Preludio.

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Thanatos esperaba empujar a su señor, para que tomara aquello que deseaba de su soldado más leal, de su mejor espectro, el segundo juez de las almas y alguien, a quien podía respetar, a diferencia de Minos y Aiacos, quienes se dejaban llevar por sus deseos mundanos, sus debilidades mortales, humanas. 

-¿Cómo tu mortal? 

Hades asintió, como su mortal, como su soldado más leal, su segundo juez, que en ese momento se encontraba a lado de su hermano, protegiéndola, cuidandola de cualquier daño, pero, ya no deseaba tenerla a su lado, porque pensaba que ella estaba enamorada de él y no deseaba compartir su afecto con nadie. 

-Así es… como mi fuego demoníaco. 

Thanatos sostuvo una de las flores de su jardín, esperando que su dios comprendiera que su deseo, al ser la decisión de un dios, se convertía en un designio divino, el destino, un camino que no podía desaparecer, que no podía cambiar su rumbo, porque un dios deseaba a ese juez de las almas. 

-¿Y qué debo hacer con Radamanthys? 

Era obvio para él, porque él deseaba a su fuego demoníaco, lo necesitaba a su lado y lo tuvo a su lado, en ese momento dormía en su cama, en su templo, era suyo, así como el dragón de hades ya le pertenecía, únicamente, debía tomar lo que era suyo por derecho. 

-Atraerlo a ti, seducirlo, darle por lo que ha orado toda su vida. 

Aun así, supuso que lo mejor era darle un ligero empujón para que tomara lo que deseaba, lo que Radamanthys aceptaría, únicamente porque su lealtad así se lo pedía, aunque le hiciera dudar de su lealtad, para demostrarle a sus queridos hermanos, que aún Hades, podía caer víctima de la lujuria y del deseo por un mortal. 

-Entrégale tu amor, tu deseo, todo lo que un humano necesita para sobrevivir… 

Hypnos se había marchado, pero su hermana estaba presente, escuchando esa conversación, sin embargo, no podía hacer nada, no podía evitar que Hades tomara lo que deseaba, que siguiera sus consejos, porque si su señor había ido a verlo, había acudido a él, era porque ya tenía una decisión, esta era poseer a su dragón. 

-Solo así se entregará a ti, a tu amor y a tu afecto.

Hacerlo suyo, tomarlo para sí mismo, antes de que su hermana o alguien más, le robaran su afecto, su cuerpo o su lealtad. 

-Solamente así podrá decir que es suyo. 

Pero aun así, dudaba que esa fuera una buena idea, pues había visto como otros dioses se perdían en su deseo por el mortal que perseguían. 

-Solamente así, Radamanthys podrá pertenecerle, por completo. 

*****

Radamanthys pensaba que algo sucedía con su señor, algo le perturbaba y no sabía exactamente qué era eso, que le perturbaba de esa forma tan abrumadora, aun Minos y Aiacos podian verlo, ellos creian que ese malestar podría ser peligroso. 

Pandora había dejado de comandarlo y había optado por que fuera Violate y Lune quienes la protegían, un acto que le pareció por lo más extraño, casi tan extraño que visito a Minos para comentarle sus dudas. 

Minos poseía un esclavo, una rosa del jardín de Athena, quien decian, habia hecho hasta lo imposible por escapar de ese martirio que era el amor de quien fuera su hermano, el que no parecía estar muy deseoso de verlo, pero aun asi, lo hizo. 

-¿Te preocupa tanto nuestro señor, Radamanthys? 

Radamanthys asintió, con una bebida en su mano, escuchando un sonido, observando a través de los lienzos de tela, como la rosa trataba de liberarse de una serie de cuerdas y por un momento quiso reprender a su hermano, esa no era la forma de tratar a un guerrero, pero, ya no era eso, ahora se trataba de un Catamite, de un amante, de nada más. 

Sueño de Quimeras.Where stories live. Discover now