Inició.

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-Oferte por ti...

Le explicó, no sabía porque, acariciando su cabello que era muy suave, después su mejilla la recorrió con la punta de su dedo, notando como su miedo únicamente iba en aumento. 

—Lamentablemente, perdí la subasta… 

*****

Radamanthys al escuchar que ese hombre de cabello azul no era su dueño, suspiro aliviado, notando como enfurecía al ver su expresión, elevando el dorso de su mano como si quisiera golpearle con esta. 

—¿Me rechazas? ¿Uno como tú me rechaza? 

Radamanthys volvió a retroceder, o intento hacerlo, cuando lo sujetaron del cabello, acercando su rostro al suyo. 

—¡Déjalo ir Kanon! 

Pronunció Afrodita, seguido de sus dos perros guardianes, a su lado estaba su hermano, que le miraba serio, distante, demasiado molesto, como si fuera mejor que el en todos los aspectos, haciendo que endureciera sus facciones, guardandose su enojo. 

—No arruines un negocio perfecto. 

Kanon asintió, pero Radamanthys podía ver qué tan enojado estaba realmente, tratando de mantener la distancia entre ambos, seguro que la mayor parte de su odio estaba enfocado en el. 

—Te prometo que te tendré de rodillas tarde o temprano… 

Radamanthys por alguna razón pensaba que sería mucho más temprano que tarde, por la forma de verle, por esa oscuridad en sus ojos, ese odio reflejado al mayor y a sus soldados, ese hombre era como una bomba a punto de estallar. 

—Así que recuérdalo bien porque no me humillara un sucio vago. 

Después de eso se marchó, dejándolo solo con sus otros cuatro problemas, era el momento de que lo enviaran a su comprador. 

—Ha sido un placer, pero todo lo bueno tiene que terminarse, probablemente seas sujeto a una serie de humillaciones por lo que te queda de vida, pero no es personal. 

Inyectaron una sustancia en su cuerpo, el tipo de cabello negro, al mismo tiempo que el albino trataba de ser gracioso, no sabía cómo sería transportado, ni a donde, pero por el momento deseaba alejarse del tipo de cabello azul. 

—Solo son negocios… 

Susurro, para ellos, comenzando a debilitarse, sintiendo como lo amarraban de pies y manos, para encerrarlo en una jaula como las que usan para transportar mascotas, depositándolo en la parte trasera de una camioneta, cuyo logo, que no pudo ver, era de una lavandería. 

*****

Kanon al dia siguiente se bañó temprano, a eso de las cinco de la mañana, usó su jabón francés y su crema italiana, una loción importada, después de rasurarse y ponerse una mascarilla de miel, se puso un traje de las docenas que tenía en su guardarropa, un par de zapatos, un reloj de oro, estaba listo para otro día más en su aburrido trabajo. 

Ingreso en su oficina escuchando todas las citas que tenía para ese día, más dos cenas de trabajo en dos restaurantes costosos del condado, escuchando los aburridos recordatorios de Sorrento, que servía como un secretario, el era el segundo al mando de Julián, pero pronto, en un año cuando mucho, fundaría su propia empresa, llevándose la cartera de clientes, todo su conocimiento y a los mejores trabajadores de la firma. 

Justo al terminar su última reunión de trabajo, regresó a su departamento, en donde observaba una captura de pantalla del rubio, había algo en el que simplemente le cautivo, ya fuera ese mirada de color amarillo, como su cabello, esa piel pálida, que le gusto demasiado, ese reconocimiento, supo que era un monstruo apenas lo escucho caminando a su encuentro. 

Sueño de Quimeras.Where stories live. Discover now