32. Se nos fue de las manos

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Saeyoung

Me sentía vacío, vacío desde que ella decidió irse con mi hermano y renunciar a todo lo que teníamos... incluso a nuestra amistad. Miré a esa desconocida, de cabellos largos y rubios, que me había propuesto pasar la noche y...

Joder, solo pensaba en Hana, no quería pensar en ella, ¿por qué no podía parar de hacerlo, aún cuando estaba teniendo sexo con mi gemelo? Me sentía patético y aterrado porque no estaba listo para perder a mi mejor amiga y... a la mujer que amaba. Fui un cobarde y un idiota al acostarme con ella y no tener el valor para decirle que la amaba.

Y ahora no dejaba de pensar en lo que podría haber sido si yo... me hubiera confesado. Tal vez... no se hubiese acostado con mi gemelo. Tal vez seríamos felices, me despertaría todas las mañanas a su lado, y podría abrazarla y besarla, hacerle el amor y vivir para ver su sonrisa. Hacerla feliz cada día de su vida. Pero eso era mucho que desear, yo no me lo merecía. Y al final terminaría por dañarla, porque mi vida era un completo caos.

Mi pecho dolía demasiado, necesitaba confort, una vía de escape. Pero sabía que esa no era la solución. Me giré para irme y la chica me agarró de la muñeca.

—Espera, estás muy perjudicado, te ayudaré a llegar a casa. —Me ofreció la mano y ni lo pensé, aceptándola de forma automática. Salimos del local y me agarró de la cintura tratando de que no me cayese en el proceso, ya que iba haciendo eses.

Pasé un brazo sobre su hombro, para mantener el equilibrio. Me daba asco a mí mismo, tanto que tenía ganas de vomitarme encima. Una extraña me estaba ayudando a caminar, ¿tanta pena daba? Estaba seguro de que sí.

Comenzó a llover, bajamos unos escalones de madera que estaban tan pulidos por el paso de los años que casi lo sentí como un tobogán. Si no fuera por esa chica me hubiese caído.

—¿Cuál es tu nombre? —pregunté, sintiéndome mal al ni siquiera saber cómo se llamaba la rubia que me estaba ayudando a llegar a casa.

—Me llamo Eva —sonrió, mirando mis labios—. ¿Cómo te llamas tú?

—Yo... es mejor que no lo sepas.

—¿Un tipo misterioso? Me gusta. —Miró de nuevo hacia delante, y continuó hablando—. ¿Por qué no nos refugiamos en un callejón, hasta que escampe? ahí hay un tejado para cubrirnos —señaló una casa vieja, que estaba medio derrumbada. Me llevó casi a rastras, y apoyé mi espalda en la pared. Era de piedra, y estaba bastante desgastada—. Bueno... ¿por qué me rechazarías? —cuestionó, acercándose más a mí, y apoyando cada brazo en la pared, rodeándome.

—¿Podrías apartarte? —No estaba cómodo con esa situación—. Estás siendo amable al ayudarme, pero...

—No contestaste a mi pregunta —rebatió, interrumpiéndome—. ¿No crees que sea linda? —Volví a mirar sus ojos azules, no era fea... pero no era Hana, no me sentía atraído hacia nadie más.

—Eres una chica linda, pero...

—Estás enamorado —completó mi frase.

—Sí... lo estoy —admití, delante de esa desconocida. Solo con decirlo en voz alta, mi corazón dolía. Estaba loco de amor por ella. Era un maldito gilipollas, y la estaba perdiendo... Arrugué el labio, y me revolví el cabello. Joder, ¿qué mierda estaba haciendo? ¿por qué no luchaba, en lugar de actuar de forma tan patética? La quería de vuelta... pero a la vez seguía pensando en mi vida de mierda. ¿Y si le ocurriese algo por mi culpa? Era un jodido egoísta...

—Tranquilo. —Eva acarició mi mejilla de golpe, distrayéndome de mis pensamientos—. Yo no busco nada serio... solo sexo. —Vi cómo se mordía el labio, y sus manos se posaron en mi pantalón, desabrochando la cremallera. ¿Qué estaba pasando? En menos de un minuto, tenía el vaquero por las rodillas, y a la chica agachada, frente a mí—. Voy a hacerte la mejor mamada de tu vida. —Mi mente se nubló ante sus palabras. ¿Cómo demonios había terminado así? Fue acercando su rostro a mi bóxer, hasta que sentí su boca por encima de la tela.

Mierda, mierda, yo no quería eso.

La empujé con fuerza, haciendo que casi se cayese de lado. Apoyó la palma en el suelo para impedirlo y me miró. Me preocupé un poco por si la había herido.

—¿Estás bien? —Era consciente de que la había empujado bastante fuerte.

—Claro —se levantó de nuevo, colocándose frente a mí—. Qué tipo más duro, me encanta... —Al parecer la chica no se cansaba de mis rechazos.

—Escucha... gracias por ayudarme pero no quiero nada contigo. —A pesar de todo el alcohol que había bebido tenía muy claros mis sentimientos. Más que nunca y en ese momento dolía demasiado.

Jamás podría hacerle eso a Hana aunque me lo hubiese hecho a mí. Tal vez... la amaba mucho más de lo que me amaba a mí. Había tratado de apartarla por todos los medios, pero solo conseguí enamorarme más, esa era la verdad.

—Vamos... nadie se enterará —susurró en mi oído.

—¿Estás sorda? ¡vete! ¡déjame solo! —exploté perdiendo la paciencia y la sacudí de los hombros.

—Cariño... me gustan los chicos que me rechazan, como tú. Quiero que seas mío. —Iba a apartarla de nuevo, cuando alguien lo hizo por mí, empujándola de golpe. Al quitarla de en medio, me di cuenta de que era Hana. Se quedó mirándome con fijación. Un aura de odio invadía su rostro. No sabía desde cuándo estaba allí, pero lo cierto era, que aún continuaba con los pantalones bajados, y tal vez lo malinterpretó todo. Suspiré y me los subí enseguida. Intenté acercarme para explicárselo, agarrándole del brazo.

—Hana, yo... —No me dio tiempo a decir nada más. Me cruzó la cara, de un tortazo. Mi mejilla ardía, y puse una mano sobre la zona afectada. Aún estaba tratando de asimilar lo que había ocurrido, cuando vi cómo se acercó de nuevo a la chica, y estampó su cabeza contra la pared de piedra, abriéndosela. Pegó un grito desgarrado. La sangre manaba de la herida, a borbotones, y repitió el movimiento una y otra vez. No me podía creer lo que presenciaba, estaba como en una especie de trance, estrellando su cabeza, una y otra vez.

Traté de frenarla, sujetándola desde atrás, y se removió, provocando que casi me cayese, debido a mi mal equilibrio en ese momento. Al final, se rindió, soltando el cuerpo, ya inerte, dejándolo caer al suelo.

Se giró para enfrentarme, tenía lágrimas en los ojos. Nunca la había visto llorar. Intenté secarlas con mis dedos, no soportaba verla así. Me apartó la mano de repente, con furia. Nos quedamos mirando unos segundos, pensando en lo que acababa de ocurrir.

—Mierda... ¡¿qué hiciste?! —rompí con el silencio, y resopló. Ahora todo se nos había ido de las manos, y no sabía cómo íbamos a solucionarlo.


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Quiéreme [Parte I y Parte II]Место, где живут истории. Откройте их для себя