El Jardín.

115 16 9
                                    

Radamanthys en ese momento bebía un vaso de leche de un solo trago, estaba hambriento y sediento, pero no tanto como hacía una semana. 

—Mañana saldré al centro, así que necesitaré los servicios de Tatsumi, tu me acompañaras, saldremos a eso del medio día, así que puedes dormir hasta tarde. 

Le informo, sonriéndole todo el tiempo, haciendo que se sonrojara y terminará enfocando su vista en su plato, sintiéndose sumamente extraño, podría decir, feliz, como cuando Minos y él recibieron unos dulces en halloween, junto con los otros niños, pues pensaban que su disfraz de vagabundo era excelente. 

A la hora de dormir le acompañó hasta su cuarto, sentándose en su cama, cruzando sus piernas en esta, tipo indio, mirándole fijamente cuando empezó a buscar algunos instrumentos para bañarse y afeitarse. 

—¿No irás a dormir a tu cuarto? 

Suponía que debería hacerlo, pero se sentía mucho más cómodo con Aioria que solo, siempre había pensado que dormir en solitario era peligroso, así que negó eso con un movimiento de la cabeza.  

—Me puedo quedar a dormir aquí… 

Aioria suspiró, negando eso, prefería que fuera a dormir a su cuarto, así que acercándose a él, lo tomo de la muñeca y lo llevo a su habitación, encendiendo las luces, tomando nota de todo lo que necesitaba conseguirle para que tuviera una vida cómoda. 

—Duerme aquí hoy, mañana haré los cambios necesarios para que sea una habitación cómoda. 

Pronunció, tomando nota de los barrotes y del seguro exterior, sintiendo cierta inquietud, preguntándose porque su hermano había mandado a colocar esas modificaciones en ese cuarto. 

—Duerme hasta tarde, no tienes nada que temer. 

Radamanthys asintió, sentándose en la cama, observando la puerta que no podía mantener cerrada, ni con seguro, pero aún así trato de obedecer, acostándose en la cama con su ropa puesta todavía, abrazando sus zapatos, para que no se los quitarán. 

Soñando con unas manos recorriendo su cuerpo, con ese sujeto de cabello azul sobre él, entre sus piernas, despertando cubierto de sudor, aterrado, levantándose de su cama, colocándose sus zapatos, tratando de salir de aquella habitación, para darse cuenta que estaba cerrada con llave, desde afuera, para que no escapara en medio de la noche. 

Por un momento pensó en gritar, en azotar la puerta, pero se controló, recargándose contra la puerta, para empujar el sillón contra esta, sentándose en él, para hacerse un ovillo, tomando una de las cobijas, cubriéndose con ella, para dormir vestido, preparado para huir en cuanto pudiera hacerlo. 

Despertó a eso de las seis de la mañana, repitiéndose lo que Minos le decía, que debía estar contento de tener el estómago lleno y no tener frío, bañándose con agua caliente, usando de los jabones que tenía en el pequeño mueble de color blanco, mojandose casi una hora seguida. 

Saliendo para buscar nueva ropa, toda olía bien, estaba suave, sin arrugas, era la ropa de un príncipe, la que se puso para mirarse poco después en el espejo, notando que a sus espaldas estaba Aioros, los brazos cruzados delante de su pecho, parecía que su puerta ya podía abrirse. 

—Estas haciendo un buen trabajo, demasiado bueno diria yo, Aioria me dijo en la noche que quitara esos barrotes, que arreglará el cerrojo, que te comprará una televisión, unos videojuegos, algo con que puedas estar entretenido, y lo tendrás, porque eso hará feliz a mi hermano, no porque tu te lo merezcas.

Radamanthys asintió, retrocediendo unos cuantos pasos, temiendo que Aioros quisiera lastimarlo, no obstante al escuchar las ruedas de la silla acercándose a ellos, con un Aioria tarareando una canción, el mayor salió del cuarto, dejándolo sólo. 

Sueño de Quimeras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora