26. El amor es un asesino

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El gemelo se había encargado de comprar los billetes a Los Ángeles y partiríamos esa misma noche.

Ver su rostro mientras trabajaba me hacía pensar en Seven de forma automática. Lo echaba muchísimo de menos. ¿Él pensaría en mí? ¿estaría enfadado conmigo por la llamada que tuvimos? ¿querría... volver a verme? Yo no aguantaba las ganas de verlo de nuevo. Una parte de mí estaba muy enfadada con él por plantarme en el aeropuerto, y ni siquiera confesarme que me amaba, pero la otra no podía evitar amarlo más que a nada en el mundo.

Lo cierto era que no le había contando nada al gemelo sobre la noche en la que todo se torció. En el fondo quería protegerlo. Era muy consciente de que se había convertido en mi punto débil y debía asegurarme de que nadie más lo supiera para que no pudieran adquirir una ventaja sobre mí.

Me hacía sentir viva, al fin y al cabo. El gemelo solo era un bonito cuerpo que disfrutar mientras no tenía al amor de mi vida. Estaba convencida de ello.

Así veía a las personas, como máquinas de estímulo visual que ayudaban a aumentar la libido. Pero no siempre fue de esa forma. Mi historia con el sexo comenzó con Seok. Abusaba de mí desde muy niña e intentaba resistirme ya que era jodidamente doloroso en el sentido físico. El emocional era distinto. No albergaba ningún tipo de sentimiento ni nunca me había importado nadie.

Un día, en la sesión nocturna del cine, pillé a una pareja follando en los asientos del fondo. Observé sus rostros, llenos de lujuria, preguntándome por qué diablos se comportaban de esa forma, si para mí era lo más horrible del mundo. Comencé a informarme sobre sexo, en Internet, y digamos que eso me ayudó a explorar mi sexualidad. Empecé a valorar el cuerpo humano. No le hacía ascos a ningún género. Ambos me resultaban agradables a la vista. Cuando tuve mi primer orgasmo en solitario, me di cuenta del gran placer que podía experimentar, al llegar al éxtasis, y de todo el tiempo que había desperdiciado.

Por eso cuando Seok trató de forzarme de nuevo intenté relajar mi cuerpo e imaginar escenas calientes para que no me doliera tanto. Funcionó. Por supuesto que nunca hubo sentimientos de por medio hasta que conocí al hacker.

Con él todo cambió, incluso el sexo se sentía muy diferente. Me hacía sentir... especial. Era muy considerado, quería satisfacerme a mí ante todo y el solo roce de nuestros cuerpos me ponía la carne de gallina. Sus labios besando y acariciando mi piel me hacían subir al mismo cielo. Incluso el orgasmo era mucho más intenso cuando Saeyoung me lo hacía. No podía compararse a nada que hubiese experimentado con anterioridad.

Sin embargo... su gemelo maligno era muy bueno en la cama. Sabía bien lo qué hacer y cómo satisfacerme. El sexo era delicioso con él y tenía la sospecha de que era por el simple hecho de que lo asociaba con su gemelo. Eran tan parecidos y perfectos... bendita lotería genética, que les tocó a ellos la mejor parte.

Miré el móvil que me había dado el pelirrojo. Seguía sobre la mesa desde que lo tiré la noche anterior. Lo cogí, pensando en llamarlo. Revisé la agenda de teléfono, ahí estaba su número, era demasiado tentador. El gemelo estaba enfocado en el ordenador, por lo que fui hacia el dormitorio y me senté en la cama pensando si marcar o no. Justo cuando me decidí, Saeran me lo arrebató de las manos, sorprendiéndome.

—¿Qué mierda haces? ¿ibas a llamarlo? —Parecía como si estuviese recriminándome algo.

—¿Qué haces tú? ¿por qué me quitaste el móvil de las manos?

—¡Porque eres estúpida! ¡podrías arruinar mi plan si lo llamas ahora!

—¿Plan? ¿qué plan tienes?

—No me fío de contártelo. Aún bebes las aguas por él. —Su expresión era fría como el hielo.

—¡Claro que no! ¡ya sabes que lo odio!

Quiéreme [Parte I y Parte II]Where stories live. Discover now