Cita Nocturna.

145 16 2
                                    

Kanon y Milo estaban sentados en el Nirvana, con una copa de vino en la mesa y un platillo que parecía una obra de arte abstracto, con una apariencia agradable, que apenas era apreciada en esas mesas, a las que acudían únicamente porque deseaban presumir que estaban en ese sitio de moda. 

—Así que… dime, qué hay de especial en este “hallazgo” que deseas interferir en los negocios de Saga para obtenerlo, o es por una revancha nada más. 

Kanon sonreía con una mirada que dejaba en claro que lo único que deseaba era diversión, así que no dijo mucho al principio, pensando en la respuesta y tal vez era que con unos cuantos pasos ese rubio comprendió exactamente quién o que era él, que era un hombre peligroso, alejándose inmediatamente, conociéndolo de inmediato apenas pudo verlo, no ese amable sujeto, ese jovial hombre de negocios, sino la sombra oscura que se retorcía en su interior, su verdadera personalidad, como ni siquiera Milo hacia, mucho menos sus viejos amantes, o los estúpidos que habían suplicado su ayuda, que les dejara ir, tocandolo con sus despreciables manos, pero su rubio se alejo, temeroso de tocarlo, porque si lo hacía, ocurriría como pasó cuando el tocó esa piel y ese cabello, una corriente eléctrica se apoderó de el, ese pequeño bastardo era eso que buscaba en un amante. 

—Quiero fastidiar a Saga, porque yo gane esa subasta, lo bueno es que este negocio me costará mucho menos de lo que oferte por él. 

Milo comenzó a reírse, negando eso, creyendo cada una de sus mentiras, porque fastidiar a Saga se había vuelto algo poco importante, en cambio, poseer a ese rubio era mucho más significativo para él de lo que podría pensar, porque ese “hallazgo” era como él, podía sentirlo en los poros de su piel, en su corazón de tener uno, ese rubio era otro como él, pero debía ayudarlo a alcanzar su potencial.

—Ya le tengo comida, agua y hasta una mantita. 

Pronunció bastante alegre, cortando la carne con su tenedor, para llevarla a su boca, escuchando la risa de Milo, que simplemente siguió con su cena, sin ninguna otra molesta pregunta. 

Camus les acompañaba en esa cena y estaba demasiado silencioso, con un papel en sus manos, la fotografía de un chico de cabello blanco que estaba en la billetera de ese niño inocente, que guardó silencio, comprendiendo que podían matarlo y que su vida había dejado de tener valor. 

La forma en que casi llora cuando le dijo que no podía conservar esa fotografía, haciendole sentirse culpable por algunos momentos, era un niño, apenas tenía 17 años, estaba solo, desnutrido, cansado, pero aún así le vendieron como si fuera menos que una mascota, una cosa sin valor, para que hicieran con él un sin número de actos imperdonables, destruyeran esa pureza que podía ver en aquellos ojos amarillos. 

—Sabes Kanon, yo soy fiel partidario del amor a primera vista, a mi me paso con Camus, a ti con ese rubio y de ser mucho más servicial en el negocio de tu hermano, lo habrías visto antes que todos los demás, pero a ti te gusta perder el tiempo en tonterías… 

Kanon encajo el cuchillo en el trozo de carne, sumamente molesto, logrando que Milo dejara de reír por su molestia, porque no le parecía divertida esa idea, de que pudo tenerlo antes que Afrodita, pero qué más daba, encontraría la forma de traerlo a su lado. . 

—Eso no importa Milo, lo que importa es que deseo realizar una indescriptible lista de actos pecaminosos con ese pequeño rubio, educarlo para que sea un buen esclavo y obedezca mis órdenes, arrebatarle la pureza que veo en sus ojos, para que despierte la bestia que duerme en su interior, crear a mí igual en ese dulce efebo que corrompere alegremente hasta que me cansé de él. 

Si es que alguna vez pasaba, haciendo que Milo sonriera, al mismo tiempo que los meseros cambiaban sus platos, quienes habían escuchado esa conversación, sin inmutarse siquiera, al igual que todos los presentes en ese restaurante. 

Sueño de Quimeras.Where stories live. Discover now