63. Muerte inminente

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Saeyoung

La capucha se cayó. No me podía creer lo que estaba viendo... era ella, estaba viva.

Solté un suspiro de alivio mientras la observaba y mis manos cayeron en su cintura, encerrándola tal y como si se tratase de una jaula. No quería separarme nunca más. Sus pequeños y largos dedos se posaron en mis hombros y me acerqué a su rostro aspirando su aroma. Mi corazón comenzó a latir enloquecido. Acaricié su rostro y me mordí el labio. Las lágrimas descendieron por mis pómulos y trató de secarlas con el pulgar.

Tomé sus manos entre las mías, besándolas y paseándome entre dedo y dedo. Necesitaba sentir su tacto, su piel contra la mía, necesitaba sentirla por completo y saber que era real, que de verdad estaba frente a mí.

—Saeyoung... —su voz endulzaba mis oídos.

Me dedicó una sonrisa débil. Parecía algo cansada, tenía sombras oscuras bajo los ojos y llevaba una sudadera negra y ancha que tenía varios rasguños, en especial en la parte del hombro. Me pareció ver un golpe justo en esa zona, pero cuando me disponía a examinarlo me abrazó y todos mis sentidos se nublaron. Cerré los ojos, apoyando la cabeza en su cuello.

Me ruboricé al notar su voluminoso pecho pegado al mío y no pude esperar más para enmarcar su rostro entre mis manos y besarla con pasión.

Jadeamos al rozar nuestros labios, la abracé, elevándola un poco del suelo y sus manos se sumergieron en mi cabello, apartándomelo de la frente.

Al bajarla y separarnos para tomar aire nos quedamos viendo como si nada más existiera.

—Hana... te he echado tanto de menos, no sabes cuánto. —Le aparté el cabello de la cara para ver bien sus facciones—, gracias a dios que estás viva.

—Yo también te eché de menos, muchísimo.

Volví a besarla y escuché como gimoteaba un poco al poner mi mano sobre su hombro. Al apartarme y observarlo me di cuenta de que tenía un moratón bastante grande.

—¿Quién...? ¿qué te pasó? ¿te duele mucho?

—Ah, eso, no, no es nada, un simple golpe.

Resoplé, ¿de verdad pensaba que la iba a creer?

—Dime la verdad, ¿quién fue? ¿y cómo saliste de ese coche? ¿dónde estuviste y cómo llegaste aquí? —Sentí que la estaba abrumando a preguntas, pero necesitaba saberlo.

—A una pregunta por vez, impaciente. Salí del coche rompiendo el cristal con el tacón, corrí a casa y me siguieron. Querían deshacerse de mí, dijeron que eran órdenes de tu padre, pero también escuché que necesitaban encontraros cuánto antes. Tras un altercado logré escapar, aunque uno de los tipos me dio un golpe con su pistola —tomó aire para respirar—, le di una patada en los huevos y pude huir. Me he estado escondiendo en un motel apartado y alquilé un coche para seguiros desde el apartamento. Oh, y conseguí un móvil nuevo. —Me lo mostró sacándolo del bolsillo, era rosa claro con brillos.

—Mierda —apreté los puños—, ¡pienso hacérselo pagar en cuanto los vea! No dejaré que nadie más te toque. —Solo pensar en ello lograba que me llenase de rabia. Ya no veía motivos para ser pacifista. No permitiría que le pusiesen otro dedo encima, antes perdería la vida si tenía que salvar la suya.

—Cálmate, tienes que pensar con lógica. Os están siguiendo, ¿entiendes? ¡ese pajarraco de mierda! ¿es que no lo visteis en todo el camino? —bufó.

Abrí bien los ojos ante su declaración, entonces mis sospechas sobre el ave eran ciertas. Se trataba de un robot de vigilancia. Todo había sido una trampa para que fuésemos. Estaba seguro de que vendrían tarde o temprano y mi prioridad era protegerla, así como a mi hermano.

—¿Hana? —Hablando del rey de Roma, se encontraba allí apuntándonos con un arma. La bajó en cuanto ella se giró para verlo, debió pensar que tal vez me había pasado algo al demorarme tanto.

Tenía el ceño fruncido, parecía enfadado.

—Tú... ¡estúpida! —explotó señalándola con el dedo—, ¡¿cómo se te ocurre ponerte en peligro de esa manera y hacer que nos preocupásemos así por ti?! ¡todo ha sido por tu cul...

—Cállate —Hana lo interrumpió acercándose a él y agarrándolo con fuerza del cuello de la camiseta. Estampó sus labios contra los suyos dejándolo sin habla y escuché como comenzó a respirar con dificultad.

Su cara se puso roja y sus manos cayeron sobre su cadera. Quise apartar la mirada, no podía evitar sentir unos celos que me carcomían, aún a sabiendas que yo mismo había aprobado esa situación... dolía.

Tras varios segundos que parecieron horas me cansé de esperar. Fui hacia ella y la abracé fuerte por detrás. Se movió para verme y atrapé su boca en un intento de recuperar mi atención.

—Te quiero —miré sus ojos azules esperando una respuesta, pero nunca llegó.

—Ejem —mi hermano se aclaró la garganta—, ¿nos vamos? Tienes que explicarnos muchas cosas —se dirigió a la de pelo rosa—, ¿eso que tienes en el hombro es un golpe?

—¿Eh? Vámonos. —La pelirosa se separó de ambos para ir hacia el coche pero entonces escuchamos una voz desconocida.

—No tan deprisa. —Dos tipos armados nos estaban apuntando y uno de ellos fue hacia Hana en un abrir y cerrar de ojos, agarrándola del cuello.

Sus uñas se clavaron en el antebrazo del desconocido tratando de resistirse. Apreté los dientes y sacamos las pistolas para defendernos. Fui directo a mi enemigo principal, que era ese hombre al que iba a matar por ponerle las manos encima a mi chica.

—¡Puta! —El extraño la insultó, inyectándole una aguja en el brazo que al parecer le hizo perder la consciencia.

—¡No! ¡¿qué le hiciste?! —chillé amenazándolo con el arma.

—Así se estará quieta, y ahora bajad las armas y hacednos caso si no queréis morir.

Mi gemelo soltó una carcajada y se acercó al otro tipo con el arma apuntando a su cabeza.

—¿De verdad creéis que estáis en posición de mandar cuando podría mataros en cualquier momento? —el peliblanco volvió a reírse de forma sádica—. Y ahora soltadla o lo haremos por las malas.

—Os quieren vivos, pero si os traemos muertos supongo que tu padre tampoco se quejará demasiado.

—¿En serio pensáis que podéis vencernos? —continuó el de ojos verdes—. Por favor, no seáis tan patéticos y...

—Iré con vosotros si dejáis a Hana y a mi hermano —me adelanté. Estaba dispuesto a hacer cualquier sacrificio por ellos.

—¿Qué? —Saeran frunció el ceño—, ¿qué estás diciendo?

—Saeran... si me pasa algo cuida de ella —un nudo se formó en mi garganta.

—¡¿Qué?! ¡no seas estúpido!

—Aquí no nos valen los sacrificios —interrumpió el que tenía las manos libres, soltando disparo en mi dirección.

Me moví logrando esquivarlo pero caí al suelo. Presioné el gatillo, dándole en la pierna y escuché otro disparo hacia mí, iba a tirar de nuevo cuando me percaté de un balazo que provenía de un lugar distinto. Todo había pasado tan rápido y confuso... miré mis manos, estaban llenas de sangre.


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Quiéreme [Parte I y Parte II]Where stories live. Discover now