y no tenía una mochila que revisaran, además, al presentar su credencial, la que tenía una fotografía que estaba muy mal tomada, la cubrió un poco con su dedo pulgar, el checador estaba en la cocina, así que sin más, le dejaron salir e ingresar a un camión que los sacaría de esa zona tan costosa. 

Todo iba bien y ni siquiera lo había planeado, si podía olvidar que no tenía dinero, ni amigos, ni ropa, además, de que Kanon podía darse cuenta en cualquier momento que había escapado.

*****

Kanon regreso a la sala en donde la fiesta seguía su curso normal, Milo se encontraba sentado en el balcón, con su pelirrojo en sus piernas, completamente desnudo, suponia que despues de probar alguna de sus pastillas favoritas. 

Los tres soldados de Saga se encontraban en la misma postura, se había tardado demasiado y su cachorrito, seguramente debería estar completamente horrorizado, en el mismo lugar donde lo abandonó, o escondido en cualquier parte donde no pudieran verlo. 

Sueño de Quimeras.Where stories live. Discover now