25. Quién domina a quién

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Seven

Ella me dijo que me odiaba... ¿de verdad lo hacía? Las lágrimas seguían resbalándose de mis ojos. Un nudo se formó en mi garganta. Notaba como si alguien me estuviese estrujando el corazón, hasta hacerlo trizas. ¿Dijo que... iba a acostarse con otro? No... ¡no era posible!

Me llevé las manos a la cabeza tratando de frenar mis pensamientos. Mi mente se llenaba de imágenes que no quería ver. Alguien más le hacía todo lo que una vez le hice, ¡me estaba volviendo loco!

Pegué un grito de la rabia e impotencia y empecé a tirar uno a uno, todos los estúpidos taburetes amarillos que acompañaban a la barra americana del piso en las alturas de Los Ángeles que la madam me consiguió. ¿De verdad eran necesarios esos jodidos asientos en los que sabía que nunca nadie iba sentarse? Ese recordatorio era una tortura.

Pero aquello no era lo peor, lo más doloroso era que la había perdido.

—Hana... —Solo pronunciar su nombre en alto me producía dolor. Ella... la chica de la que estaba profundamente enamorado, me odiaba. Ya no había vuelta atrás... no después de haberla plantado en el aeropuerto. En el fondo deseaba que todo volviera a ser como antes. Quería volver con ella, besarla y confesarle que la amaba, porque así era. Pero tenía a la madam detrás mía, vigilando cada paso que daba.

Me hizo el favor de conseguirle un billete a España para que pudiera estar a salvo de aquellos que la chantajeaban. Aún así estaba intranquilo por si la seguían así que tuve que darle mi móvil para mantenerla localizada en todo momento a través del gps.

No podía dejar que le ocurriese nada malo o nunca podría perdonármelo. Tampoco pude evitar anotar mi número en la agenda. Sabía que si la madam se enteraba de eso, me mataría, pero no tuve la suficiente fuerza de voluntad como para perder por completo el contacto. Además, ¿y si ella corriese peligro? No quería pensar que algo malo pudiese suceder en mi ausencia. Estábamos a un día de viaje en avión, se sentía tan lejos... si estuviese en peligro tendría que solucionarlo desde dónde estaba. Aquello solo lograba ponerme más nervioso. Y para colmo la persona a la que menos quería ver en ese momento interrumpió de golpe mis pensamientos.

—¡¿Qué cojones hiciste con las sillas?! Este piso es de alquiler, ¡no puedes romperlo todo!

—¡¿Te crees que me importa una mierda eso después de haber dejado a Hana?! —Estaba furioso con la madam por obligarme a venir a este lugar, pero lo estaba más conmigo mismo por haber accedido.

—Es lo que tenías que hacer, agente. Lo sabes muy bien.

—¡No quiero hacer lo que debo! ¡q-quiero... quiero volver con ella! ¡¿no lo entiendes?! —mi voz se desgarraba y perdía el aire por momentos.

Hana podría estar acostándose con otro en ese instante... ¿me lo dijo por venganza? ¿porque estaba borracha? ¿o... lo iba a hacer de verdad? Lo cierto era que me estaba torturando. Tal vez podría... ¿activar el modo escucha del teléfono? Así averiguaría si estaba con alguien más.

—¡No me importa lo que tú quieras! ¡aquí mando yo! ¿o acaso lo has olvidado?

—¡Cómo iba a olvidarlo! ¡me has jodido lo único bueno que tenía en mi vida! —recriminé.

—¡¿Bueno?! ¿a eso llamas bueno? ¿no ves que la agencia te matará si descubren que estuviste por ahí, flirteando?

—¡No fue un simple flirteo! ¡ya lo sabes, maldita sea! —Tiré un jarrón que había sobre la mesa, rompiéndolo en mil pedazos—. ¡Viste lo que me costó despedirme de ella en el aeropuerto! ¡sabes lo que estoy sufriendo, madam!

Quiéreme [Parte I y Parte II]Where stories live. Discover now