Secreto.

117 16 40
                                    

Esa dulce promesa de ser protegido por su Kanon, que lo abrazaba en ese momento, rodeando sus hombros, besando su frente, tratandolo con tanta gentileza, con tanta amabilidad, que estaba seguro volvería a enamorarse de él, de no amarlo con locura en ese mismo instante.

-Si como dices, Hades está muerto, no tienes porque preocuparte por mi, ya estoy a salvo y estoy contigo, mi dulce Kanon. 

Fue su respuesta, una que no le gusto en lo absoluto a Kanon, que se decía a sí mismo un mentiroso, suspirando, porque aún seguía guardando silencio, aún se tardaba en contarle su pasado, sus temores, los actos realizados en su contra. 

-¿Que te hizo? 

Esa pregunta no esperaba una respuesta, porque Kanon sabía que le habían hecho mucho daño, que lo traicionaron como a nadie debería ser traicionado, que su dios Hades, fue aquel ser que lo destruyó, que destruyó su confianza, una que nadie volvería a recibir, ni siquiera él, supuso. 

-¿Hacerme? 

Radamanthys trataba de desviar su conversación, besando los labios de Kanon, quien asintió, recorriendo con toda la delicadeza del mundo su espalda, pensando que su piel era suave, demasiado suave y que su aroma era especialmente agradable. 

-Si, tu dios, que hizo contigo para que tu lo traicionaras. 

Era gracioso, porque hablaban de su traición, cuando eso no sucedió nunca, el jamás le había dado la espalda a su señor, sino que, su señor lo traicionó a él, le arrebató cuanto poseía, jugando con su cuerpo, con su vida, haciéndole ver que su lealtad no valía nada para él. 

-Nunca lo traicione, nunca le di la espalda y se que era el soldado más leal, o el único soldado leal que tenía. 

Debía responderle con la verdad supuso, porque él no era un traidor y tal vez su amante, su Kanon, creyera que podría engañarlo a él, traicionarlo, como hizo con su señor, pero no fue así, no lo traiciono, únicamente escapó, buscando su libertad perdida, sin importarle la forma que tomará. 

-Entonces… 

Radamanthys suspiró, acomodándose en su regazo, para observar los hermosos ojos azules de su compañero, que le veía en silencio, al principio, notando su tristeza, para llevar su mano a su mejilla, la que acarició con ternura.

-¿Porque transformarte en esto?

Esa pregunta se la hizo tantas veces antes de portar esa maldición, tratando de comprender porque, como era que su señor decidió transformarlo en un juguete, en un esclavo, robandole su libertad, su fuerza, su gloria, únicamente por placer, por lujuria sin sentido. 

-Porque cuando quiso arrebatarme todo cuanto era, cuando me trato de transformar en algo más, yo… 

Radamanthys suspiro, cerrando los ojos e intentando pensar en una respuesta que tuviera sentido para Kanon, como decirle que había dado su vida entera por su señor, su cuerpo, pero a cambio, su señor lo violo, lo humilló, le arrebató eso mismo que le hacía sentir orgulloso, que modificó su cuerpo, haciéndolo fértil, cambiandolo de tal forma que podía dar a luz, únicamente para que su señor pudiera robarle algo más. 

-No lo acepte y escape… 

Había huido, buscando un lugar seguro, un lugar donde podría recuperarse, tal vez hasta aceptaría la ayuda de ese santo de Athena de ojos azules, que se parecía tanto a su dulce Kanon, que podía jurar que eran los mismos, pero no, su niño tenía una inocencia que el otro no. 

-Así que me maldijo, para que regresará a su lado, para que nadie pudiera encontrarme deseable. 

Era gracioso, como su señor le hizo débil o feo, para que no pudiera defenderse y se viera forzado a vestir esas aletas, esas escamas, que nadie había encontrado hermosas hasta que Kanon lo vio en esa cueva, su amado que sufrió demasiado en las manos de quienes debían protegerlo. 

Sueño de Quimeras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora