Deuda.

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Al viajar Radamanthys ya lo hacía a su lado, en el asiento del copiloto, con su cinturón de seguridad, el que ambos usaban, así como su pequeño vestía un chaleco antibalas debajo de su ropa, no estaba de más, tomar algunas cuantas precauciones extras.

En ese momento confiaba lo suficiente en su pequeño para dejarlo viajar con él y salir de la casa, sin que él tuviera que observarlo todo el tiempo, sin embargo, aún no confiaba lo suficiente para que usará una pistola, que siempre la trajera con él, pero en ese momento empezó a buscar su arma de repuesto, al darse cuenta que los estaban siguiendo. 

Al cruzar la tercera cuadra Radamanthys volteo en su asiento, como buscando algo con su mirada y cuando lo encontró entrecerró los ojos, de la forma en que lo hizo, antes de derribar a su instructor. 

-Ese coche negro, nos está siguiendo, hay cuatro sujetos en el, dos altos, una mujer y un tipo mayor. 

Lo sabía por la cantidad de sombras que había en el interior del vehículo, las que contó en pocos segundos, sintiendo un peso metálico en sus piernas, un arma, que Kanon le entregaba con la vista fija en el volante. 

-No se quien sea, pero estoy seguro de que será peligroso y que intentarán matarnos, así que necesito que me enseñes lo que has aprendido, de acuerdo Radamanthys. 

Radamanthys asintió, tragando un poco de saliva, recordando que Kanon, después de su primera noche juntos, le dijo que estaba muy satisfecho con su respuesta, que era un chico listo, que vería a su hermano y que encontraría un trabajo a su lado, para que pudiera ganarse la vida o defenderse, era su igual, no su esclavo. 

-¿Quieres que los mate? 

Kanon asintió, quería que los matara, era mejor disparar primero y preguntar después, especialmente cuando un coche oscuro los seguía, porque era el hermano de un juez poderoso, porque era una persona con mucho dinero, o porque los dos eran traficantes que tenían muchos enemigos. 

-Quiero que te defiendas Radamanthys, quiero que hagas lo que se que disfrutaras hacer, la sangre nos llama, somos depredadores y debemos actuar siguiendo nuestros instintos, cuando la posibilidad toca a nuestra puerta. 

Radamanthys asintió, no deseaba morir, no quería dejar solo a su hermano y le gustaba la clase de vida que Kanon le había dado, era casi como cuando sus padres estaban vivos, tenía todo cuanto podía desear, hasta un amante bellisimo. 

-Tratare de no fallar. 

Pronunció al fin, cuando varias motocicletas rodearon su auto y otro coche, que Radamanthys no había visto, pero Kanon si, se interpuso en su camino, evitando que pudieran seguir avanzando. 

-No trates, no falles, no quiero perderte. 

Kanon beso a Radamanthys antes de detener el coche, no sin antes, mandarle un mensaje a su hermano, creía que su operación de limpieza ya estaba iniciando y los tenían rodeados, eran trece contra dos, le gustaban las probabilidades. 

-Y creeme, tu no quieres que esos hombres te capturen. 

Radamanthys asintió, qué más podía decir al respecto, además, no debía pensar en nada que no fuera esa tarea, tenía que ayudarle a Kanon, encontrar la forma de salir de allí, con vida, para disfrutar de su nuevo mundo, de la compañía del demonio de cabellera azul. 

-¿Cómo lo sabes? 

Kanon suponía que se trataba del viejo Heinstein, que de alguna forma los había seguido y ya suponía quien le había dicho todo lo que necesitaba saber, ese hombre calvo que despreciaba a su pequeño, al que debió romperle el cuello, ese hombre le vendió cara la información para llegar con los Oros, suponía que también había cobrado para decirle al dios del inframundo, quien tenía al chico Walden bajo su protección. 

Sueño de Quimeras.Where stories live. Discover now