Abismo.

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Radamanthys seguía luchando por su vida, respondiendo los golpes de K, dando los suyos propios, a pesar de su hombro sangrante, tratando de hacerle daño al hombre enloquecido sobre su cuerpo, que después de perder a su otro cachorro, deseaba destruirlo. 

-¡Pense que serias especial! 

K volvió a darle un puñetazo que rompió su labio, haciendo que un montón de sangre cayera sobre el suelo, pero aún conservaba sus dientes, sin embargo, el amo de esa torre al ver su disparo sonrió con sadismo, ingresando dos dedos en su herida, viendole retorcerse. 

-¡Pero eres igual a él, al que mate, al que destrui! 

K sostuvo el arma que habian lanzado lejos y la colocó sobre la cabeza de Radamanthys que le observó con desagrado, con los dientes tan apretados que estaban a punto de romperse, a punto de quebrarse por la presión. 

-Y… a los perros malos, debemos ponerlos a dormir. 

E inmediatamente jalo el gatillo con un estruendo que retumbó en esa habitación, tantas veces como balas había en esa vieja arma, esperando tomar la vida de Radamanthys, imaginandoselo como un infiel. 

-¡No lo toques!

Kanon había usado su cosmos, aunque no debía hacerlo, para evitar que esas balas dañaran a su dragón, que aun en el suelo, sangrando, con el brazo malherido, seguía enfrentándose a su enemigo. 

-No toques a mi enemigo. 

K abrio los ojos con tanta sorpresa que fue gracioso, al menos ante la mirada de Radamanthys, que pensaba que ese pobre hombre, ese demente, tenia la expresion de quien ve a su doble y sabe que su vida llegará a su fin. 

-¡No te lo mereces! ¡El no debe ser tuyo! 

Fueron sus palabras, pero al mismo tiempo comenzaba a retroceder, al ver que Kanon iba avanzando hacia él, observando la máquina, que destruyó con uno solo de sus triángulos dorados junto a la mitad del edificio. 

-¡El no es de nadie! ¡Radamanthys no le pertenece a nadie! 

Fueron sus palabras, furioso, respirando hondo, pensando en que lo mejor era matarlo, destruirlo con una sola rafaga de cosmos, pero eso lo transformaría en un monstruo, en un asesino. 

-Le prometí a mi diosa reformarme, pero si es para mantenerte alejado de él, juro que me manchare las manos, después de todo soy un pecador que será condenado por sus múltiples actos imperdonables, pero, si es un pecado destruir a los malvados, entonces libremonos de todos los malvados del mundo y después aceptemos el castigo de la diosa. 

Pronunció Kanon, elevando su cosmos, pero Radamanthys con mucho esfuerzo se levantó del suelo, con su sangre bañando las losas, avanzando en dirección de Kanon, llamando la atención de ambos, especialmente, cuando se recargo contra su hombro. 

-No lo mates, no quiero que mi dulce Kanon, mi piadoso Kanon, se manche las manos, con un demonio entre nosotros es más que suficiente. 

Había cometido demasiados pecados, era la clase de persona de la que hablaba su amante, pero al mismo tiempo, se daba cuenta que lo amaba con locura, que deseaba estar a su lado, vivir a su lado. 

-Dejalo aqui, no creo que pueda seguirnos. 

Kanon ladeo un poco la cabeza, escuchando como varios ingresaban en esa habitación, todos eran hombres armados, que caminaban detrás de un anciano, que se le hizo familiar, como si fuera Dohko, detrás de él se encontraba Afrodita con sus amores y Milo, quien se veía apenado, como si no quisiera estar presente. 

Sueño de Quimeras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora