Capítulo VIII pt.3

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Traté de bloquear mi mente mientras corría, no quería ver esa terrorífica imagen de nuevo, ni lo que seguía después de esa escena.
Corrí y corrí implorando que la dirección que estaba tomando fuera la correcta y pudiera llegar a tiempo.

Las visiones que tenía no siempre eran ciertas, tenían su margen de error. Podía ver las visiones que ocurrían en un preciso momento o ver escenas que ocurrirían en un futuro. Las escenas a futuro podían cambiarse dependiendo de las decisiones que tomen las personas involucradas, no siempre se cumplían a la perfección. Hubo también visiones que nunca se cumplieron, así como hubo acontecimientos que nunca vi y que me hubiera gustado poder verlos para intentar cambiarlos; pero las visiones como las que tuve hace unos minutos y como la que tuve el día de la muerte de mi hermano siempre eran reales, siempre.

Lo único en lo que podía pensar ahora era en que debía darme prisa, si lo que vi estaba pasando en este mismo momento ya no había mucho que pudiera hacer, pero si aún no sucedía aún existía la posibilidad de que pudiera cambiarlo, o por lo menos tratar de hacerlo, como no sabía la respuesta, decidí explotar mi cuerpo para que diera lo máximo y poder llegar a tiempo, me prometí que no volvería a llegar tarde, prometí que haría todo lo posible e incluso lo imposible para salvar a las personas que amaba, ya no soportaría perder a alguien más.

Estaba oscureciendo, en un par de minutos cualquier rastro de luz se desvanecería y saldría la enorme Luna Llena. El sendero se me hizo familiar conforme veía pasar los árboles y arbustos, suspiré aliviada, ya estaba un poco más cerca, de repente una enorme parvada de pájaros pasó sobre mi cabeza en dirección contraria de adonde me dirigía, sentí de nuevo un mal presentimiento y seguí avanzando, unos cuantos metros después el suelo comenzó a temblar y me detuve perdiendo el equilibrio, mis instintos provocaron que levantara la mirada hacia Konoha y de repente vi algo revolotear por el viento en el cielo, agudicé mi visión y pude percibir lo que era, eran colas... colas de un Bijuu.

Mi cuerpo se paralizó y se me helaron los huesos, una corriente de adrenalina me recorrió cada fibra de mi cuerpo y corrí hasta entrar a la aldea. Explosión tras explosión se escucharon por distintos puntos mientras humo mezclado con azufre, fuego y vapor ascendían hacia el cielo.

Detuve mi andar al ver personas heridas e incluso sin vida, a gente que corría aterrada por las pequeñas calles de la aldea buscando refugio o buscando a sus hijos, padres o hermanos.

De nuevo observé al cielo, dónde las golas eran mecidas en el aire. Era el Kyūbi. El más horrible y peligroso de todos los bijuu.

Lo único que se escuchaba en las calles eran los gritos y sollozos de la gente. La policía militar junto con algunos jounin se encargaban de evacuar a toda la gente y ponerlos a salvo mientras que otros peleaban contra la enorme bestia de nueve colas, perdiendo la vida uno tras otro.

Ver tanta muerte y destrucción me recordó a los días de guerra, me quedé parada viendo hacia el enorme monstruo que hacía destrozos por donde pasaba, jamás en toda mi vida había visto algo semejante, entonces escuché a alguien que gritó mi nombre.

— Anaru —busqué en todas direcciones tratando de encontrar al dueño de aquella voz—. Anaru—Fugaku se acercaba abriéndose paso entre toda la multitud.

— ¿Q-qué e-está p-pasando? —dije temblando y con la voz entrecortada.

— No lo sé, pero necesito que salgas de aquí, no es seguro, debes ponerte a salvo.

De pronto recordé algo.

— Itachi, ¿dónde está Itachi? —mi corazón se aceleró al no verlo con mi tío.

— Se dirige al refugio junto con su hermano y su madre, tienes que irte ahora y alcanzarlos.

Seguí viendo la destrucción a mi alrededor, mis oídos se cerraron, solo pude escuchar gritos de desesperación y un zumbido irritante.

Nuestra promesa «Shisui Uchiha»   [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora