Desesperanza.

100 16 6
                                    

Ya estaba a salvo, pensó por unos instantes, nadie se atrevería a dañar al juguete de Kanon, sin embargo, suponía que Minos hablaba del propio Kanon, que podría matarlo antes de dejarlo ir, era de él de quien estaría seguro. 

-Vivir con Kanon, no es tan horrible como te lo imaginas.

Pronunció de pronto, pensando en la posibilidad de huir, de vivir sin él, pero no lo deseaba, no quería apartarse de Kanon, aunque, no sabía que era para el hombre mayor, bien sabía que para él, su dominante era su mundo, era todo lo que tenía y todo lo que deseaba. 

-Yo… yo lo quiero… 

Le amaba, ni siquiera sabía porque aun lo amaba y esos diez años a su lado no fueron tan malos, si lograba olvidar su infidelidad, la suya, el intento por llamar su atención y los últimos meses, en los cuales había estado muy distante, como si ya no le interesara estar a su lado.

-Eso es lo que me preocupa más, que después de todo lo que te ha hecho, de destruir tu vida, tu piensas que lo quieres. 

Minos podía creer esas palabras, lo había visto en muchos casos, en mujeres, en niños, en personas secuestradas, cada uno de ellos amaba a la persona que había tomado su vida, la había retorcido y entonces, le había hecho daño, porque estaban tan acostumbrados a ese dolor, que la única forma de sobrevivir, era aceptarlo como algo bueno. 

-Pero solo es un síndrome de estocolmo, sientes agrado por quien deberías odiar y aunque no pude hacer nada en el pasado, ahora si puedo, yo voy a protegerte. 

No había hecho nada cuando los sacaron del antro, cuando los expulsaron de la Atlántida por miedo a ser castigados, a manchar su futuro, creyendo que Radamanthys podía salir ileso, nunca pensó que Kanon le secuestraria, le obligaría a estar a su lado y después de diez años, podría matarlo, ni tampoco pensó que su amigo se sometería a su voluntad.

-No quiero tu protección, si Kanon, no me deja ir esta bien, si no me desea, podré marcharme… 

Minos tenía varios planes que había ideado solo, el primero era ese, ofrecerle recuperar su vida, deteniendo a Kanon, obligándolo a dejarlo ir a cambio de su silencio, pero no pensaba que su amigo decidiera quedarse, estuviera tan seguro de su amor, que quisiera quedarse a su lado.

-El no me matara, lo sé. 

Ya lo había destruido, ya le había robado su honor, su seguridad, lo había transformado en un sirviente sin amor propio, en alguien tan sumiso, tan dependiente, que le hacía dudar si su amigo aun seguía vivo debajo de aquella patética criatura bebiendo un poco de licor enfrente suyo.

-Radamanthys, por favor, el te ha hecho mucho daño. 

Minos quiso hacerle ver que lo destruyo, que le hizo daño, que le robo su riqueza, sus posesiones, su trabajo, su futuro, Kanon le había transformado en un mero adorno y estaba seguro, que en ese momento ya buscaba a otro muchacho que arruinar, como arruino a Radamanthys.

-Pero no puedo odiarlo, yo se que me ama. 

Minos seguía tranquilo, aunque estaba furioso por dentro, quería golpearlo, quería arrebatarlo de ese sitio para regresarle lo que le robaron, para mantenerlo seguro, Aiacos no estaba en lo correcto, a su amigo no podía gustarle esa clase de vida, no podía ser tan patético.

-Si te amara no te habría hecho lo que te hizo. 

Radamanthys medito esas palabras, seguro que Kanon lo había salvado de ir a prisión, evito que Pandora pudiera encerrarlo de por vida, mató a su esposa, culpo a su mecánico, le dio una vida, le dio riquezas, todo lo que podía desear, le dio una vida placentera, le hacía sentir hermoso, como un tesoro, aunque nunca se lo había dicho, él amaba a Kanon por todo eso y podía ignorar su error, hasta perdonarlo, le estaba agradecido por esa vida que compartían.

Sueño de Quimeras.Where stories live. Discover now