38. Ahora eres mía

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La tomé entre mis manos, saboreando la carne con lentitud, y succionándola como si no hubiese un mañana.

El inspector se mordió el labio, observando aquel escenario. Era de gran tamaño. Su piel, fina y tersa se derretía en mi boca. Sentía las pequeñas gotas derramándose en mi garganta, tan gustosas y exquisitas...

La gamba estaba buenísima.

Eso pensaba mientras veía a Seven sentado unas mesas más adelante. No se molestó en disimular, ni siquiera nos quitaba los ojos de encima. Eso me divertía.

—Veo que estás disfrutando de la comida —opinó el castaño.

—Así es, inspector.

—Puedes llamarme Kwan —me sonrió de lado—, por cierto, ¿tu follamigo no se cansa de mirarnos? —El chico también se había percatado de la presencia del pelirrojo.

—No lo creo, le gusta mirarme —bromeé en un tono algo atrevido—. Mucho —remarqué.

—Ajá... ¿así que sois de esos? —Sabía lo que estaba insinuando, por lo que solo me reí y le contesté.

—¿Lo dices por algo en concreto?

—Sí, tal vez podríamos salir de aquí, y follar en el aparcamiento. —Sabía que estaba bromeando, por su tono de voz, un poco socarrón. Lo miré, sin sorprenderme, y esperé a que continuase hablando—. Si tanto le gusta mirar, seguro que se hace una paja viéndonos, y todos salimos ganando.

—¿Qué hay de ti? ¿te gusta mirar? —Continué coqueteando, tocándome el pelo mientras observaba a Saeyoung por el rabillo del ojo.

—¿Por qué no? ¿es una propuesta? —Levanté la ceja, ese tipo era muy directo.

—Quizás —respondí sin quitarle los ojos de encima, lanzándole una intensa mirada.

—Ya veo... ¿por qué no pedimos la cuenta? Puedo llevarte a mi apartamento, tengo whisky escocés de dieciocho años.

—¿Ya quieres llevarme a tu casa? —me reí—, mejor déjame en la mía.

—Sigues haciéndote la difícil, me gusta. —Pidió la cuenta y aproveché para ir un segundo al baño. Noté cómo Saeyoung me siguió con la mirada.

Mientras me retocaba en el espejo el pelirrojo entró, colándose en el aseo de mujeres. Nos miramos a través del reflejo, quedándonos en silencio hasta que decidí tomar la palabra.

—¿Qué haces aquí?

—Ese tío quiere llevarte a la cama —afirmó sin contemplaciones.

—¿Y? ¿acaso te importa? ¿no era que no me amabas?

—Bueno... —Se quedó callado, pensando—. Eso no quiere decir que...

—¿Sí?

—No quiere decir que no me importes.

—Ah, ya veo. O sea que me dices que no me amas, que solo me utilizaste para el sexo, ¿y ahora sueltas que te importo? —rebatí.

—¡No puedo evitarlo! —chilló fuera de sus casillas.

—¡Claro que no! ¿y sabes por qué? ¡porque me amas! ¡y estás celoso! —clavé un dedo sobre su torso—. Te estás comportando como un crío.

—¡No es cierto! ¡No estoy... celoso! ¡Que me importes, no significa que te ame! —Sonaba jodidamente ridículo.

Unos pasos dirigiéndose al baño interrumpieron nuestra conversación. Una mujer entró, llevándose la mano a la boca al ver a Seven. Este se aclaró la garganta, intentando disimular.

Quiéreme [Parte I y Parte II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora