15. Átame

2.8K 211 227
                                    


Tenía la espalda apoyada en la puerta y a Seven inclinado sobre mí dejando un reguero de besos ardientes por el cuello. Acarició mis muslos y jugueteó con el liguero de la media que llevaba. Continuó ascendiendo, colándose bajo mi falda hasta llegar a mi trasero, el cual apretó con fuerza.

Terminé de desabrocharle la camisa y este se apartó un segundo para quitársela, lanzándola al suelo. Volvió a mí, agarrándome el rostro con las manos y pegando su pelvis a la mía, haciendo que fuera muy consciente de cómo su miembro crecía entre mis piernas.

La humedad traspasaba mi ropa interior y me moví contra él en busca de alivio. Recorrí su formado torso con los dedos descendiendo poco a poco hasta llegar a su erección, toqueteándola por encima de la ropa.

—¿No sabes que no se manosea la comida que no se va a comer? —Me propinó un pequeño mordisco en el lóbulo. Su tono burlón me excitaba.

—¿Quién te dice a ti que no lo vaya a hacer? —respondí desafiándolo con la mirada.

Se mordió el labio y fue directo hacia mi pecho, desabrochando varios botones de mi blusa con la boca. Noté como se me endurecían los pezones de forma instantánea. Aquello me puso demasiado pero recordé que llevaba el mini micrófono en el sujetador por lo que le di un empujón breve para apartarlo y me miró confundido.

—Hana, no entiendo...

—No tan deprisa, ¿no decías que tenías algo parecido a unas cuerdas?

—Sí... unas esposas que uso para las misio... digo... trabajo, ¡ahh! Quiero decir... —Se veía un poco desesperado al haber dicho algo que no debería.

—Está bien, eso es perfecto —arqueé las cejas de forma pícara y me sonrió de vuelta.

—Eres muy juguetona, vamos. —Me elevó en el aire, sujetándome para ir hacia el dormitorio y me quitó los zapatos en el camino, descalzándose él también. Chocamos con la pared de enfrente y allí nos demoramos un poco a mordiscos hasta que entramos. Era muy amplio y estaba decorado con motivos del cielo estrellado en el techo. La cama era gigante y la adornaba una esponjosa sábana blanca.

Me soltó cuando abrió lo que parecía ser la puerta del armario y quedé fascinada. Se trataba de una habitación llena de ¿disfraces? Y ropa de mujer. Desde vestidos hasta tacones e incluso bolsos y joyería.

Era la primera vez que la veía ya que no había cámaras ahí dentro. Me adentré en ella, observándolo todo con detenimiento mientras abría un cajón y sacaba unas esposas rodeadas con una especie de peluche rosado.

—¿Seguro que es por trabajo? —apunté con algo de sorna.

—Por supuesto —sonrió—, soy un profesional, ¿lo dudas?

—No, para nada. —Se acercó a mi boca riéndose y me plantó un beso. Puso las esposas en la palma de mi mano dándome a entender que ahora podría hacer lo que quisiera.

—¿Son lindas, cierto?

—Preciosas. —Rodeé su cuello y avancé arrastrándolo hacia la cama. Antes de que pudiera sentarse lo paré con el brazo—. Espera, antes quiero que te quites los pantalones. —Se humedeció los labios de forma pilla y vi cómo bajaba la cremallera poco a poco.

—A sus órdenes, pequeña. —Una vez que se los hubo quitado me recreé la vista. El ajustado bóxer negro le marcaba una erección interesante, muy interesante.

—También el bóxer.

—Qué ambiciosa...

—¿Vas a hacer lo que te diga o no? —Me aproximé más, pasando la lengua por su cuello.

Quiéreme [Parte I y Parte II]Onde histórias criam vida. Descubra agora