46. Juegos mentales

901 102 461
                                    


Los labios de la persona no identificada continuaban sobre los míos. No podía ver nada debido a la venda que tenía en los ojos, odiaba no tener el control pero al mismo tiempo debía admitir que aquella situación me excitaba un poco.

Necesitaba saber quién era, así que le pregunté.

—¿Qué gemelo eres? —fui directa al grano.

No escuché ninguna contestación por su parte. Continuó besándome y estrujando mis pechos con fuerza. Gemí un poco al notar la fiereza de sus movimientos.

—Detente —ordené. Si no confesaba quién era, no estaba dispuesta a acostarme con él y arriesgarme a que fuese el peliblanco.

Escuché un suspiro de sus labios y acto seguido me mordió el cuello.

—¡Ah! —gemí sin poder contenerme—. He dicho que pares.

—¿Por qué iba a parar? Si te está gustando, deja de resistirte —se rió, mofándose un poco. Reconocí su voz al instante, era de el pelo blanco.

—Ya basta, Saeran. Te dije que habíamos terminado, ¿estás sordo o es que no tienes la lengua conectada al cerebro?

—Podría conectarla a otro sitio, creo que te gustaría. —Noté como bajaba por mi cuerpo con lentitud, sintiendo su boca por encima del camisón hasta llegar al muslo interior, que besó con delicadeza haciéndome suspirar.

—He dicho que te detengas. No quiero follar contigo.

—Antes no pensabas lo mismo —replicó cabreado.

Volvió arriba para quitarme la venda y mirarme a los ojos.

—Te lo dije, tengo muy claro lo que quiero y no es a ti. —Fui clara.

—¿De verdad no te acuerdas de nada de lo nuestro? —Vi como fruncía el ceño, enfadado.

Lo cierto era que había recordado mi estancia en Sevilla y parte de lo que sucedió entre nosotros ese día. Por un lado me sentía intrigada por saber cómo derivó en esa situación y porqué lo besé, pero la otra solo pensaba en recuperar al chico que de verdad me gustaba y no me interesaba en absoluto tener un desliz con su gemelo si quería recuperarlo.

—A veces olvido mis errores, ¿cómo te llamabas? —contesté impasible.

—Y tú a veces eres muy cruel —se quejó—. ¿Eso es lo que soy para ti? ¿un error?

—Eso pienso y ahora vete —me mostré firme.

—Te diré algo, lo tuyo con mi hermano sí que es un error —alzó la voz—. Estás obsesionada, eso es lo que te pasa, y como le ofreces buen sexo lo tienes encandilado, pero es solo eso, buen sexo.

—No es cierto, creo que él me ama, solo que le está costando asumirlo.

—Ajá. ¿Por qué no haces la prueba? —sugirió alzando una ceja—. Cuando quiera sexo, que estoy seguro de que lo querrá tarde o temprano porque no haces más que tentarlo, recházalo, recházalo todas las veces que te lo pida. Veremos a dónde os lleva eso.

—¿Por qué iba a rechazarlo si lo que quiero es estar con él? —remarqué.

—La cuestión es si quieres estar con el cabeza de tomate cuando solo quiere sexo de ti. ¿Eso es lo que deseas?

—No es cierto, no quiere solo sexo.

—¿No? Ya que estás tan segura, ¿por qué no pruebas?

—¿Por qué estás tratando de hacerme juegos mentales? ¿no ves que no funcionan conmigo? —rebatí.

—Porque quiero hacerte abrir los ojos con respecto al zanahorio, necesito que te des cuenta de una vez, Hana.

Quiéreme [Parte I y Parte II]Where stories live. Discover now