28. Lo siento

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Me levanté del suelo algo aturdida por la situación, apoyando una mano sobre la pared. Ese cabrón se había llevado al gemelo. Me las iba a pagar.

Comencé a escuchar la voz de Seven gritando mi nombre y me dirigí hacia a la cochera. Cuando nuestros ojos se encontraron en la entrada un hormigueo recorrió mi cuerpo.

Caminé hacia la silla para desatarlo y me agaché para verlo bien, poniendo las manos en sus mejillas. Se quedó mirándome sin parpadear y nos quedamos en silencio durante varios segundos cargados de tensión.

—Seven... —Bajé la mirada, percatándome de que tenía una rajadura en el cuello y otra en la pierna—. Mierda. Hay que desinfectar eso. —Lo desaté y le ofrecí mi mano para ayudarlo a levantarse. Me agarró con fuerza de la muñeca de forma inesperada y se quedó viéndome sin moverse.

—¿Dónde está mi hermano? —exigió con firmeza.

—Tu amigo el melenas se lo ha llevado, confundiéndolo contigo.

—¡¿Qué?! ¿es una broma? —negué con la cabeza y resopló, cerrando un poco los ojos. Volvió a mirarme y después de un rato decidió soltarme. Se levantó y cogió su móvil del bolsillo para hacer una llamada.

—Madam, ¿dónde estás? —esperó a que le contestara a través de la línea—. Ese chico no soy yo, es mi hermano gemelo —agregó—. Voy a ir hacia allá. Cómo se te ocurra ponerle un dedo encima antes de que llegue, sacaré a la luz todos los trapos sucios de la agencia, y todos terminaréis muertos. —Colgó, y fue hacia el baño. Lo seguí, y vi cómo se quitaba la camiseta en el camino, tirándola al suelo. Abrió el grifo, echándose agua sobre las heridas.

—Necesitarás Betadine y gasas. Hay un botiquín por aquí. —Me puse a investigar lo que había dentro y saqué lo necesario para curarlo. Puse una mano sobre su hombro para que se girara en mi dirección pero se apartó enseguida—. Debería ser yo la que estuviera enfadada contigo, ¿no crees? —me reventaba su actitud hostil.

—¿Sabías que mi hermano quería destruirme y no me dijiste nada?

—¡No podía! ¡te recuerdo que estaba siendo amenazada!

—¡Ya, claro! ¡me dijo que te acostaste con él! —gritó—. ¿Es cierto? —Su tono distaba mucho de ser cordial.

—¿Crees que te debo alguna explicación cuando me dejaste tirada como una colilla?

Exhaló aire y bajó la vista al suelo.

—Voy a irme, deberías volver a casa. —Me arrebató el bote de Betadine, echándoselo por el cuerpo. Escuché cómo soltaba un quejido de dolor y optó por ponerse varias gasas con rapidez.

—No pienso volver a casa, voy contigo.

—¿Estás sorda, o acaso solo eres tonta? No quiero que me acompañes. —Aquello me sorprendió. Nunca lo había visto así de enfadado conmigo, como para dedicarme esas palabras.

—Me importa una mierda lo que tú quieras —repliqué—. No pienso abandonar a Saeran, tal y cómo tú lo hiciste. —Quería provocarlo, ya que me estaba sacando de mis casillas.

—¡Yo no lo abandoné! ¡lo dejé a cargo de alguien! ¿y ahora estás de su parte? ¿desde cuándo... te acuestas con mi hermano?

—¿Por qué? ¿te preocupa? ¿no era que solo éramos amigos con derechos? —Se quedó viéndome, tenía la mirada acuosa. Caminó hacia mí poniendo los brazos sobre la pared y dejándome acorralada en medio.

—No, tú eras solo mía, ¡¿recuerdas?! —Me sacudió los hombros, estaba enfurecido.

—¡No me acosté con él, mientras estábamos... lo que sea! ¡ni siquiera podía considerarse una relación! ¡lo hice el día en que me dejaste, si se puede llamar así! —Tomé aire para continuar—. ¡Nunca estuvimos juntos, porque eres un jodido cobarde! ¡Te odio, por abandonarme! —Las lágrimas se resbalaron por su rostro. Mis palabras le dolieron.

Quiéreme [Parte I y Parte II]Where stories live. Discover now