Torre Oscura.

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Radamanthys besaba los labios de Hades como si fueran los de Kanon, acariciando su cabello, enredandolo entre sus dedos, gimiendo, escuchando como su ropa era rasgada en pedazos, debido a la desesperación del dios del Inframundo. 

Quien no dejaba de besarle, acariciandolo, recorriendo sus piernas, sus pectorales, apoderándose de su cuerpo, con tanta pasión, con tanto deseo que no parecía fijarse en su entorno, en sus alrededores. 

Mucho menos escuchar los pasos sigilosos de un visitante, que se movía con las sombras, lentamente, tan lentamente que nadie se habría dado cuenta, ni siquiera Radamanthys, que trataba de responder a los besos de Hades como lo haría con Kanon, pero le costaba mucho trabajo hacerlo, mucho más trabajo de lo que se imaginaba. 

-Mi señor… 

Hades se despojó de su armadura, de su ropa, perdido en su deseo, con una apariencia que no podía ser la de su amado señor, no era el dios que admiraba tanto, que amaba tanto, como para morir por él, pero no lo suficiente para entregarle su cuerpo. 

-Lo necesito. 

Pero cuando su señor estaba a punto de penetrarlo, como siempre, sin darle demasiado placer, sin acariciar su cuerpo ni prepararle siquiera, esa sombra que se movía como el viento, que apenas sentían ambos, se acercó mucho más, sorprendiendo a Radamanthys, que beso los labios de Hades, para distraerlo mucho más. 

Restregando su pierna contra el cuerpo de Hades, quien se dejaba seducir, en una actitud, que Radamanthys encontró patética, comprendiendo bien porque ese otro ser huyo del amor de su dios, porque lo encontraba desagradable, como un castigo. 

-Radamanthys… 

Susurro Hades, acariciando la mejilla del espectro debajo de su cuerpo, quien le veía como siempre deseo que lo hiciera, con amor, con devoción, con agradecimiento, con lujuria, una sensación que le hizo sentir poderoso. 

-Dime que eres mío. 

Pero antes de que pudiera responder, antes de que pudiera pronunciar cualquier palabra, o siquiera intentara hacerlo, una daga de oro, creada para destruir dioses, se clavó en su garganta, con un golpe tan violento, tan brutal que casi le corta el cuello a la mitad, cubriendo el cuerpo de Radamanthys de la sangre de su señor. 

-¿Tu? 

Pregunto sosteniéndose la garganta solo porque era un dios y hablando, únicamente, porque su cosmos resonó con furia, con desesperacion, al ver el rostro de su enemigo, a aquel que le cortó la cabeza, que dejó pudrirse en la Atlántida, a lado de su traicionero dragon. 

-Radamanthys es mio… 

Susurro Kanon, que vestía una extraña armadura de metal que nunca había visto Radamanthys, quien a sus espaldas tenía un arma que nunca había visto antes, que no comprendía, pero que irradiaba poder, tanto que lo confundia, porque le hacia dudar si era posible aquello que veía. 

-No es de nadie más… 

Radamanthys vio los últimos espasmos de su dios desnudo, en una cama, como un acto completamente denigrante a la deidad que servia con devoción, ese no era su dios y de llegar a serlo, lo despreciaría, lo rechazaría, pues era indigno, patético, humano. 

-Tu no eres mi dios. 

Pronunció, elevando su cosmos, para destruir su cuerpo, quemarlo hasta las cenizas, esperando que nadie recordara que existió, que cayó tan bajo, observando entonces a Kanon, con esa extraña vestimenta, preguntándose, qué estaba pasando. 

-Ven conmigo… 

Radamanthys dudo por un momento de aceptar esa mano que se le era ofrecida, notando la forma en que las pupilas de Kanon se movían, los pequeños cambios en su rostro, como si él también creyera que iba a ser despreciado, pero, sonrió, levantándose de esa cama, para tomar su mano, besando sus labios. 

Sueño de Quimeras.حيث تعيش القصص. اكتشف الآن