Ódiame. 32: Peligro al acecho

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Saeran

Meg pasó al interior de la casa y puso los bombones en la mesita que había frente al sofá. Se sentó en el suelo, sobre la alfombra, y me hizo un gesto con los dedos para que me acercase.

Eso hice, terminé por ponerme a su lado y apoyé un codo en la mesa, mirándola, apoyando la cabeza en mi mano.

—Tienes que animar esa cara, mentita —soltó, revolviéndome el pelo—, la tristeza no te favorece.

—¿Y qué debería hacer? No me siento precisamente bien, sabiendo que la chica que me gusta me rechazó de nuevo.

—No recuerdo haberte rechazado —bromeó, tocándose la barbilla—, ah, no, espera, hablas de la otra, la que se fue con tu hermano.

—¿Hacía falta que lo remarcases? —sonreí, tratando de ocultar mi dolor.

—Tú también remarcaste que te gustaba alguien que, obviamente, no era yo. Eso fue un golpe a mi gran autoestima —expresó con burla, encogiéndose de hombros—, aunque no tanto como para seguir dudando de mi sex appeal, ¿quieres? —tomó un bombón y me lo ofreció.

Incliné mi cabeza para alcanzarlo y esta lo apartó, terminando por comérselo.

—Ups, perdona, es posible que sea algo rencorosa —hizo el gesto, juntando los dedos y frunciendo los párpados.

—Pensé que no eras nada celosa —le di un codazo, queriendo picarla un poco.

La chica borró la sonrisa de inmediato. Luego se chupó el dedo de forma sensual, limpiándose el chocolate que le quedaba. Tragué saliva, notando como se me calentaba el rostro.

—No lo soy —se movió para sentarse en mi regazo, pasando un brazo por mis hombros—, puedes estar con quién quieras y follarte a quién te de la gana, pero mientras estés conmigo, a solas, quiero tener toda tu atención.

—Ahora la tienes —puse una mano sobre su rodilla, escalando, poco a poco, por su muslo. Llevaba una tentadora y corta falda de cuero, negra, y arriba un top de encaje trasparente, que dejaba ver un body debajo, así como su tatuaje del brazo. Un conjunto de rosas junto con una mariposa.

—¿Ah, sí? Demuéstralo —agarró otro chocolate y me lo acercó. Cuando iba a alcanzarlo se lo puso en la boca y me miró con picardía, como si estuviese esperando a que se lo robase.

Me incliné, pasando mi lengua por sus labios con delicadeza. La chica retrocedió un poco y la sujeté con fuerza de la cintura, impidiendo que se alejase. Logré quitarle el dulce y sus dientes me rasgaron los labios mientras me mordía con ternura.

Saboreé el chocolate a la vez que le sonreía, triunfante.

—¿Está casi tan bueno como tú, no? —se mofó.

—Entre nosotros tres, diría que tú ganas.

—Ahora me haces la pelota —murmuró en mi oído, rozándome la piel—, ¿es que acaso quieres algo de mí?

—Tu cuerpo —respondí con claridad, paseando la yema de los dedos por su escote.

—Oh —pude notar cierta decepción en su rostro. ¿Qué le pasaba? ¿había dicho algo malo?—, te entiendo, si pudiese me tiraría a mí misma —se levantó de pronto, quitándose los botines con hebillas que llevaba, soltándolos sin ningún cuidado, y fue hacia la cocina.

—¿Qué haces? —pregunté a distancia.

—¿Tienes algo de beber? ¿como whisky o ginebra?

—Mi hermano seguro que tiene.

Quiéreme [Parte I y Parte II]Where stories live. Discover now