Pesadilla.

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El hotel como los otros lugares que había visitado con Hades era costoso, podía ver que cada uno de los individuos que estaban hospedados en ese lugar eran ricos, eran poderosos, eran desagradable y aburridos, la clase de gente con la cual estaba acostumbrado a tratar cuando era un niño pequeño, recibiendo las bendiciones de su dios Hades, que al final de sus días, tomaría su vida a cambio de esa vida cómoda, rodeada de lujos. 

Había todo un culto al dios de la oscuridad, al dios Hades, muchos hombres y mujeres poderosos estaban seguros que esa deidad, la muerte, era aquella que le daba su poder, su riqueza, su buena suerte, con tantas familias, con tantos creyentes que rozaba el fanatismo, hasta el grado de entregar a sus hijos con gusto, sintiéndolo como todo un honor morir por su amable dios de la muerte. 

Suponía que ese sitio era uno de los hoteles donde vivían los creyentes del dios Hades, porque cuando lo vieron caminando en esas puertas, jadearon, nadie sabía cómo era él, pero todos sentían su cosmos, podrán ver el collar, los ojos azul hielo, su cabello negro, su altura, su piel, era aquello que se imaginaban era su dios. 

Así que muchos empezaron a agacharse, a tratar de tocarlo, pero deteniéndose a tiempo, haciéndole sentir repulsión por ellos, especialmente, porque se preguntaban, qué hacía con él a su lado, porque tenía el beneficio de su presencia, susurrando, señalandolo, confundidos, envidiosos. 

Hades no tuvo que anunciarse en este hotel, cuyo elevador negro, con rejas parecidas a las fauces de un animal de acero, les dejo ingresar, era el elevador en el centro de cinco, que nunca era utilizado, que solamente el dios del inframundo podía entrar en él, pues, funcionaba con su cosmos. 

Radamanthys se detuvo a su lado, notando la forma en que cada uno de los presentes les observaba en silencio, con admiración, haciéndole sentir molesto, desagrado por esos mortales, que adoraban al dios de la muerte, cuando este dios detestaba a la humanidad, quería liberarla de su dolor, pero de una forma literal, matarlos, darles una muerte digna, sin dolor, así que no entendía muy bien, que estaban haciendo allí, porque parecían amar al dios de la muerte. 

-Ese hedor es tan molesto, la avaricia, el orgullo, la envidia, el odio… 

Pronunció, ingresando en el penthouse, en el sitio más alto de ese edificio que se trataba de un templo en sí mismo, con una decoración bastante extraña para ser una construcción moderna, porque tenía una apariencia de piedra negra, de mármol oscuro, como si fuera una versión oscura del santuario de Athena, con una alberca y un balcón que daba hacia la ciudad, una cama oculta en un tálamo, muebles, pequeñas decoraciones, haciéndole pensar que ni siquiera en el castillo Heinstein había tanta opulencia, que le parecía molesta, muy fuera de sí, ajena a su dios, al menos, a la entidad que respetaba. 

-Te odiaron todos ellos, te tenían envidia al saber que tu has llamado mi atención, deseaban estar en tu lugar mi querido Radamanthys, pero ellos no son dignos de mi amor, en cambio, tu si lo eres, mi más fiel y leal soldado. 

Radamanthys asintió, sin saber que decir, toda esa conversación, esa torre y ese lujo le parecía sumamente desagradable, demasiado extraño para pertenecer a su señor, apartándose para sostenerse el pasamanos, respirando hondo. 

-Pero, por alguna razón tu no estas muy contento por estar a mi lado, no es cierto, Radamanthys. 

Hades se detuvo a sus espaldas, sosteniendo los hombros de Radamanthys, para oler su cuello, besando su piel, justo donde él tenía la mordida en ese sueño de la sirena, haciendo que se apartara, volteando, preguntándose qué estaba pasando en ese momento, que ocurría con su dios. 

-Mi señor Hades, no puedo, no debo, he dado mi palabra mi señor, le hice una promesa a alguien más. 

Hades sonrió algo molesto, pensando en que le había hecho una promesa a Kanon, que valia mucho mas a la que le hizo a él y tal vez, debía recordar su juramento, porque le prometió nunca entregarse a nadie que fuera inferior a él, su cuerpo no sería de nadie, solamente de su dios, porque estaba seguro que nadie más podría derrotar a su soldado más leal. 

Sueño de Quimeras.Where stories live. Discover now