Planes.

144 14 26
                                    

Camus lo recordaba bien y justo como lo recordaba fue que le contó su historia a Radamanthys.

Cada mes, él y otros médicos visitaban los barrios más pobres de aquella ciudad, llevando atención médica, comida, aún entretenimiento para los niños que vivían en esas zonas. 

Su pareja desde la secundaria siempre le acompañaba, Surt, el mejor hombre que había conocido, su buen amigo y en ese momento, su amante, su prometido. 

Camus era feliz, estaba orgulloso y pensaba que su vida era perfecta, que nada podría salir mal. 

Sin embargo, se daba cuenta que había muchos otros que no tenían tanta suerte y su deber, era ayudarles en todo lo que podía. 

Surt estaba atendiendo a las personas mayores y el a los niños, cuyas caritas sonrientes conocía perfectamente, por lo cual, se dió cuenta que uno de ellos no estaba, un niño rubio, que le gustaban demasiado los cisnes. 

Al que salió a buscar, esperando encontrarlo muy cerca, era en ocasiones demasiado orgulloso para su propio bien, sin embargo, se tardó casi quince minutos en hallarlo. 

Dos sujetos vestido de traje estaban con él, ofreciéndole dinero para que les acompañará quién sabe dónde, pero sí comprendía bien con que motivó, por lo cual, dando unos pasos rápidos, tomo a Hyoga del brazo izquierdo, para ponerlo detrás de él.

—¡No se le acerquen! 

El hombre que trataba de convencer a Hyoga de ir con él, frunció el ceño, furioso, haría que ese lindo niño le tuviera miedo y le fastidiaba cuando lloraban desde un principio. 

—¡Lárgate si sabes lo que te conviene! 

Le ordenó, tratando de arrebatarle al niño, pero Camus lo mantuvo a sus espaldas, apretando los dientes, pensando que si tenía que pelear lo haría. 

—¡Maldito bastardo, no te llevaras a Hyoga, ni a ningún otro! 

En esta ocasión el sujeto de cabello azul, intentó golpearle, para apartarlo de su presa, pero fue recibido por una defensa perfecta y contrarrestada con una llave que casi le rompe el brazo, su gafete del hospital donde trabajaba saliendo disparado, a los pies de Milo, que lo recogió sin decir nada. 

—¡Ningún niño irá con ustedes! 

Les advirtió, sin escuchar las quejas de Hyoga, ni prestarle atención a Milo, que le observaba con cierta diversión, preguntándose si este tipo sabía que estaba metiéndose con quién no debía, encontrandolo demasiado atractivo.

—¡Largo de aquí o llamaré a la policía! 

Eso logró que su aliado se riera, la policía estaba a su lado, pero la mente y el libido de Milo ya estaba jugando en su contra, pero sin mucho esfuerzo, logró liberar a su aliado de momento, que estaba causando demasiados problemas innecesarios y eso le molestaba.

—Vámonos, los gemelos tienen un pescadito muy bonito, es algo mayor, pero sabe cómo complacer a un hombre y no queremos que… Camus… llame a la policía. 

En ese instante llegó Surt con un tubo viejo al ver que estaban peleando, para defender al témpano de hielo que había llamado su atención, haciendo que se lo imaginaba de rodillas.

—Nos volveremos a ver Camus.

Le prometió antes de marcharse, riéndose cuando Camus le escupió, aún protegiendo al niño, encontrando esos labios, sumamente eróticos.

Aquello fue una semana después, cuando una patrulla detuvo su auto en la carretera, y dos oficiales lo detuvieron, llevándolo a una de aquellas mesas de interrogatorios, en donde pudo ver a Milo, vestido de traje, con una sonrisa satisfecha.

Sueño de Quimeras.Where stories live. Discover now