Declaración.

203 19 15
                                    

-¿Cómo diste conmigo? 

Había pasado el tiempo suficiente para que Radamanthys lentamente se acostumbrara a una vida sin cosmos, sin poder usar su energía vital, pero en compañía de Kanon, sentía que no era necesario, no del todo, porque el general del dragon marino, que usaba el cosmos de Poseidón a su antojo, le hacía sentir seguro, como no se sentía hacía mucho tiempo. 

-¿De que estas hablando? 

Pregunto Radamanthys, recostado sobre las piernas de Kanon, que acariciaba su cabeza con delicadeza, enredando sus dedos en el cabello rubio, con cuidado, con ternura, de vez en cuando delineando sus cejas, que le parecían bastante llamativas o su mejilla y labios, notando su tranquilidad, sintiéndose poderoso al ver que su sola presencia le hacían olvidar los malos momentos de su pasado. 

-¿Cómo diste conmigo? 

Radamanthys suspiró, acomodándose un poco mejor en el regazo de Kanon, recostandose de lado para que no pudiera ver su dolor, ni su desagrado al recordar su pasado, su vergüenza, su secreto. 

-Sentí tu aroma, era un perfume hermoso, como de… no se como describirlo, pero aun ahora, lo siento, es poder, es poder puro, la clase de poder que me gusta, pero no huele a sangre, no me asusta como el aroma de Hades, que es tan parecido al de la muerte, al de cadáveres putrefactos, dolor, desolación, tu no, tu hueles bien. 

Kanon arqueo una ceja sonriendo, sintiéndose poderoso por ello, por esa forma que tenía Radamanthys de dirigirse a él, quien besó sus labios, para sostener sus muñecas, sentándose en sus piernas, para que pudiera amarlo de nuevo, encontrándose a sí mismo un poco caliente, como si tuviera alguna clase de fiebre, un sentimiento de deseo absoluto apoderándose de su cuerpo, de todo su ser. 

-Te deseo ahora mismo… 

Radamanthys no entendía qué era lo que le estaba pasando, solo que deseaba a Kanon en su cuerpo en ese instante, quería hacer el amor con él, por horas, o días, si era posible, porque le encontraba perfecto. 

-Así que huelo bien, como algo que nunca has sentido antes… un aroma que te gusta, que te agrada… que te fascina. 

Radamanthys asintió, le encantaba ese aroma, ese cuerpo, esa energía que sentía, aunque de manera residual, la que estaba allí, volviéndolo loco de deseo, de necesidad, su cuerpo ansioso por ser poseído por Kanon. 

-Si, un aroma que me fascina, como todo tu mi querido Kanon, mi dulce niño. 

Radamanthys había aprendido rápido el idioma de Kanon, era un alumno aplicado y ya pocas veces necesitaban del tridente para poder comunicarse, especialmente en esos momentos en los cuales estaban juntos, especialmente, cuando el espectro que había traicionado al dios de la muerte deseaba ser devorado por sus labios, por su manos y por su sexo. 

-Tu me fascinas mi querido niño, yo te amo, y me alegra seguir mi olfato para dar contigo, perdido en esa cueva, en ese horrible lugar, esos bastardos, esos malditos bastardos, juro que hare que paguen el daño que te hicieron, lo juro. 

Radamanthys no podía prometerle nada, pero aun asi lo hizo y de tener cosmos no permitiría que le hicieran daño de nuevo, nunca jamás, porque era lo que más amaba en ese mundo, quien lo protegía, quien le deseaba, un poderoso guerrero, que se llamaba así mismo, el amo del mundo entero. 

-Como yo castigaría al dios Hades por hacerte daño, por lo que te hicieron mi hermoso pescadito. 

Radamanthys encontraba extraño que Kanon lo amara de todas formas, que deseara su cuerpo aun con esa forma y que quisiera protegerlo, como si fuera algo valioso, algo digno de su conquista, sintiéndose completamente diferente si lo comparaba a la humillación que Hades le hizo sufrir cuando cambió su cuerpo, cuando lo maldijo para que siempre le fuera fiel, para que le entregara su cuerpo y abandonara el campo de batalla. 

Sueño de Quimeras.Where stories live. Discover now