Roto.

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—Como un regalo de los dioses… 

Kanon había sido un regalo de los dioses en realidad, el conocerlo le había dado lo que siempre deseo y la forma de librarse de su promesa a Pandora, que se encontraba amordazada, sus manos atadas a su espalda, a su lado, su amante, que también estaba amordazado, sus ojos cubiertos con tela oscura, para que no pudieran ver nada de sus alrededores. 

El se encontraba sentado en las piernas de Kanon, que le acariciaba sin pudor alguno, no los habían golpeado, pero ya habían decidido su destino, los matarían, en un avión privado, propiedad de los Walden, el que se quedaría sin combustible al mismo tiempo que ellos bailaban en su club nocturno, porque Julián estaba a pocas horas de perecer en compañía de Sorrento.

—¿Les quitamos las capuchas? 

Radamanthys asintió, estaba sentado en las piernas abiertas de Kanon, que le acariciaba sin pudor, porque el nuevo traje, uno rojo, pegado a su cuerpo como una segunda piel se lo permitía, este tenía la espalda descubierta y parte de su torso. 

—Solamente a Pandora, el no tiene que verme… 

Cuando le quitaron la capucha le vio sentado entre sus piernas, con una sonrisa, rodeando el cuello de Kanon, que besaba sus hombros con delicadeza, como si se tratase de un tesoro. 

—¿Quién será quién visite el infierno ahora mi amor? 

Le pregunto con algo de burla, ordenandole a uno de los matones de Kanon que le quitará la mordaza, quería escuchar lo que tenía que decirle. 

—¡Eres un maldito enfermo!

Radamanthys se encogió de hombros, probablemente lo era, se había entregado a Kanon y le gustaba ser su mascota, así que no lo tomo como un insulto, Kanon, por otro lado, si lo hizo, así que con un solo movimiento de su cabeza, golpearon de nuevo al mecánico que estaba con ella.

—Ten más respeto con mi pequeño, o ese bastardo lo pagará caro, señorita. 

No le gustaba que insultaran a su niño, su pequeño que estaba un poco demente y era algo retorcido, pero le fascinaba como era, quien vestía con orgullo su traje de cuero junto con todas las marcas de su amor por el, moretones, cortadas, mordidas, algunas quemaduras, todo lo que le había hecho y habían disfrutado juntos. 

—¡Tu pequeño no es más que una maldita zorra, una puta demente, una perra rabiosa! 

Radamanthys se levantó de su asiento en las piernas de Kanon, Pandora estaba impávida, como siempre, ningún cabello, ningún gesto fuera de lugar, así que se relamio los labios, eso era justo por lo que le odiaba, porque siempre le había tratado como un perro, una cosa y no una persona, le había humillado incontables veces y ya no estaba dispuesto a soportarlo más. 

—Ya saben qué hacer, quiero que los maten, usen mi avión, que parezca un accidente desafortunado. 

Ella negó eso, no podía matarla, con la demanda todos le señalarian, estaría en prisión por ello, sería condenado por asesinato, lo sabía, no podía escapar a la justicia únicamente porque se acostaba con ese hombre de cabello negro. 

—Sabrán que fuiste tú… 

Radamanthys lo supuso, pensarían que era él, pero con Kanon protegiéndolo estaría a salvo de padecer en la prisión, lo juzgarian por el asesinato de su esposa para encontrarlo inocente y no podrían volver a acusarlo, saldría pronto, para casarse con su amo, manteniendo su buen nombre, hundiendo el de Pandora en el olvido.

—Sospecharan que fui yo, pero como todos me verán en ese club, en los brazos de mi amante homosexual, esa será una noticia mucho más llamativa que tú muerte y aunque pisare prisión de forma preventiva, saldré libre muy pronto, probablemente tenga una celda solo para mí, además, tu amante es quien arregla ese avión, no es verdad, mi difunta esposa, lo culparán a él de todo esto… a mi no, Kanon, el hombre que esperabas me destruyera, cuida de mi. 

Sueño de Quimeras.Where stories live. Discover now