Ódiame. 29: No permitiré que seas feliz

289 36 66
                                    

Solo se escuchaba el ruido de los coches pasar y la voz de Charlie Puth cantando Suffer. Miré por la ventana al tiempo que saboreábamos un refrescante frappuccino. Los rayos de sol bronceaban nuestro rostro. Hacía calor, mucha calor, y más cuando nuestros ojos se encontraron.

—¿Vas a contarme lo que estás pensando? —interrogó el pelirrojo mientras daba vueltas a la pajita.

—Sé que no estamos en una relación, pero...

—Aún —me interrumpió y pude ver como elevaba una de sus comisuras.

—Aún —le di la razón—, pero eres mío, ¿lo sabes?

Esbozó una sonrisa sin dejar de mirarme.

—Siempre he sido tuyo, eso no es una novedad —puso su mano sobre la mía, acariciándola.

—Y aunque las cosas, ahora mismo, no estén saliendo como deseáramos y por circunstancias de la vida no esté siendo fácil...

—Yo creo que podría ser muy fácil y simple, pero tú la haces dura —sus mejillas adquirieron un tono melocotón—, la vida —remarcó, aclarándose la garganta.

—¿Solo eso? —me incliné un poco, con una sonrisa pícara en el rostro.

Se relamió el labio y se tocó un poco la nariz, hasta que su mano terminó en la sien, apoyándose la cara.

—No sé —se encogió de hombros—, ¿por qué no lo compruebas para asegurarte? —acto seguido se movió de sitio, colocándose a mi lado, en lugar de enfrente, y pasó un brazo por mis hombros.

—¿Eso te gustaría, no? —puse una mano sobre su pecho y me acerqué hacia su rostro.

Vi como tragaba saliva y chupaba sus labios mientras miraba mi boca.

Justo en ese instante sonó el teléfono, era el suyo. Figuraba un nombre de mujer: Jiyu.

Me quedé mirándolo con el ceño fruncido, ¿quién era esa?

—¿Quién es? —pregunté.

—Ah, esto... una conocida —se rascó la nuca con nervios y luego descolgó—, hola, Jiyu.

—Hola, guapo —podía escucharla a la perfección a través del altavoz, su tono de voz era muy entusiasta—, ¿te parece si nos vemos hoy, de nuevo? Necesito desestresarme.

Le dediqué al chico una mirada matadora. Tragó saliva, mirándome, y se llevó la mano a la cabeza. Me crucé de brazos, decepcionada. Estaba segura de que era mucho más que una simple conocida. ¿Por qué me había mentido?

—No puedo —respondió el hacker—, a decir verdad... no podría ningún día.

—Oh, ¿por qué? ¿estás muy ocupado con tu trabajo de hacker autónomo? Sabes que no me importa pasarme por tu casa y...

—No, no es eso —le cortó, suspirando—, ni siquiera estoy en Seúl.

—Vaya, ¿y cuándo volverás?

—Aunque vuelva, no creo que debamos vernos —el chico me observaba con preocupación y no hacía más qué preguntarme quién era esa zorra con la que parecía haberse acostado, y no solo una vez.

—¿Por qué? Nos lo pasamos bien juntos, ¿no? —siguió insistiendo y eché un sorbo al café frío, desviando la mirada.

Apreté el puño. Quería matarla, pero debía centrarme. Tenía miedo de mí misma cuando estaba con Saeyoung, miedo a no poder controlarme y a volver a mis viejos hábitos.

Era cierto que no valoraba, en absoluto, al psicólogo con el que estuve en terapia durante varios meses, sin embargo, dijo algo que me había calado profundamente. 'Tener dependencia emocional de alguien más te hace perder de vista lo más importante: tú'. Me perdía a mí misma estando con él.

Quiéreme [Parte I y Parte II]Where stories live. Discover now