Engaño.

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Sorrento se encogió de hombros, lo habían dejado tantas veces que ya se sentía inmune al dolor, esa era la primera vez que Kanon pasaba por eso y parecía afectarle, porque ya había tenido otros amantes que le habían abandonado.

—Las otras veces no te pusiste así, es más, cuando Milo te cambio por Camus, ni siquiera lloraste, ahora porque si. 

Las otras veces eran amantes de ocasión, nada más, con su pequeño era diferente, era su pareja de muchos años, a quien amaba, así que no era lo mismo. 

—Milo y yo solo nos estábamos divirtiendo, nada más. 

Kanon supuso que se notaba que no había tenido una semana agradable, no después de hacer una lista de las ventajas y las desventajas de permanecer con alguien como él, perdiendo por un margen muy alto. 

—Porque el es el amor de mi vida y me dejara por la misma razón, por la cual siempre abandonan a alguien como yo. 

Sorrento abrió la bolsa de botanas, comiendo unas, llevando sus pies a la mesa, sin prestarle demasiada atención en un principio. 

-Velo desde otro punto de vista, no lo mataron por estar con alguien como tu, a veces pasa. 

Kanon no encontró graciosas esas palabras y estaba a punto de sacarlo por la fuerza, cuando Sorrento suspiro, tomando una pierna de pollo de la cubeta de líneas rojas, como si no le importara el dolor de su amigo. 

—Déjame ver, eres un tipo aburrido y formal, sin nada que ofrecerle a un amante joven, porque no puedes explicar tu pasado, ni qué sabes artes marciales o tienes suficiente dinero para vivir tranquilo sin trabajar, sabes bailar, disparar armas de fuego, en si, no eres un maestro, pero eso no le gustará a tu niño porque puede pensar que eres un depravado que lo persiguió desde… que, los dieciséis años… si, desde los dulces dieciséis… 

No era un depravado, porque no se le acercó hasta que fue mayor de edad, antes de eso, lo único que deseaba era protegerlo, mantener esa inocencia en su niño, al que amaba por sobre todas las cosas, ayudarle a una persona mientras mataba a una docena. 

—Le mentí, toda nuestra vida está basada en una mentira, y Radamanthys no me perdonará, es más, se irá más rápido si le digo quien soy en realidad. 

El se lo perdía, como siempre había dicho, ellos eran quienes se perdían a personas como él, o Kanon, que les serían fieles únicamente para tener un lugar a donde regresar, un plato caliente en la mesa, unas pantuflas, una sonrisa, un motivo para mantenerse vivos. 

—Milo me dijo que lo conociste muy joven, pero dime, cómo fue que viste al amor de tu vida, digo, eran de mundos diferentes… yo siempre los conozco en bares, pero tú no haces eso… así que… cuál es la historia… 

Kanon lo recordaba bien, ese día había sido tan malo como todos los demás, estaba malherido, cansado, sin un lugar al cual regresar, ni siquiera tenía un cachorro que lo esperara en casa, así que, ingreso al primer bar que vio, sentándose en una mesa oculta, sin darse cuenta que era un bar de temática, donde los meseros eran todos muchachos jóvenes con alas en sus espaldas.

Por un momento quiso salir de aquel sitio tan desagradable, pero como si los dioses se burlaran de sus deseos comenzó a llover a cántaros, tendría que quedarse allí mismo hasta que dejara de llover, nunca le había gustado el sentimiento de una herida mojada, la ropa se le pegaba a la sangre, era muy molesto. 

Estaba vestido con un traje gris, saco, pantalones, corbata, camisa blanca, esperaba por Milo, para que lo recogiera, ya le había mandado su ubicación, no tardaría mucho en llegar, pero estaba cansado, tenía mucha sed, comenzaba a marearse un poco. 

Sueño de Quimeras.Where stories live. Discover now