24. La venganza se sirve fría

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Estaba con el gemelo maligno en medio de una ciudad desconocida y Seven me había dejado. Aún no podía asumirlo.

¿De verdad lo hizo? Yo lo había dado todo por nuestra relación, incluso maté por él, ¿Y así me lo pagaba?

No podía evitar sentir un amor - odio muy fuerte y unas terribles ganas de venganza. Imaginar que quizás nunca lo volvería a ver y el solo hecho de pensar que podría conocer a otra persona me hacía hervir la sangre. Jamás iba a permitirlo. No mientras estuviera viva.

—¿En qué estás pensando, loca psicópata? —el gemelo interrumpió de golpe mis pensamientos. Clavé mis ojos en los suyos. Observé sus facciones, eran verdaderamente hermosas, tan guapo como Seven... lo echaba de menos—. ¿Acaso no me estás escuchando? —Lo cierto era que hacía un rato que había desconectado de su voz.

—La verdad es que no. Nunca dices nada interesante. —Quise molestarlo un poco.

—Estúpida, ¡Te estoy diciendo algo importante! ¿Me vas a escuchar o quieres morir?

—A ver si eres tú el que va a terminar muerto.

—Lo dudo mucho y ahora dime, ¿dónde diablos está el pelirrojo?

—¿Cómo que dónde está? ¿no lo sabes tú? ¡a mí me dejó plantada en el aeropuerto! —repliqué.

—Vamos, ¡deja de mentir! su móvil está aquí, ¿dónde se ha escondido? —¿Acaso me había seguido con el móvil que Seven me dio?

—Idiota, él me dio su móvil. Me has seguido solo a mí —resopló callándose unos segundos y pegó un puñetazo a la pared de forma inesperada.

—¡Mierda! ¡dame el móvil!

—¿Qué? ¿por qué iba a dártelo?

—¿Para qué crees? Quiero averiguar dónde está. Tal vez se incluyó en su agencia de contactos para hablar contigo. Solo necesito el número. —Si había hecho eso tal vez podría volver a hablar con él. Fui hacia el bolso y lo saqué. Me puse a revisarlo y solo encontré un número desconocido, ¿quizás era Seven? El gemelo me lo arrebató de las manos.

—¡¿Qué haces?! ¡maldito incivilizado!

—¡Habló la que mata gente!

—¡Uch! ¡eres insoportable! —me quejé y vi cómo apuntó el número en un papel y le dio a llamar, poniéndomelo en la oreja.

—¡Qué mierda! ¡no te di permiso para hacer eso!

—¡Cállate y dime quién es! —bufé esperando varios segundos a que contestaran. Saltó el buzón.

—No me lo cogen.

—Muy bien, lo intentaremos más tarde. Me pondré a trabajar —sacó un portátil que llevaba en la maleta y se sentó en un sillón que había en el cuarto.

—¿Te crees que estás en tu casa o qué?

—No me desconcentres. Y tráeme algo de beber, estoy sediento.

—¿Te crees que soy tu esclava?

—No estarías mal vestida de esclava —levantó sus ojos de la pantalla para mirarme de arriba a abajo.

—¿Qué? ¿qué mierda te estás imaginando, pervertido?

—¿Y tú? Me interesa saberlo, podría ser interesante.

—Ni lo sueñes.

—¿Por qué no? ¿tengo que recordarte cómo te ha dejado el pelirrojo? Te ha abandonado, como lo hizo conmigo. ¿No estás enfadada? —Estaba más que enfadada, a decir verdad. Apreté los puños, clavándome las uñas. Se percató de lo que estaba haciendo, y se levantó, yendo hacia mí—. No, no, no, eso no se hace, princesa. —Me tomó de las manos, para detenerme. Su tono burlón me cabreaba todavía más—. Debes cuidar tus bonitas manos, te pueden servir para muchas cosas... —declaró, observándolas. Me aparté de golpe, alejándome.

Quiéreme [Parte I y Parte II]Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu