Rotura.

105 15 45
                                    

Radamanthys obedeció a su señor con cierta sorpresa, tal vez no sabía lo que le había hecho a su hermana, esa estrella en su frente, la forma en que no pudo decirle aquello que deseaba. 

-Pero mi señor, el ha… 

Hades negó eso, levantando su mano, para que guardara silencio y como era su costumbre obedeció a su señor, esperando escuchar una explicación, algunas palabras, porque no era justo que trataran de esa forma a su señora. 

-Thanatos únicamente ha hecho lo que yo le he ordenado. 

Fue su explicación, al mismo tiempo que seguía avanzando, su mirada fija en la suya, haciéndole sentir pequeño e insignificante, que sus sentidos estuvieran atentos a todo cuanto lo rodeaba. 

-Pues mi hermana, como verás… 

Thanatos sonreía, con su esclavo a su lado, cuya mirada muerte le hacía sentir en peligro, nunca le había gustado esa clase de visiones, la de los sirvientes rotos, por alguna razón que no alcanzaba a comprender, hacían que se pusiera en sus zapatos, un destino, que no sería el suyo. 

-Está en contra de que yo tomé aquello que deseo para mi…

No entendía porque le decía eso su señor, el era tan solo una espada, su perro guardián, no tenía porque escuchar sus palabras, ni saber quien era el afortunado guerrero que se había hecho con su amor. 

-Cree que este mortal no soportara el peso de mi amor, que no me corresponde, que su amor no es del tipo sexual, sino que va más allá de eso y al tenerlo en mis brazos, lo destruiré. 

Radamanthys trago un poco de saliva, sin comprender las palabras de su señor, retrocediendo algunos pasos cuando esté avanzó varios, recordando que su señora le dijo que huyera, que Minos le dijo acerca del deseo de Hades y apenas podía comprenderlo, que su señor pudiera sentir lujuria. 

-Pero yo se que tu me ayudaras a demostrarle que mi amor no es una pesada carga, que ella se equivoca en sus absurdas suposiciones. 

Hades se detuvo a su lado, sosteniéndolo de los hombros para cometer un acto que le pareció una locura, una pesadilla derivada del delirio, un acto en contra de todo lo que pensaba, de todo lo que sabia que ocurria en ese mundo, un acto increíble por lo absurdo que era. 

-Que tu… 

Radamanthys apenas pudo moverse, al sentir los labios de su dios en su cuello, en su hombro, un beso delicado, el de un amante, la clase de caricia que nunca hubiera pensado recibir de su dios. 

-Mi fiel Radamanthys… 

Quien al sentir su nerviosismo llevó entonces sus manos a su cintura, todo ese tiempo Radamanthys observaba al cangrejo, postrado a lado del dios de la muerte no violenta, escuchando de nuevo las palabras del esclavo de Minos, la advertencia de su señora.

-Mi leal soldado... 

Susurro en su oído, sintiendo su calor que le hizo estremecerse, al mismo tiempo que recorría sus labios con sus dedos, sonriendo al ver cómo los habría, más por sorpresa que por deseo.

-Mi dragon… 

Apoderándose de sus labios, un beso dominante, lascivo, que le hizo retroceder, o al menos, eso intento sosteniéndose de los brazos de su dios, que no lo dejó ir hasta que se sintió satisfecho. 

-Te entregaras a mi, como mi amante. 

Radamanthys no comprendía lo que estaba pasando, ni porque de pronto su dios mostraba deseo por su persona, sin embargo, eso estaba pasando, su dios le quería a su lado y no sabía, cómo debía sentirse al respecto, si tenía que sentirse agradecido, o por el contrario, aterrado, cómo se sentía en ese momento en que no comprendía qué era lo que estaba pasando. 

Sueño de Quimeras.Where stories live. Discover now