49. Reminiscencias

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Siempre había pensado que el secreto de la felicidad residía en tener mala memoria, pero Saeyoung me hizo cambiar de idea. Aún sin recordar toda nuestra historia, albergaba ese remolino inevitable de sentimientos en mi interior. Cuando me besaba se me abrían las puertas del cielo y también las piernas, para qué negarlo.

¿Quién en su sano juicio necesitaba un artilugio con pilas, pudiendo poseer aquel cuerpo a todas horas, gozando de esos estupendos atributos masculinos?

Yo misma podría definirme como una persona fría y calculadora, pero tras todo lo sucedido me daba cuenta de que en realidad solo había aprendido a usar más el cerebro que el corazón. No obstante, él lo desbalanceaba todo, poniendo mi mundo patas arriba. Era mi debilidad, cada vez lo tenía más claro.

Mientras me perdía en mis divagaciones, sus penetrantes ojos dorados, que resplandecían cual rayos de sol, todavía esperaban una respuesta sobre la extraña llamada que tuve ese mismo día.

—¿Quién era?

—Se supone que un amigo de mi padre. Quiere ayudarnos con el caso de Saeran, pero ni tan siquiera me dijo su nombre —comenté, extrañada.

—Pero eso son buenas noticias, ¿no? —Acarició mi cabello, apartándome algunos mechones de la cara.

—Sí, eso parece. Dijo que me llamaría luego.

—Genial, eso significa que podemos continuar —alzó una ceja, con una sonrisa diabólica apenas esbozada.

Se humedeció sus sensuales labios y los fuertes brazos me envolvieron y atrajeron hacia su pecho, duro como una roca.

Su cálido aliento rozaba mi cuello y el aire comenzó a ser sofocante. Tenía demasiadas ganas de hacer el amor con él, sin embargo, todavía no estaba segura de que eso fuese lo único que sustentara nuestra relación.

No tardó en besarme de nuevo con ansiedad. Suspiré de la emoción, percibiendo sus manos fuertes y expertas vagando por mi cuerpo, proporcionándome un deleite exquisito. Un escalofrío me recorrió la espalda y algunas zonas, más ocultas que otras, comenzaron a palpitar, elevando mi temperatura.

Algo fiero y exigente se desató en nuestro interior. Continuamos mojando nuestros labios al mismo tiempo que nos movíamos hacia la habitación, con todos los sentidos embotados.

Me arrebató el vestido de una sentada, dejándome en ropa interior color negra. Apretó mis nalgas con fuerza, optando por tirarme sobre la cama, y comenzó a desabrochar su camisa negra, botón a botón. Estaba convencida de que su cuerpo era letal, duro, y tan cálido... quedé atónita ante esa bella visión, no podía dejar de mirarlo. ¿Acaso podía existir alguien tan perfecto sobre la faz de la tierra? Desde luego, aquello no ayudaba en nada a mi contención.

Al bajarse los pantalones mi corazón martilleó con fuerza. Contenía algo muy poderoso, firme, entre las piernas, bajo la ropa interior.

—Estás muy contento... —murmuré con la voz entrecortada.

—¿Cómo no iba a estarlo? Me vuelves loco. —Se me puso encima, encerrando mi rostro entre sus manos y se quedó viéndome unos segundos—. Eres tan linda, me... me siento tan caliente —soltó aire.

Mi cuerpo ardía, estaba segura de que sus ojos hipnotizantes podían leerme hasta el alma. Sabía lo que me gustaba y quería dármelo. ¿Cómo se supone que iba a rechazar tal oferta?

Sus exigentes labios cubrieron los míos y me estremecí, gimiendo en respuesta. Cada centímetro de su magnífico y caluroso cuerpo estaba pegado al mío, despertando mis más puros instintos.

Deslicé los dedos por los esculturales músculos de su espalda, suspirando al notar como se movían. Mi cabeza daba vueltas, sus manos recorrieron mi espalda hasta llegar a los glúteos, acercando aún más nuestras caderas. Me estaba embelesando.

Quiéreme [Parte I y Parte II]Where stories live. Discover now