71. Nunca te amé

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10 de la mañana en Seúl, era uno de esos días calurosos de mayo, así que llevaba puesto un vestido ligero negro, con diminutas flores blancas. Acababa de llegar del aeropuerto, el taxista me había dejado frente a mi nueva casa. Justo allí, se encontraba el camión con las cajas de mudanza.

Agarré una que pesaba como si llevase un muerto dentro, claro que no había matado a nadie, aún.

Fue entonces cuando lo vi, estaba saliendo por la puerta. Sus ojos dorados resplandecientes se clavaron en los míos y nos quedamos viendo por unos segundos, impactados.

Sentí un torrente de emociones revolviéndose en mi interior. Un sentimiento tan profundo que me hacía sentir viva. ¿Qué era eso? ¿amor? ¿el principio de una obsesión insana? Tal vez...

Vino hacia mí con una sonrisa y pensé que se me paraba el corazón.

—¡Ey! ¿necesitas algo? —Que me beses, pensé—, ¡esas cajas parecen extra pesadas! No creo que sea bueno para tu espalda y... ¿te mudas a este edificio? —se rascó la nuca y pude atisbar cierto sonrojo en sus mejillas.

—Sí, supongo que seremos vecinos, me llamo Hana —le dediqué una sonrisa lo más calmada que pude, aunque por dentro me estuviese muriendo, y el chico me correspondió.

—Así que Hana... ¡yo soy Seven Cero Seven! ¡el dios y defensor de la justicia! Oh, ¡y también tu vecino! ¡yei! —se rió con timidez—, es un placer, ¡te ayudaré a meter las cajas!

El pelirrojo me quitó la que cargaba de las manos y al rozarnos mis latidos se incrementaron todavía más. ¿Qué era eso que estaba sintiendo? ¿y por qué nunca lo había experimentado? ¿por qué solo él podía hacerme reaccionar como una estúpida jovenzuela enamorada? Apenas lo conocía y sin embargo lo supe. Jamás podría haber una simple amistad entre nosotros, y ahora... ¿ahora qué haría si lograse despertar? Porque estaba sumida en una especie de letargo, aunque no del todo. En cuanto me inyectaron algo para calmar el dolor, una parte de mí se activó de nuevo. Era como si hubiera estado inconsciente en todo el camino hacia el hospital, hasta ese momento. Supe bien que me encontraba en un quirófano, en una operación, y Saeyoung ya no se encontraba ahí. Aún así lo único que pensaba era en él. En sus labios, en sus ojos, en el sonido de su voz... estaba locamente enamorada.

Si pudiera verlo de nuevo, ¿debía decirle lo que sentía, o... lo mejor para ambos era poner distancia de por medio, tal y como me aconsejó Saeran?

En realidad estaba segura de cuál era la mejor opción. Saeyoung nunca debió conocerme, fui su perdición. Quería que fuese feliz y la única forma posible era... dejándolo ir, por mucho que me hiriese.

Claro que pensar en el hecho de que cualquier persona pudiese acercarse... supe que era incapaz de controlarme a mí misma, por eso tracé un plan en mi cabeza. Un plan que se convertiría en una tortura para mí, pero que con ello, Saeyoung podría pasar página y su hermano también. Además serían libres, no terminarían en la cárcel. Sí, lo tenía todo perfectamente calculado, si me despertaba, claro.

Comencé a escuchar varias voces que debían de ser de los médicos y el sonido agudo del 'beep' de la máquina que controlaba la frecuencia cardíaca, cada vez más acelerado y seguido.

Intenté tomar aire pero me era muy difícil respirar. El oxígeno no me estaba llegando al cerebro e iniciaron la reanimación cardiopulmonar.

De pronto dejé de escuchar todo a mi alrededor y sentí como si saliese de mi propio cuerpo, en una especie de experiencia extrasensorial. Pude ver a los médicos intentando reanimarme desde fuera, como si fuese una mera espectadora, y escuché el pitido de la máquina, en la que se mostraba una línea azul recta.

Quiéreme [Parte I y Parte II]Where stories live. Discover now