Leviatan.

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De nuevo estaba nervioso, pero no asustado, así que Kanon, siguiéndolo en la cama, recargo su barbilla en su hombro, tratando de comprender las palabras de su amado. 

-¿Que es gracioso? 

Pregunto, viendo como Radamanthys se levantaba de su cama, vistiendo con una bata que le había conseguido, una pieza de seda negra, que acentuaba su cuerpo, que encontraba bellisimo. 

-Que pienses en tener niños… 

No deseaba una esposa, no deseaba una mujer, una amante, únicamente a su sirena y si eso le hacía temer, no debía hacerlo, él sería fiel a su amado, desde que llegó a su cama, a sus brazos, después de capturarlo.

-Se que es imposible y no deseo a nadie más que a ti. 

Kanon salió de la cama desnudo, para rodear la cintura de Radamanthys con sus brazos, quien se tensó ligeramente, volteando, girando, para recargarse en su pecho, rodeando su cintura de la misma forma en que lo hacía su niño de la cueva.

-Yo… el último acto en mi contra fue cuando Hades decidió transformar mi cuerpo, cambiarlo a su antojo. 

Lo había cambiado tanto, que eran ciertas sus palabras, cuando dijo que solamente él tendría el derecho de dar a luz a su progenie, a sus descendientes, aunque eso no lo deseaba, sí tuvo sus frutos. 

-Dijo que yo sería un omega y que mi dios se convertiría en mi alfa, por eso tengo esa mordida en mi cuello. 

Kanon guardó silencio, preguntándose a qué se refería con esas palabras, recorriendo su marca con las puntas de sus dedos, relamiendo sus labios, sintiendo que enfureció un poco mas con ese dios maligno. 

-Puedo dar a luz… he dado a luz… la última ocasión que nade en el tanque que fabricaste para mi. 

Radamanthys se apartó de los brazos de Kanon, quien lo siguió, cubriéndose con sus propia bata, preguntándose exactamente a donde se dirigía su amado, quien había oculto su propio tesoro fuera de la vista de cualquiera, esperando el momento de mostrarlo a su compañero, que le veía en silencio.

-Había una perla... 

Radamanthys abrió unas puertas, donde había una cama sin usar, acercándose a esta, para mostrarle a Kanon un pequeño bulto entre algunas almohadas, pensando en la perla de la que le hablaba, recordando haberla visto un día, y después ya no, hacía pocas horas. 

-Pero era un huevo que di a luz… 

Radamanthys se sentó a lado del pequeño bulto, que Kanon vio que se movía, descubriendo una pequeña rubia, con cejas unidas en su frente, una criatura que encontró hermosa, que no debería estar allí.

-Cuando tu no estabas presente. 

Kanon no entendió que le decían, acercándose a la pequeña, cargándola en sus brazos, viendo con sus propios ojos, cómo era un bebé, uno recién nacido, de piel blanca, arrugada como la de todos los bebés, sin escamas, ni nada que señalara que una sirena, que un triton le había dado a luz.

-Escondido en el fondo… 

Una niña, nacida de su amado, que le veía con temor, quien pensó que debía esconderle ese milagro nacido de la traición de su dios, pero que él podía ver como un regalo, sintiendo su cosmos, como este respondía al suyo. 

-Eclosiono hace unas horas… 

Kanon le veía fijamente, preguntándose exactamente cuándo había nacido, cuando dio a luz, y porque pensaba que tenía que esconderle un milagro como ese, comprendiendo, que todo era culpa de su dios, de la traición sufrida en sus manos. 

Sueño de Quimeras.Où les histoires vivent. Découvrez maintenant