64. Refugio

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Saeyoung

Estaba en shock, delante mía yacía el tipo al que le di el disparo en la pierna. Se había desmayado. Miré hacia arriba alzando la cabeza y vi al otro hombre que trató de matarme con una herida en el abdomen. La sangre emergía a borbotones cayendo como una cascada sobre mi cuerpo. Me percaté de que estaba a punto de desplomarse y me moví enseguida, levantándome.

Busqué con la vista a Hana y a mi hermano, la primera estaba en el suelo, inconsciente, no parecía tener heridas de bala, el segundo todavía sostenía la pistola, ¿había disparado para salvarme la vida?

—Saeran, tú...

—No hay tiempo para charlas —me cortó—, tenemos que irnos antes de que alguien venga. —Tomó a Hana en brazos y lo seguí hasta el coche todavía asimilando la situación.

Él... ¿había hecho eso por mí? Eso era que... en el fondo todavía le importaba, había una oportunidad para arreglar las cosas, por un momento me sentí feliz y sonreí tontamente.

Me puse con Hana en el asiento trasero y el peliblanco aceleró el vehículo, no tenía idea de a dónde planeaba llevarnos, por lo que le pregunté.

—¿Dónde vamos?

—Lejos de aquí, tiene que haber algún refugio escondido para pasar la noche.

—Supongo, aunque no quiero esconderme más —confesé—, después de todo lo que ha pasado... solo quiero vengarme de nuestro padre.

—Pero necesitamos pensar en un plan, no podemos ir ahí sin más, lo sabes, Saeyoung.

—Agh... supongo que tienes razón —resoplé—, aunque hay algo que no sé.

—¿Eh?

—¿Me... salvaste antes, verdad?

El silencio cubrió todo y entendí que así fue, que por mucho que tratase de fingir y de hablarme mal se preocupaba por mí en el fondo de su corazón. Eso era más que suficiente.

Continuó conduciendo y examiné a Hana, estaba dormida, ¿se despertaría pronto? Esperaba que así fuera, que solo le hubiesen inyectado una especie de sedante. Miré el golpe que tenía en su hombro, era bastante grande y pensé que tal vez necesitara una crema así que nos paramos en una farmacia a comprarla.

Tiempo después encontramos una especie de cabaña para quedarnos y movimos a la pelirosa a la cama.

Saeran se puso a trabajar con el portátil, había encontrado ciertos documentos que evidenciaban que el inspector Kwan había agredido a una de sus ex novias. Necesitaba recaudar pruebas suficientes ya que era una gran oportunidad para probar que trató de violar a Hana y demostrar que lo había matado en defensa propia.

Yo no podía concentrarme con la pelirosa así, por lo que me quedé con ella en la cama hasta que se despertase. Vi como se movió un poco, susurrando mi nombre, ¿qué estaría soñando?

 Vi como se movió un poco, susurrando mi nombre, ¿qué estaría soñando?

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Hana

En mis sueños todo lo que veía era a él, en la entrada recogiendo las cajas de mi mudanza, en el coche llevándome a la universidad, en el sofá abrazados, besándolo, follándomelo... ah, joder, qué bueno estaba, qué cuerpo tenía, qué... uf, estaba recordándolo todo ahora que me habían chutado no sé qué mierda en el cuerpo.

Tenía calor, mucha calor. No sabía si era debido a esa sustancia o si más bien se trataba del sueño que estaba teniendo.

Respiraba de forma entrecortada, casi sentía las estocadas que me dio tiempo atrás, escuchaba sus gemidos, su boca en mi...

Ah, mi cuerpo se sentía más pesado, pero tenía que hacer el esfuerzo de abrir los ojos, no iba a dejar que esa mierda me venciera.

Moví un poco mi mano y noté de pronto la suya, acariciándome. Era él, joder, siempre fue él. Y... dijo que me amaba, ¡lo dijo! ¿cómo fui tan estúpida durante tanto tiempo? Estaba jodidamente enamorada hasta los putos huesos.

Aún así... Saeran, mierda.

Abrí los ojos y vi los suyos, tan resplandecientes y dorados que me estaban observando. Esos ojos por los que moriría.

—Saeyoung...

—¡Hana! ¿despertaste?

—No, practico para cuando muera —respondí con la voz aún somnolienta.

—¡Uh! ¡no digas eso ni en broma! ¡el dios Seven se enfadará si dices eso! ¿y no querrás vértelas con el dios Seven, jovencita?

Su voz picarona me ponía de buen humor, a pesar de sentirme como una mierda en ese instante. Sonreí y acto seguido lo besé en los labios. Escuché un 'umm' de su boca y colé mi lengua para rozar la suya.

—¡Woah! ¡e-espera! Antes quería... echarte una cremita, ugh... ¡no esa! —corrigió dándose cuenta de cómo sonó la frase—, es decir...

—Úntame la crema que quieras, Saeyoung Choi —murmuré en su oído y vi como su rostro adquiría un tono melocotón.

—¡Waa! Sé una chica buena... ¡por ahora! —se rió, tomando el bote de crema para untarme en el hombro.

Me puse de lado y apartó un poco la prenda para poder masajear la zona.

—¡Ah! —me quejé en cuanto sus manos rozaron el golpe.

—Shh, tranquila —me besó en los labios y acto seguido fue depositando pequeños besos por el cuello, haciéndome olvidar el dolor que sentía y elevando mi temperatura a mil.

—¿Dónde estamos? —indagué al notar que me encontraba en un lugar desconocido.

—Oh, es una cabaña alejada de la civilización, Saeran está trabajando en el portátil y...

Comencé a repartir besos por su cuello, interrumpiéndolo y puse una pierna sobre su cadera, capturando su cuerpo y sintiendo como algo grande crecía bajo la tela del pantalón.

Gimió y puso una de sus piernas entre las mías. Lo envolví entre mis brazos, notando su fuerte y ancha espalda mientras que este seguía con el masaje.

—Aquí también me duele —tomé su mano para ponerla bajo el sostén y escuché como un gruñido se escapaba de sus labios al apretar mi pecho.

Gemimos al unísono y no tardó en capturar mis labios con premura, colocándose sobre mí. Se quitó la chaqueta con prisas, así como la camiseta sin parar de besarme, al parecer estaba ansioso, tanto como yo.

Acaricié sus abdominales hasta llegar al botón del pantalón, que desabroché al igual que la cremallera. Tiró de mi vaquero hacia abajo para quitármelo de modo que podía sentir sus bóxers y mucho más a través de mis bragas.

Comenzamos a gemir cada vez más fuerte al manosearnos y restregarnos el uno contra el otro, iniciando un vaivén de caderas. Estaba a punto de bajarme la ropa interior cuando escuchamos la voz de Saeran.

—¿No me esperáis? —Se quitó la camiseta de camino a la cama. Esa iba a ser una noche larga...


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Quiéreme [Parte I y Parte II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora